Diario de Sevilla

Los niños que nacieron ese día ya pueden votar

Recuerdo. 18 años del asesinato del doctor Muñoz-Cariñanos. Carlos Cano suspendió su recital en el Lope y Sorel la presentaci­ón de su novela

- FRANCISCO CORREAL fcorreal@diariodese­villa.es

DESPUÉS de un fin de semana caluroso, por fin llegó a Sevilla el otoño con algunos de sus síntomas: el frío, la lluvia, las castañas. El reloj de los ciclos. Como hace 18 años, la noche del 15 de octubre, día de Santa Teresa, se volvió a fallar el premio Planeta; como entonces, muchos niños han vuelto a salir de sus colegios con los mensajes del Domund, aunque 18 años después se ven más los sobres que las huchas y desapareci­eron los iconos étnicos de la campaña misionera.

El 16 de octubre del año 2000 la ciudad se paralizó. Dos etarras asesinaron en su consulta de la calle Jesús del Gran Poder al coronel médico Antonio Muñoz Cariñanos, que en ese momento atendía a una paciente que sí pudo ver a los verdugos de su benefactor, una eminencia en la especialid­ad médica de voz y garganta. Esa tarde, Sevilla enmudeció. Los niños que nacieran ese día ya podrán votar en las autonómica­s de dentro de mes y medio. Esos recuerdos no tienen mayoría de edad, siempre permanecen agarrados al tiempo de la infamia.

Casi dos décadas después, sendos crespones negros están en la memoria del teatro Lope de Vega y La Carbonería, escenarios de la presencia de dos creadores que suspendier­on sus respectivo­s actos al conocerse el crimen en la céntrica calle de Sevilla, a dos pasos de la Basílica de la que cada Madrugada sale el Señor de Sevilla. Carlos Cano presentaba ese día en el teatro Lope de Vega su nuevo disco, De lo perdido y otras coplas. Sería el último, porque el cantautor granadino murió dos meses y tres días después. Carlos Cano pospuso el concierto de un disco que incluía doce temas, algunos tan personales como María la Portuguesa, Alacena de las Monjas o La Murga de los Currelante­s. Coplas inmorta- les como Tatuaje, La Parrala o El día que nací yo y el tema que le dedicó a las madres de Mayo cuando las visitó en Buenos Aires, Tango de las Madres Locas. La última vez que la selección española había jugado en Sevilla, 7 de junio de 1995, a Carlos Cano le daban el alta en un hospital de Nueva York donde lo operaron de un aneurismo en la vena aorta. En la ciudad que inspiró a su paisano Federico García Lorca, declaró a los periodista­s que “no hay nada que acerque más a la vida que rozar la muerte”.

Al doctor Muñoz-Cariñanos la muerte no le pasó rozando. Le dio de lleno una semana después de que los integrante­s del mismo Comando Andalucía –Harriet Iragi y Ion Igor Solana– asesinaran en Granada al juez Luis Portero. 18 años después, el espíritu de María la Portuguesa regresa al teatro Lope de Vega, el que no abrió sus puertas el 16 de octubre de 2000 en solidarida­d con el médico asesinado. En la cuarta edición del festival de Fado de Sevilla, la cantante lisboeta Carminho actúa esta noche. Una joven intérprete que ha colaborado con el malagueño Pablo Alborán.

La noche de aquel día, Andrés Sorel iba a presentar en La Carbonería su novela Las Voces del Estrecho (Muchnik Editores). Este segoviano universal que pagó con la cárcel y con el exilio su oposición al franquismo, también se sumó a la condena de la acción de estos tiranos del gatillo fácil. Las Voces del Estrecho la había escrito en Zahara de los Atunes y en ella pretendía “dar vida a esas voces perdidas en las aguas y rescatar el silencio de los náufragos de las pateras”. Un tema de triste actualidad. Sorel presidía la Asociación Colegial de Escritores de España, cuyo delegado en Andalucía, Rafael de Cózar, iba a presentarl­o en La Carbonería, su santuario común, el último sitio donde lo vimos en el cumpleaños de Paco Ibáñez.

El día que mataron a MuñozCariñ­anos se falló el Planeta, que ganó Maruja Torres con la novela Mientras vivimos. El finalista fue Salvador Compán, con Cuaderno de viaje. Doble vecino del barrio como profesor de Lengua y Literatura en el instituto San Isidoro, en la calle Amor de Dios, paralela a Jesús del Gran Poder, y como residente en la Alameda de Hércules. Cuando estaban de promoción con sus libros en Zaragoza, la mujer de Compán le llamó para decirle que la ETA había asesinado al médico y ex ministro socialista Ernest Lluch.

En la calle más musical de Sevilla, en la que ayer Anne Perret, cantante del taller Ziryab, volvía a su casa, probaban un violín en la tienda Fowler, se oía el zapateado en la academia de baile de Alicia Vega, ecos de un piano del edificio Albéniz y Mario salía de clase de fagot del Conservato­rio Cristóbal de Morales, cada 16 de octubre suena música de réquiem. El apellido sigue en la consulta de Pablo Muñoz-Cariñanos, hijo del médico asesinado aquel día que Carlos Cano y Andrés Sorel dejaron su disco y su novela para otra ocasión.

Como hace 18 años, la víspera se fallaba el premio Planeta y era la campaña del Domund

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JUAN CARLOS VÁZQUEZ Un hombre pasa junto a la placa que recuerda al doctor Muñoz-Cariñanos.
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Carlos Cano pospuso su recital.
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J.C. VÁZQUEZ Andrés Sorel anuló el acto literario.
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