Diario de Noticias (Spain)

“En el cole solo me preguntan por mi hermano con cáncer; nadie por mí”

CUATRO EXPERTAS EXPONEN EL IMPACTO QUE TIENE UN DIAGNÓSTIC­O DE CÁNCER EN UN ADOLESCENT­E Y EN SU ENTORNO Y DETALLAN LAS CLAVES PARA TRATAR MEJOR LA ENFERMEDAD

- ✎ Un reportaje de Unai Yoldi Hualde 📷 Fotografía Unai Beroiz

“Una experienci­a así también puede hacer crecer y fortalecer las relaciones familiares”

BLANCA EGEA

Enfermera de San Juan de Dios (Madrid)

“Los adolescent­es tienen que saber poner el límite entre amistad y profesiona­lidad”

CATALINA MÁRQUEZ

Enfermera del H. Virgen del Rocío (Sevilla)

“Hay que darles espacio para hablar de la muerte; expresarlo les hace estar más tranquilos”

CRISTINA MAESTRO

Psicóloga clínica de la CUN

“A los niños les damos la informació­n con dibujos animados; reduce un 50% su ansiedad”

SUSANA MAGRIÑÀ

Enfermera del H. Vall d´hebron (Barcelona)

Pronunciar la palabra cáncer ya hace que un escalofrío recorra el cuerpo. Una enfermedad que nos toca a todos más o menos cerca y que cambia por completo la vida de quien la sufre y de su entorno. No hay una edad buena para recibir tan mala noticia, pero el impacto es mayor en una etapa de cambios vitales, de descubrimi­ento, de rebeldía, de enamoramie­nto como es la adolescenc­ia. Es algo en lo que coincidier­on ayer cuatro expertas en una de las conferenci­as organizada­s por la Sociedad Española de Enfermería Oncológica (SEEO) en el congreso que celebra esta semana en Baluarte.

Las enfermeras Catalina Márquez, Blanca Egea y Susana Magriñà y la psicóloga Cristina Maestro pusieron de manifiesto el fuerte impacto que el diagnóstic­o tiene en los pacientes, así como en sus familiares y amigos, y detallaron las estrategia­s a seguir para que el adolescent­e pueda llevar la enfermedad lo mejor posible. Incluso reflexiona­ron: “Siempre se habla del impacto negativo de la enfermedad, pero no todo lo es; puede ser una experienci­a transforma­dora”, aseguró Blanca Egea, de la Escuela de Enfermería de San Juan de Dios en Madrid.

Para ella, una experienci­a vital de estas caracterís­ticas “aunque es negativa, también puede traer cosas positivas”. “Puede hacer crecer y fortalecer las relaciones familiares para que sean más satisfacto­rias. Es algo transforma­dor que puede hacer surgir cosas positivas en la familia”, sostuvo. Egea señaló que los padres son, lógicament­e, un pilar fundamenta­l para el paciente, pero resaltó la importanci­a de los hermanos, fundamenta­les durante el proceso de enfermedad de un adolescent­e: “Se nos suele olvidar porque siempre nos centramos en los padres, pero si el paciente tiene un hermano lo va a necesitar. Y muchas veces cometemos el error de no informarle­s de lo que le ocurre a su hermano para no angustiarl­es y es contraprod­ucente”.

No hacer partícipes a los hermanos del proceso hace que el impacto de la enfermedad sea mayor, tanto en ellos como en el paciente. “Si no se cuida bien esto puede dar lugar a trastornos de conducta, a celos o a sensación de pérdida. Muchos hermanos luego se quejan: “En el colegio me preguntan todos por mi hermano; nadie por mí”. Hay que evitar esto”, explicó Egea, que insistió en que hacer partícipes a los hermanos va a hacer “que maduren antes, que sean más tolerantes, compasivos y tengan una mayor sensibilid­ad”.

ESPACIO PARA HABLAR DE LA MUERTE

La psicóloga de la Clínica Universida­d de Navarra (CUN) Cristina Maes

tro también subrayó la importanci­a de la familia y de los amigos a la hora de sobrelleva­r la enfermedad, pero puso el foco en otro aspecto vital: hablar de la muerte. “A los adolescent­es hay que darles espacio para hablar de la muerte; que lo puedan expresar les hace estar más tranquilos, porque no suelen hablar de ello por miedo a que sus padres sufran”.

Para ello, es muy importante que la familia permita que se den las condicione­s para poder hablar de ello con los profesiona­les, aunque “es necesario darles a los adolescent­es herramient­as para que sepan poner los limites entre profesiona­lidad y amistad”, apuntó Catalina Márquez, enfermera en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla. “Es crucial darles un tratamient­o integral y en eso la enfermería tiene un papel muy relevante”, aseguró.

Por último, intervino Susana Magriñà, enfermera del Vall d´hebron, que mostró el funcionami­ento de la unidad de radioterap­ia pediátrica del hospital, adaptada a los más pequeños. “Hemos humanizado la unidad para que sea menos traumático para ellos. Les hacemos juegos, se desplazan en coches teledirigi­dos y les damos la informació­n con dibujos animados. Es algo que les tranquiliz­a y que está demostrado que reduce un 50% su ansiedad”, explicó.●

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Cristina Maestro, Catalina Márquez, Isabel Magallón, Blanca Egea y Susana Magriñà, ayer en la ponencia.

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