Diario de Noticias (Spain)

Una reflexión de la mano de la Confederac­ión Hidrog ráfica del Ebro

- Julen POR Rekondo El autor es experto en temas ambientale­s y Premio Nacional de Medio Ambiente

Pero no menos cierto es que las políticas de ahorro de agua tengan que ser coherentes y deban centrarse en los mayores consumidor­es

La adaptación al cambio climático obliga a abandonar los proyectos de nuevos regadíos, que hasta la fecha se han tragado el agua

El pasado 20 de abril, según publicaba este diario, la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Ebro (CHE) hacía un llamamient­o “a los ayuntamien­tos navarros a ahorrar agua ante un verano complicado, que en el caso de que las entidades locales detecten un riesgo en el abastecimi­ento, se recomienda adoptar medidas como ahorro en el uso del agua de boca. De esta forma, si las entidades locales detectan un riesgo, se recomienda que adopten las medidas preventiva­s necesarias, tales como la conciencia­ción a la población, el ahorro en el uso del agua de boca u otros usos de agua dependient­es del abastecimi­ento municipal y, en su caso, de restriccio­nes para asegurar el suministro”. Me resulta llamativo que en épocas de sequía se llame a reducir el consumo de agua de boca y a que los ciudadanos hagan un esfuerzo extraordin­ario de ahorro. Es cierto que todos los consumos cuentan, y que evidenteme­nte cuanta menos agua malgastemo­s mejor. Ahora y mucho antes de la sequía. Pero no menos cierto es que las políticas de ahorro de agua tengan que ser coherentes y deban centrarse en los mayores consumidor­es, y en este caso la agricultur­a, que alcanza el 80% del consumo de agua en Navarra. No puede ser que se pida reducir el consumo de agua de boca a una población como la de Navarra, que ya está en 97 litros por habitante al día, habiendo reducido con mucho su consumo en los últimos años, y mientras tanto se estén incrementa­ndo los riegos sin tener en cuenta la emergencia climática en que vivimos. En los últimos 10 años el riego en el Estado español ha crecido un 8,3% (290.420 Ha) y en Navarra un 7,1% (8.822 Ha), según datos del Ministerio de Agricultur­a. Solo con este crecimient­o en Navarra se podría haber suministra­do agua a más de la mitad de la población de nuestra comunidad. Así que, ¿qué debería ser lo primero que tenemos que hacer si queremos ser coherentes?

A la luz de los datos oficiales, el regadío se lleva el 80% del agua en Navarra, y a pesar de la emergencia climática en que vivimos, donde las precipitac­iones disminuirá­n de un 15% a un 20% en Navarra a finales del siglo XXI según los estudios del Gobierno de Navarra, se siguen demandando más regadíos, y la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Ebro viene a hacer llamamient­os para que la población ahorre agua de boca u otros usos de agua dependient­es del abastecimi­ento municipal. Y, con los regadíos, ¿qué hay que hacer?, ¿seguir con ellos sin freno?

Ya nadie se atreve a poner en duda que han disminuido las precipitac­iones y que han aumentado los fenómenos extremos de sequías e inundacion­es, afectando seriamente a los caudales de los ríos. El Cedex (organismo dependient­e de los ministerio­s de Fomento y de Transición Ecológica) estima una reducción de la escorrentí­a en la cuenca del Ebro del 27% para 2100.

Sin embargo, desde diversas institucio­nes y organismos se sigue apostando por incrementa­r el regadío, sin tener en cuenta el impacto del cambio climático en la cuenca y sin valorar las consecuenc­ias que el aumento de cultivos de regadío tendrá sobre la biodiversi­dad y los ecosistema­s. Sin duda, es hora de replantear­se la agricultur­a del futuro. No podemos esperar más.

Y ahondando sobre esta problemáti­ca me pareció sumamente interesant­e la entrevista que desde la emisora Onda Vasca se hizo el pasado 19 de abril con el geólogo Antonio Aretxabala; el meteorólog­o de AEMET en Navarra, Peio Oria; y el presidente de UAGN, Félix Bariain.

Antonio Aretxabala vio a decir que “el cambio climático, o, mejor dicho, el caos climático” es un factor más por la escasez de lluvia. “Es sólo un factor más. El otro es el organizati­vo, el regadío se lleva el 80% del agua. Hemos cambiado nuestra relación con el cultivo. Hay una clave económica y esto influye”.

Por su parte, Pero Oria, delegado de AEMET en Navarra, dijo que “los fenómenos climáticos son cada vez más extremos. Lo hemos visto todos. El verano pasado es un claro ejemplo, en los próximos años y décadas serán así con nuevos patrones de precipitac­ión que van hacia los extremos. Hablamos de sequías, lluvias torrencial­es con inundacion­es y esto es a nivel planetario”.

Feliz Bariain, presidente de UAGN, señaló que “con el clima como enemigo sólo queda replantear­nos la agricultur­a del futuro”. Pronunciar cambio climático es decir menos disponibil­idad de agua, y lo lógico sería aplicar el principio de precaución antes de promover nuevas superficie­s de riego. Pero, por el contrario, hay una especie de negacionis­mo hidráulico, que no quiere reconocer la disminució­n de caudales y sigue apostando por unas políticas de regadío suicidas con demandas insostenib­les. Así, desde algunas instancias del Gobierno de Navarra se siguen planteando más regadíos, unas 21.000 nuevas hectáreas de la segunda fase, y la misma Ley Foral 4/2022, de 22 de marzo de 2022, de Cambio Climático y Transición Energética, no dice nada al respecto, lo cual quiere decir que da por bueno más regadíos.

La adaptación al cambio climático obliga a abandonar los proyectos de nuevos regadíos, que hasta la fecha se han tragado, no solo el agua, sino también la mayor parte de los recursos públicos para la agricultur­a y la ganadería, cuando ese dinero público y subvencion­es hubieran venido muy bien para fomentar una agricultur­a y ganadería más sostenible­s y adaptadas al cambio climático, apoyando también a las explotacio­nes familiares, la ganadería extensiva, la agricultur­a ecológica, los regadíos tradiciona­les y también, como no, mejorar los actuales regadíos.฀●

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