Carta de despedida
Salí de Soria, de donde nunca pensaba que iba a salir porque jamás en ningún sitio fui tan feliz. Todas las creencias y pilares que pensamos inamovibles y férreas se tambalean, moldean o derrumban cuando nos interesa. Parecido a aquello que alguien dijo: “Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”.
Mi interés, en aquel momento, fue regresar a casa, darles un regalo a mis padres que siendo hijo único me dejaron marchar con trece años y ahora compruebo lo difícil que fue, reencontrarme con mis amigos, y todas aquellas vivencias que quedaron postergadas para un adolescente ingenuo que persigue un sueño efímero.
Cuando nos alejamos de lo que queremos sentimos un dolor importante que a su vez es menor que la alegría que proporciona un reencuentro. Ese fue mi ‘otro’ principio para abandonar el Numancia con mucho dolor, pero imaginando una alegría tremenda por un reencuentro futuro.
Sin pena ni gloria. Así es como me marcho de este, vuestro club. Algo que socialmente tiene una connotación peyorativa pero que se ajusta a mi estadía en Osasuna. No hubo pulgar hacia abajo pero tampoco vítores. No encuentro una cita que resuma mejor mi rendimiento. Futbolísticamente y si hubiese una evaluación individual por un comité de expertos, mi calificación sería un suficiente alto, o un 5,7 en términos numéricos.
Podría agarrame a excusas o argumentos nimios que ascenderían mi puntuación y así mejorar mi imagen. Las dos lesiones que he tenido, ambas importantes en tiempo incapacitado, han sido culpa mía y de mis decisiones. Decisiones que, en un primer momento, pensamos heroicas, valientes y dignas de admiración y agradecimiento se convierten en decisiones erráticas que lastran trayectorias.
Nos impulsan a tomarlas dos emociones antagónicas: el exceso de responsabilidad y el egocentrismo que el contexto provoca pensándote insustituible. El tiempo excesivo de baja y los exitosos resultados deportivos cosechados durante mis lesiones demuestran, en ambas, que ninguna de ellas debe ser considerada por un jugador para dar un paso adelante o al costado. La valentía y el coraje no mezclan bien en estas encrucijadas, cuando lo solicitado es reflexión, templanza e inteligencia para ser certero.
Conozco el que puede ser el resultado de la otra evaluación sobre mi persona en estos cuatro años. Mi importancia en el vestuario, en el entrenamiento, en la solvencia para ayudar en procesos negativos y la eficacia para potenciar los exitosos. Al igual que advierto mis debilidades en estos cuatro años, sé de mis virtudes y dónde he podido ayudar. Espero que no parezca una falta de humildad, sino un examen real y sin endulzamientos de mi etapa. Si a alguien le sirvió, me doy por satisfecho.
Generalmente, se ensalza esta parte cuando los objetivos reales por los que se firma un futbolista no son cumplidos. Si hubiese cumplido con las expectativas creadas, este área estaría más opaco. No obstante, un jugador de Osasuna debe ser exigido para cumplir con las dos.
Un famoso equipo de rugby neozelandés tiene como patrón vital que el jugador que llega nuevo y hereda un dorsal tiene el objetivo primordial de dejarlo en mejor lugar que su antecesor. Honrar el legado e intentar elevarlo cada partido que se enfunde el mismo. El número 21 no me pertenece a mí, no es de Iñigo Pérez, sólo es una cesión que este club te hace cuando te lo entrega. Los únicos dueños del mismo y del resto son la gente que no tuvo la suerte, la constancia o el talento para llevarlos por los campos del mundo y compran con su dinero la piel roja. Osasuna es de ellos.
Me di cuenta que sois diferentes. Por vuestro apoyo en cada en cada victoria, aliento en cada remontada, peregrinación a otros estadios, recibimiento en el ascenso… estos momentos os hacen vitales. Hay dos momentos que a mí me marcaron. La campaña de socios en la pandemia, con todo en contra económicamente y la incertidumbre de no saber si se iba a poder acudir al estadio. Y el partido de Copa del Rey contra el Reus.
Veníais de dos años muy complicados. Descenso de Primera en circunstancias muy complejas y un año en Segunda en el que la guillotina en la que se convierte una expectativa de ascenso os degolló toda ilusión. Comienzo deficitario de un nuevo proyecto y en este partido nos está eliminando un equipo que a la postre desparecería y que mostraba sus últimos coletazos. Sin embargo, comenzó a llover, era tarde entre semana, perdíamos y vosotros animasteis como pocas veces recuerdo. El equipo empujaba y vosotros más, hasta el final. Todos los condicionantes eran propicios para ser juzgados de manera feroz.
Aquel día, me di cuenta de que no sólo erais vitales como el resto de aficiones que sujetan a sus equipos, me di cuenta que erais diferentes, especiales como nunca vi. En las malas, en las duras, en las que ponen la escalerilla o lanzan al agua los botes para abandonar el barco, en esas, se ve la verdad.
Que suerte y patrimonio para nosotros y el club. El deseo de contagiar es muy poderoso, para mí más que por marcar un gol. Ver a los mejores jugadores que hacen labores para las que no fueron diseñados siempre eleva este fenómeno. Ver al conjunto presionar infatigable a un equipo que se sabe superior pero que abandonará ese estado de seguridad en la primera pérdida, mientras el estadio contenía su energía como una olla a presión, para