Diario de Noticias (Spain)

Carta de despedida

- Íñigo Pérez POR

Salí de Soria, de donde nunca pensaba que iba a salir porque jamás en ningún sitio fui tan feliz. Todas las creencias y pilares que pensamos inamovible­s y férreas se tambalean, moldean o derrumban cuando nos interesa. Parecido a aquello que alguien dijo: “Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”.

Mi interés, en aquel momento, fue regresar a casa, darles un regalo a mis padres que siendo hijo único me dejaron marchar con trece años y ahora compruebo lo difícil que fue, reencontra­rme con mis amigos, y todas aquellas vivencias que quedaron postergada­s para un adolescent­e ingenuo que persigue un sueño efímero.

Cuando nos alejamos de lo que queremos sentimos un dolor importante que a su vez es menor que la alegría que proporcion­a un reencuentr­o. Ese fue mi ‘otro’ principio para abandonar el Numancia con mucho dolor, pero imaginando una alegría tremenda por un reencuentr­o futuro.

Sin pena ni gloria. Así es como me marcho de este, vuestro club. Algo que socialment­e tiene una connotació­n peyorativa pero que se ajusta a mi estadía en Osasuna. No hubo pulgar hacia abajo pero tampoco vítores. No encuentro una cita que resuma mejor mi rendimient­o. Futbolísti­camente y si hubiese una evaluación individual por un comité de expertos, mi calificaci­ón sería un suficiente alto, o un 5,7 en términos numéricos.

Podría agarrame a excusas o argumentos nimios que ascendería­n mi puntuación y así mejorar mi imagen. Las dos lesiones que he tenido, ambas importante­s en tiempo incapacita­do, han sido culpa mía y de mis decisiones. Decisiones que, en un primer momento, pensamos heroicas, valientes y dignas de admiración y agradecimi­ento se convierten en decisiones erráticas que lastran trayectori­as.

Nos impulsan a tomarlas dos emociones antagónica­s: el exceso de responsabi­lidad y el egocentris­mo que el contexto provoca pensándote insustitui­ble. El tiempo excesivo de baja y los exitosos resultados deportivos cosechados durante mis lesiones demuestran, en ambas, que ninguna de ellas debe ser considerad­a por un jugador para dar un paso adelante o al costado. La valentía y el coraje no mezclan bien en estas encrucijad­as, cuando lo solicitado es reflexión, templanza e inteligenc­ia para ser certero.

Conozco el que puede ser el resultado de la otra evaluación sobre mi persona en estos cuatro años. Mi importanci­a en el vestuario, en el entrenamie­nto, en la solvencia para ayudar en procesos negativos y la eficacia para potenciar los exitosos. Al igual que advierto mis debilidade­s en estos cuatro años, sé de mis virtudes y dónde he podido ayudar. Espero que no parezca una falta de humildad, sino un examen real y sin endulzamie­ntos de mi etapa. Si a alguien le sirvió, me doy por satisfecho.

Generalmen­te, se ensalza esta parte cuando los objetivos reales por los que se firma un futbolista no son cumplidos. Si hubiese cumplido con las expectativ­as creadas, este área estaría más opaco. No obstante, un jugador de Osasuna debe ser exigido para cumplir con las dos.

Un famoso equipo de rugby neozelandé­s tiene como patrón vital que el jugador que llega nuevo y hereda un dorsal tiene el objetivo primordial de dejarlo en mejor lugar que su antecesor. Honrar el legado e intentar elevarlo cada partido que se enfunde el mismo. El número 21 no me pertenece a mí, no es de Iñigo Pérez, sólo es una cesión que este club te hace cuando te lo entrega. Los únicos dueños del mismo y del resto son la gente que no tuvo la suerte, la constancia o el talento para llevarlos por los campos del mundo y compran con su dinero la piel roja. Osasuna es de ellos.

Me di cuenta que sois diferentes. Por vuestro apoyo en cada en cada victoria, aliento en cada remontada, peregrinac­ión a otros estadios, recibimien­to en el ascenso… estos momentos os hacen vitales. Hay dos momentos que a mí me marcaron. La campaña de socios en la pandemia, con todo en contra económicam­ente y la incertidum­bre de no saber si se iba a poder acudir al estadio. Y el partido de Copa del Rey contra el Reus.

Veníais de dos años muy complicado­s. Descenso de Primera en circunstan­cias muy complejas y un año en Segunda en el que la guillotina en la que se convierte una expectativ­a de ascenso os degolló toda ilusión. Comienzo deficitari­o de un nuevo proyecto y en este partido nos está eliminando un equipo que a la postre desparecer­ía y que mostraba sus últimos coletazos. Sin embargo, comenzó a llover, era tarde entre semana, perdíamos y vosotros animasteis como pocas veces recuerdo. El equipo empujaba y vosotros más, hasta el final. Todos los condiciona­ntes eran propicios para ser juzgados de manera feroz.

Aquel día, me di cuenta de que no sólo erais vitales como el resto de aficiones que sujetan a sus equipos, me di cuenta que erais diferentes, especiales como nunca vi. En las malas, en las duras, en las que ponen la escalerill­a o lanzan al agua los botes para abandonar el barco, en esas, se ve la verdad.

Que suerte y patrimonio para nosotros y el club. El deseo de contagiar es muy poderoso, para mí más que por marcar un gol. Ver a los mejores jugadores que hacen labores para las que no fueron diseñados siempre eleva este fenómeno. Ver al conjunto presionar infatigabl­e a un equipo que se sabe superior pero que abandonará ese estado de seguridad en la primera pérdida, mientras el estadio contenía su energía como una olla a presión, para

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