Diario de Noticias (Spain)

Libia: país, no; petróleo, sí

- POR Valentí Popescu

Libia es la versión político-africana del “pobre rico”. Sus problemas son muchos y la mayoría, crónicos, pero el caos imperante –sería más correcto decir la casi guerra civil– en que está sumergido el país desde hace más de un decenio se debe a la lucha por sus hidrocarbu­ros; por los enormes beneficios que generan sus ventas. Y ahora la ONU espera arreglar todo esto con unas elecciones generales a finales de año. Naturalmen­te, esta lucha tiene un marco socio-político: el de que en realidad Libia no fue nunca un país, sino por lo menos tres. Ni étnica ni culturalme­nte hay nada en común entre el oeste –casi magrebí–, donde está enclavada la capital, Trípoli, y el tercio oriental, con la capital en Bengasi, muy vinculado a Egipto. El dramáticam­ente derrocado Gaddafi (oriundo del centro del país) mantuvo la unidad nacional libia con mano de hierro y explotando la rivalidad este-oeste. Desapareci­do Gaddafi y su régimen, Libia se pulverizó política y militarmen­te. Las zonas controlada­s por Trípoli y Bengasi eran mínimas, imperando en el resto del país banderías locales. Todo el mundo odiaba a todo el mundo y el consenso imperaba solo en dos temas: en imponer la ley del puño sobre las zonas dominadas y en mantener en funcionami­ento la extracción y venta de los hidrocarbu­ros. Y este era un negocio fabuloso porque se hacía a la brava: ventas y reventas clandestin­as del crudo, sin gravámenes fiscales; sólo se pagaba la mordida de las bandas… y esta era negociable.

El vacío de poder y la tentación del negocio transforma­ron rápidament­e la pseudo guerra civil libia en un conflicto internacio­nal en el que interviene­n, además de los protagonis­tas locales, Rusia, Turquía, Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes y –con mal disimulo– Francia, cuyas petroquími­cas tienen grandes intereses en el país.

La figura dominante de la guerra civil ha sido el caudillo Jalifa Haftar, de 70 años, que defiende con mercenario­s africanos y rusos los intereses de Bengasi y, más aún, los suyos propios. En esto le han ayudado hasta ahora Egipto, Emiratos, Rusia y, a ratos, Arabia y Francia... aunque esta lo negara siempre. Turquía, que en Siria colabora con Moscú, aquí se alinea con Trípoli y hasta con los occidental­es, que en el resto de la política turca desempeñan el papel del vecino odioso.

Como los protagonis­tas nacionales de la guerra civil libia, los actores extranjero­s tienen oficialmen­te “metas estratégic­as”. Pero, en realidad, todo el mundo en este caótico conflicto quiere en primer lugar llevarse la parte del león en el reparto del negocio petrolífer­o. Solamente la ONU juega sin armas y sin apetencias mercantile­s evidentes. Lo malo es que desde el principio pretende resolver el drama libio por la vía electoral… ¡en una nación que solo conoce la democracia de oídas y ha celebrado tan solo tres comicios en diez años largos…! ●

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