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LOS ÚLTIMOS HALLAZGOS PONEN DE MODA LA ARQUEOLOGÍ­A

Los recientes hallazgos del hombre de Loizu y el mosaico en Peralta han puesto a la arqueologí­a en el foco del interés mediático. Hay mucho que visitar en Navarra, y muy atractivo. Este reportaje invita a ir de ruta por nuestro pasado.

- Un reportaje de Paula Etxeberria Cayuela Fotografía Unai Beroiz

El pasado oculto en el subsuelo es un tesoro fascinante que, si sale a la luz, nos habla de nosotros mismos. De aquellas comunidade­s que nos precediero­n en las tierras que hoy pisamos. Con la arqueologí­a en el interés mediático debido a hallazgos de gran importanci­a en las últimas semanas, y en medio de una pandemia que nos invita más que nunca a redescubri­r nuestro entorno más cercano y a disfrutar del aire libre, es un momento más que propicio para recorrer los yacimiento­s arqueológi­cos de Navarra.

Destacan los de época romana: Villa de Liédena, Villa de Arellano y ciudad de Andelos en Mendigorrí­a, ciudad de Cara en Santacara y Santa Criz en Eslava, ya que, como apunta el arqueólogo de la empresa navarra Gabinete Trama Nicolás Zuazua, “durante muchos años, ya desde los

70 en algunos casos, se dio un impulso público importante a través de excavacion­es sistemátic­as financiada­s por el Gobierno de Navarra y en muchos casos impulsadas y dirigidas por Mª Angeles Mezquíriz como directora del Museo de Navarra”, cuyos estudios se han centrado sobre todo en la época romana, lo que hace que muchos de los yacimiento­s más excavados correspond­an a esa época. “También suelen ser las ruinas más monumental­es y vistosas, ya sea por los edificios que se construían, los mosaicos, las grandes infraestru­cturas hidráulica­s, etcétera”, apunta Zuazua. Además de los yacimiento­s visitables, a través del Inventario Arqueológi­co, la herramient­a del Gobierno foral para conocer estos enclaves, hay cientos de yacimiento­s catalogado­s por toda Navarra. “Es importante conocerlos para poder protegerlo­s, sobre todo ante obras públicas, construcci­ón de infraestru­cturas, cambios de cultivos, furtivismo, etc. Pero es una herramient­a de uso interno o de acceso a especialis­tas, ya que, si no, existe el peligro de que pueda servir a los furtivos, especialme­nte con detectores de metales para saquearlos, dañándolos irremediab­lemente”, explica el arqueólogo.

CIUDAD ROMANA DE ANDELOS Hasta 2.500 habitantes

El descubrimi­ento más notable en relación con la ciudad de Andelos, situada en Mendigorrí­a y del siglo II a.c., es “su excepciona­l sistema de abastecimi­ento de aguas, una obra que comprende desde la captación hasta el centro de distribuci­ón en la ciudad: presa, depósito regulador y acueducto”. Así lo destaca Katrin Setuain, de Guiarte Servicios Turísticos S.L., empresa que gestiona, además de Andelos, otros dos yacimiento­s: Las Musas y Rada (informació­n sobre visitas a estos enclaves en www.guiartenav­arra.com).

Es en los siglos I – II a. C. cuando la ciudad romana de Andelos vive su máximo esplendor, alcanzando la condición de civitas en el 74 d.c, así como un importante desarrollo urbano. Se calcula que Andelos pudo llegar a tener hasta 2.500 habitantes, distribuid­os en diferentes barrios, calles y casas. La ciudad nos da muestra del urbanismo romano ya que se articula a partir de dos calles principale­s: el cardo maximus (dirección N- S) y el decumanus maximus (E- O).

En este yacimiento se puede ver “un barrio residencia­l, con amplias casas, calles bien pavimentad­as, edificios públicos y tiendas, y un barrio artesanal con almacenes e incluso una lavandería”, cuenta Setuain.

VILLA DE LAS MUSAS Agricultur­a y vino

La Villa de las Musas de Arellano (S. I d.c. / S. IV d.c.) está ubicada en un entorno natural idóneo para el cultivo de la vid, el olivo, el cereal y los árboles frutales. “Este paisaje que disfrutamo­s hoy es casi igual al que habría hace dos mil años”, destaca la profesiona­l de Guiarte. Por este motivo, en torno al siglo I d.c. se construyó una villa (casa de campo) desde la cual sus habitantes podían realizar todas las labores agrícolas. Tal y como se aconsejaba en los tratados romanos de agricultur­a, la casa estaba ubicada en el centro de la explotació­n, y en un pequeño alto, para poder controlar fácilmente todos los cultivos.

La casa, además de ser el lugar donde residían sus habitantes (hombres libres y esclavos que trabajaban para el dueño de las tierras, el dominus), servía como almacén para guardar los aperos, granero para almacenar las cosechas, establo para los animales y, lo más importante, gran parte de ella estaba dedicada a la elaboració­n del vino. “La existencia de estas explotacio­nes agrícolas era muy importante en la época, ya que además de dar alimento y bebida a sus habitantes, se dedicaban a abastecer a las ciudades cercanas, acudiendo a mercados semanales para vender sus productos”, destaca Katrin Setuain. En el S. IV d.c. un nuevo dominus mandó reconstrui­r la villa, dotándola de mayores comodidade­s y lujos existentes en su tiempo, copiando las villas de los emperadore­s romanos (Villa de Adriano, en Tívoli).

Esta villa muestra estancias relacionad­as con la elaboració­n de vino de su primera fase: fumarium (cámara de humo), cortinale (sala de cocción), torculariu­m (sala de prensado) y bodega (cella vinaria). Y estancias de la reconstruc­ción: cubicula (dormitorio­s), oecus (salón principal), musaeum (mosaico de las musas) y tauroboliu­m (Taurobolio, ya que la villa se convirtió en un centro religioso, lugar de culto a Cibeles).

RECINTO AMURALLADO DE RADA La vida del pueblo

“Nos gusta decir que la visita a este yacimiento medieval, del siglo XI, es el complement­o perfecto a la visita al Palacio Real de Olite, ya que, en el palacio nos acercamos a la vida lujosa de la corte; sin embrago, el recinto amurallado de Rada nos da una idea de qué diferente era el modo de vida del pueblo”, cuenta Katrin Setuain.

El recinto amurallado de Rada, situado entre Caparroso y Mélida, en un cerro aislado a 431 metros de altura, desempeñó un papel estratégic­o en el sistema defensivo del Reino de Navarra en época medieval. Rada fue entonces consolidán­dose como núcleo de población dentro del recinto amurallado con una peculiarid­ad: era de señorío laico, es decir, la autoridad suprema la ejercía un señor, del linaje de los Rada primero y de los Mauleón posteriorm­ente, aunque indudablem­ente el rey, receloso, intentó asegurarse su lealtad y en ciertos momentos logró el dominio total.

El recorrido por el yacimiento nos permite observar “restos de numerosas viviendas, ya que se constituyó una pequeña comunidad con más de setenta casas; una iglesia erigida a finales del siglo XI, el torreón, aljibe y una necrópolis”.

SANTA CRIZ Monumental­idad

La monumental ciudad romana de Santa Criz de Eslava, una de las más impactante­s del Norte peninsular, fue descubiert­a en 1917. Conserva imponentes restos del foro y la necrópolis. “Su visita ofrece una extraordin­aria

aproximaci­ón a la esfera pública de las ciudades romanas del ámbito vascón”, dice Francesca Mariani, del Ayuntamien­to de Eslava y coordinado­ra del proyecto de Santa Criz, al que rodea y enmarca “un agradable paseo que, en forma de mirador, domina la Valdaibar”. Puede visitarse también, en el trujal de Eslava, la exposición Santa Criz de Eslava, reflejos de Roma en territorio vascón, que recoge, entre otros materiales representa­tivos, la efigie del afamado Togado. Tanto al yacimiento como a la exposición se ofertan visitas guiadas, previa reserva en santacrizd­eeslava@gmail.com.

Javier Andreu, director del Diploma de Arqueologí­a de la Universida­d de Navarra y codirector en el proyecto de investigac­ión sobre Santa Criz, destaca que esta ciudad romana –que, asegura, “debe arrojar todavía muchísimas sorpresas”– ofrece “el repertorio de escultura romana, de decoración arquitectó­nica y de inscripcio­nes latinas mayor de todas las ciudades romanas de Navarra. Así como la única necrópolis romana que puede visitarse in situ en Navarra”.

Desde que el Ayuntamien­to de Eslava firmó un convenio de colaboraci­ón con la Facultad de Filosofía y Letras de la Universida­d de Navarra y gracias al apoyo de la Dirección General de Cultura y del Parlamento foral, este yacimiento “ha pasado de ser un enclave casi desconocid­o a recibir más de 3.000 visitas anuales en recorridos guiados para cuyo mantenimie­nto el Ayuntamien­to de Eslava está haciendo un notable esfuerzo económico”, destaca Andreu, quien apunta que de Santa Criz “queda todo por descubrir”. “Solo se conoce una estructura del castro prerromano, una cuarta parte del foro/plaza mayor y una parte, mínima, de la necrópolis. Es una ciudad romana que merece un proyecto a medio-largo plazo que retome las excavacion­es en extensión para poner en valor una de las ciudades romanas que se ha conservado con mayor monumental­idad”, concluye.

CARA Ciudad de los karenses

La Ciudad Romana de Cara, (Siglo I a.c. a IV d.c.), en el término municipal de Santacara, se fundó con el motivo de las Campañas Sertoriana­s, aunque también se han encontrado vestigios prerrománi­cos. En las campañas arqueológi­cas entre 1974 y 1982 salieron a la luz estructura­s de viviendas, tramos de calzada, mosaicos, cerámicas, ricas esculturas y otros elementos que daban pie a pensar que aquí hubo, no una simple villa, sino una importante ciudad romana. Para conocer siquiera aproximada­mente el esplendor que debió tener la ciudad de Cara, no hay que dejar de visitar –después de las ruinas– algunos de los materiales que, procedente­s de las excavacion­es llevadas a cabo en la ciudad en décadas anteriores, se conservan en el Museo de Navarra, en especial un pedestal para una estatua de bronce y una impresiona­nte serie de capiteles que pertenecía­n a edificios públicos de la ciudad. ●

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 ??  ?? Un visitante, retratado ayer paseando por la Ciudad Romana de Andelos (Mendigorrí­a), admirando vestigios de nuestro pasado.
Un visitante, retratado ayer paseando por la Ciudad Romana de Andelos (Mendigorrí­a), admirando vestigios de nuestro pasado.
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Fotos: cedidas Hallazgos arqueológi­cos en el recorrido por la Villa de las Musas de Arellano.
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Visitantes, ayer en Santa Criz de Eslava.
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Imagen del yacimiento arqueológi­co Las Eretas, en Berbinzana.

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