Diario de Noticias (Spain)

Cuatro mujeres y un escritor

- POR Juan Zapater (www.ghostinthe­blog.com)

2046

Dirección y guión: Wong Kar-wai. Intérprete­s: Tony Leung, Zhang Ziyi, Faye Wong, Gong Li, Takuya Kimura, Chang Chen y Maggie Cheung. País: Hong Kong, 2004. Duración: 120 minutos.

El título, 2046, hace referencia a un tiempo, a un no lugar, a una ciudad imaginaria y al improbable número de una habitación de hotel. En el último caso, se correspond­e con la habitación que su protagonis­ta quiere habitar pero que, a lo largo del tiempo que dura este filme, nunca lo hará porque, de manera obsesiva permanece en la puerta de al lado, la 2047. Desde allí rumia la pérdida de una relación que acabó y pierde un gran amor que se le ofrece sin pedirle nada a cambio. Bueno, paga 10 simbólicos dólares, un ritual para una relación desequilib­rada porque uno de los dos amantes vive esa pasión como si solo fuera un juego. No por vanidad o egoísmo sino porque él pertenece a los que, al decir de las canciones melosas, “el amor les hirió”.

2046 despliega un relato que parece encaramars­e al futuro y, sin embargo, se duele por el pasado. Parece un laberinto indescifra­ble y desarrolla la eterna historia de lo difíciles que pueden ser las cuestiones del corazón. El mundo se estremece por las asincronía­s de miles de hermosas y eternas historias de amor que no se consuman porque llegaron a destiempo. Demasiado tarde o demasiado pronto. El amor exige precisión y el acierto sublime de encontrar a la persona ideal en el momento oportuno. Así lo evidencia el propio Chow Mo Wan (Tony Leung), el escritor protagonis­ta de 2046, alter ego del propio Wong.

En 2004, Wong Kar-wai se había convertido en el cineasta de moda. Estaba en su tiempo de cerezas y gloria. Había seducido a medio mundo con un relato empeñado en detener la pulsión sexual. In the mood for love

(2000) marcó tendencia y vendió vestidos. Miles de mujeres de todos los países imitaron a su protagonis­ta y cedieron a la tentación de comprarse un qipao chino con bordados de flores y cuello mandarín. Miles de hombres maldijeron la apatía derrotada de ese marido engañado. Miles de románticas y románticos de todo el mundo, desde los que se obcecan con Chopin hasta aquellos que se emocionan con AC/CD, se sintieron interpelad­os por el gesto de renuncia al amor, extremo y plenamente oriental, que nutre al mejor filme de Wong Kar-wai.

En 2004, Kar-wai, el director chino que habitaba en Singapur, se enfrentó a su obra maestra buscando la excelencia. Eso implicaba enfrentars­e consigo mismo. Tenía que superar lo que se dio en reconocer como la obra maestra del comienzo del tercer milenio. Como es habitual en estos casos, a Karwai solo le quedaba una puerta, la de abismarse en el exceso.

Su nuevo relato, con ecos de autorrefer­encia, con jirones de su propio recorrido, miró hacia el interior. Ese nuevo relato, 2046, empieza a verbalizar­lo alguien que ya no es humano. Y lo que narra se disfraza de complejida­d, multiplica los encuentros y desencuent­ros, echa mano del metalengua­je y reflexiona sobre lo que marca el fundamento de su cine: la frustració­n ante la inadecuaci­ón de los afectos humanos. Se dice que es continuaci­ón de Days of Being Wild (1991) y Deseando amar. Son meras coincidenc­ias al estilo de Bolaño. El amor y el desamor, los celos y el sufrimient­o, el placer sexual, el éxtasis de la negación, el gozo de la contención.. todo fue convocado por Kar-wai. Y necesitó cuatro mujeres, las presencias más deseadas del cine asiático, para asaltar a Deseando amar.

En ese tiempo, el cine oriental era recibido con admiración. Venía con una convicción que ni Hollywood entendía, ni Europa había conservado. Y con sus cuatro arquetipos femeninos, cuatro es el número de la muerte en Japón, Kar-wai reconstruy­e su obra maestra. Y ciertament­e 2046 conserva su poder hipnótico, clona su música, supera su fotografía y le desequilib­ra su autoexigen­cia. Pero nada le quitará a 2046 el mérito de haber querido superar un mito. ●

 ??  ?? Tras ‘Deseando amar’, Wong Kar-wai se lanzó a la quimérica empresa de superar su obra maestra. El resultado, una exhibición de poderío hipnótico y belleza tan irregular como sobrecoged­ora.
Tras ‘Deseando amar’, Wong Kar-wai se lanzó a la quimérica empresa de superar su obra maestra. El resultado, una exhibición de poderío hipnótico y belleza tan irregular como sobrecoged­ora.
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