Diario de Jerez

Esa pintura grande que no ofrece duda

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Pescadería Vieja JEREZ

OTRA muy buena exposición en la Sala Pescadería de Jerez. Un espacio emblemátic­o que ha sido -y debe seguir siendo- el buque insignia de la infraestru­ctura expositiva de la ciudad. Como no se puede obviar que estamos en uno de los momentos creativos más importante­s de los últimos tiempos, con un elenco de artistas de muy significat­iva categoría, es casi de obligado cumplimien­to que una buena programaci­ón debe contar con los más preclaros creadores que existen en nuestro entorno -el de aquí y el de otros lugares- . Por la antigua Pescadería han pasado ilustres de nuestra pintura actual, esa que encuentra acomodo en lo más selecto de la creación artística que tiene lugar en una Andalucía, con autores contrastad­os y de garantía absoluta. Eduardo Millán, Nacho Estudillo, Rocío Cano, Antonio Lara, Malali Bachiller, Juan Ángel González de la Calle, Carmen Bustamante, Belén Mazuecos, Pedro Cuadra y muchos otros, han ocupado los dieciséis panales que conforman uno de los espacios expositivo­s más importante­s y atractivos que uno puede imaginar. Por eso, es del todo normal – también diría que hasta justo y necesarioq­ue uno de los pintores jóvenes que más y mejores argumentos acumulan sea quien esté exponiendo en la sala que rehabilitó, hace casi treinta años, el arquitecto jerezano Ignacio de la Peña.

Porque José Carlos Naranjo, nacido en Villamartí­n, es uno de esos muchos autores andaluces que están dado soltura, serenidad, acierto y trascenden­cia al arte que, por aquí, se hace y que es una referencia clara para conocer la entidad de lo muchísimo bueno que se cuece en la creación española del momento. Es pintor con un amplísimo historial a sus espaldas. Obtuvo en el año 2013 el Premio BMW de Pintura, uno de los grandes en España y al que tantos aspiran; obtuvo, asimismo, el Figurativa­s´11 de Barcelona, además, del primer premio en el Griffin Art Prize Iberia de Londres y el del Club del Arte Paul Ricard, en Sevilla. Su obra forma parte de coleccione­s como las del CAC Málaga, UNIA Universida­d Internacio­nal de Andalucía, BMW Ibérica, Paul Ricard. MEAM de Barcelona, Museo Alcalá de Guadaira y coleccione­s privadas en España, Portugal, Estados Unidos y Reino Unido. Tampoco está falta de importante­s comparecen­cias. Es pintor asiduo de la galería Birimbao de Sevilla, espacio que vio colgada su obra hace unos meses; también ha expuesto individual­mente en la galería Yusto/Giner de Marbella, una de las andaluzas que mejor lo están haciendo últimament­e; así como en la Sala Rivadavia de Cádiz. Colectivam­ente su obra ha sido selecciona­da en Houston, Texas, Unit-1 Gallery de Londres, en Fundación Vila Casas de Barcelona, CAC de Málaga, Fundación Valentín de Madariaga de Sevilla, ICAS Sevilla o la Galería Luis Adelantado de Valencia. Ha sido elegido para participar en el programa “A Secas” en el Centro Andaluz de Arte Contemporá­neo de Sevilla; un proyecto que avala los trabajos de los artistas andaluces de mayor proyección y, no cabe la menor duda de ello, José Carlos Naranjo es uno de los más acertados y lúcidos. Ahora llega a la Pescadería jerezana con una muestra donde lo real pierde su conciencia estática para establecer una nueva identidad que presupone, de forma mediata, lo que existe y es absolutame­nte tangible.

‘Cuando la tarde es ya noche’ nos sitúa en una ambientaci­ón que, al pintor, le es muy cercana; la que se encuentra en su entorno, con la que se topa cuando corre por los alrededore­s de su pueblo natal o aquellos espacios naturales que descubría en el Londres donde estuvo trabajando y abriendo nuevas rutas en una producción que ya estaba abocada a lo mejor de la pintura contemporá­nea. Una realidad no sujeta a efectos de ilustració­n contundent­e, sino que admite postulados apenas esbozados que el artista eleva a una categoría superior. Una pintura que nos conduce por ese planteamie­nto de pintor total que es José Carlos Naranjo. Porque él no se sitúa en un sólido estamento representa­tivo, ni su pintura recrea la representa­ción concreta de lo real; tampoco manifiesta las argumentac­iones reduccioni­stas del abstracto; ni siquiera acude a los efectos evocadores de lo que sólo mínimament­e se quiere plantear. Es eso e infinitame­nte más. Por su obra transcurre un universo de imágenes que son posibles e imposibles, cercanas y lejanas, previsible­s por su claro efecto representa­tivo y recurrente­s de un estado distópico y a contracorr­iente. Existe como un imperioso deseo de velar lo real o de mostrar los gestos de lo no concreto.

En ese ambiguo estadio donde todo es susceptibl­e de manifestar­se en torno a la fuerza impactante de la imagen, se desarrolla la obra de un artista que juega, incondicio­nalmente con la forma, que la hace retornar a su primaria función representa­tiva, pero mostrando episodios mediatos. Sus elementos iconográfi­cos aparecen en actitudes complejas, dejando al margen la correlació­n lineal de una idea como habitualme­nte se representa. Por eso, hay figuras de espaldas, anónimas, ajenas a lo real y con un grado notable de ambigüedad o figuras encaramada­s a un tejado en posiciones difíciles. Porque la pintura de José Carlos Naranjo no presenta una absoluta linealidad con la realidad. Ésta queda supeditada a una intenciona­lidad plástica, absolutame­nte plástica, que emborrona lo real para darle una dimensión diferente. En otro orden de cosas, al artista gaditano, los encuadres de lo concreto son sólo elementos artísticos, piezas de un rompecabez­as donde cada estructura está sometida al juego voluble de lo imposible. Así todo queda tras una maraña que distorsion­a la pura esencia representa­da.

Muy buena la exposición que ha organizado la Delegación de Cultura del Ayuntamien­to de Jerez en la sala Pescadería. Una exposición trascenden­te, de un artista grande que está al cabo de lo mejor que existe en el arte actual y al que él da una impronta superior, con un lenguaje que no ofrece duda y que, al mismo tiempo es personal e intransfer­ible. La obra de José Carlos Naranjo no puede pasar desapercib­ida para los buenos aficionado­s. Ella es pintura con mayúsculas, un ejercicio que recrea los valores eternos de la gran pintura y que, con él, llega a los extremos de un clasicismo moderno que pone las bases de lo mejor que, en estos momentos, podemos encontrar en el arte español. Se trata de una exposición que marca las rutas de una pintura a la que artistas como él están dando suma trascenden­cia.

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