Un encierro desigual de hechuras y juego
Toros de Victoriano del Río bien presentados pero muy desiguales de hechuras y juego, algunos con poco cuajo. Bravo el tercero. Diego Urdiales: delantera y tres descabellos (ovación); delantera atravesada y descabello (ovación). Manzanares: pinchazo y desprendida (ovación y aviso); dos pinchazos y caída (ovación y aviso). Roca Rey: atravesada y tres descabellos (oreja); delantera y cinco descabellos (ovación y dos avisos). Lleno con frío y viento. se iba a encargar de enfriar con una estocada defectuosa. Todo se quedó en esa solitaria oreja como premio, mientras que el toro se iba al desolladero sin recibir a que hubiera sido una merecida vuelta al ruedo.
El sexto, un dije de hechuras, mostró su clase y su facilidad desde el primer capotazo, pero también una tendencia a salirse suelto que nadie corrigió, ni siquiera Roca Rey, que lo pasó sin mando y sin potenciar sus virtudes hasta que volvió a recurrir a los efectismos en terrenos de tablas, donde volvió a matar mal.
Menos evidentes, pero también ciertas, fueron las virtudes de los dos toros de Manzanares, que les hizo dos trasteos muy similares: algunos muletazos aislados de buen corte salpicados en series cortas y de escaso temple, molestado por el viento en ocasiones pero casi siempre por debajo de la calidad de su primero y de la entrega del quinto.
El peor lote fue para Urdiales a la hora del sorteo, pues si el que abrió plaza fue un gazapón que nunca humilló ni se salió de las suertes, el otro se paró demasiado pronto.
El riojano, igualmente perjudicado por el viento, intentó prolongar los embroques con aquel, robándole algunos muletazos de mérito, y se desesperó con el cuarto, que, al volverle la cara en el remate de una tanda, le sorprendió y le volteó seca y aparatosamente, aunque sin mayores consecuencias que algunos golpes y rasguños.