Moscú rechaza la liberación de Navalni y abre una campaña de persecución de sus aliados
● Las autoridades rusas frenan la apelación del líder opositor, aunque sus seguidores protestarán de nuevo el domingo ante la KGB
Las autoridades rusas estrechan el cerco al líder opositor Alexei Navalni y sus aliados con registros domiciliarios, detenciones y causas penales, aunque la oposición sigue adelante con sus planes de celebrar una nueva protesta frente a la sede de los servicios secretos contra el arresto de su líder. “Las fuerzas de seguridad cumplen con su función. Hubo numerosas violaciones de la ley” en la gran protesta del pasado sábado, dijo ayer el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
La represión policial comenzó hace una semana con la detención de casi 4.000 personas en las protestas a favor de la liberación de Navalni y alcanzó su cénit anteanoche con el arresto, entre otros, del hermano del opositor, Oleg, y de su mano derecha, la abogada Liubov Sobol.
La Justicia rusa frustró ayer cualquier esperanza de liberación de Navalni, actualmente en prisión preventiva por 30 días, al rechazar el recurso presentado por sus abogados contra el arresto que le fue impuesto a su regreso de Alemania, donde estuvo casi cinco meses convaleciente de su envenenamiento con el agente químico Novichok.
Pese a los insistentes llamamientos occidentales, el Tribunal de la Región de Moscú consideró que el arresto es legal, por lo que el opositor deberá permanecer en la prisión de Matrosskaya Tishina hasta el 15 de febrero.
“Esto es una gran violación de la ley. ¿Ha leído el auto judicial? Si lo ha hecho, debería reírse del Tribunal de la Región de Moscú ¿Cómo un detenido puede estar en prisión preventiva?”, dijo Navalni, quien participó en la vista por videoconferencia. Navalni, cuyos abogados recurrirán al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, afronta el 2 de febrero un juicio en el que podría ser condenado a 3,5 años de cárcel por un antiguo caso penal.
El servicio penitenciario recordó ayer que el opositor incumplió su obligación de personarse ante la autoridad, aduciendo que antes de caer en coma en agosto pasado había infringido ese norma en seis ocasiones, sólo en la primera mitad de 2020.
Por ello, insiste en pedir al tribunal que convierta la pena suspendida dictada contra Navalni en 2014 en una real, aunque el TEDH condenó esa sentencia como “arbitraria”.
De poco valió que el presidente de EEUU, Joe Biden, expresara esta semana a su colega ruso, Vladimir Putin, su honda preocupación por el trato a Navalni, quien acusó al jefe del Kremlin de ordenar su asesinato.
Muy al contrario, las fuerzas de seguridad han apretado las tuercas según avanzaban los días desde que la oposición anunciara una nueva jornada de protestas el próximo domingo, que en el caso de Moscú arrancará en la plaza Lubianka, donde está la sede del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antigua KGB).
El operativo especial comenzó el miércoles y continuó hasta altas horas de la madrugada. Primero le tocó el turno al domicilio de la esposa de Navalni, Yulia, cuya puerta fue derribada, y después al hermano del opositor y a Sobol, que fueron detenidos.