Diario de Jerez

LAS ESCALERAS DE LA POLÍTICA

- RAFAEL NAVAS

LA carta de despedida de Juan Pedro Crisol, jerezano que durante cinco años ha sido jefe de gabinete de Manuel Jiménez Barrios en la Consejería de Presidenci­a de la Junta de Andalucía, contiene una frase de Diego Valderas, ex vicepresid­ente del Parlamento andaluz con IU-CA, que deberían grabarse a fuego todos los políticos y además llevarla a la práctica llegado el caso: “En política, como en la vida, hay que saber subir las escaleras pero, sobre todo, bajarlas. Es la mejor lección de democracia”.

Crisol, que también ha sido concejal de Urbanismo en Jerez y asesor de Alcaldía

en tiempos de Pilar Sánchez, añade: “En política siempre hay que estar con las maletas hechas”. No debería ser necesario poner por escrito estas afirmacion­es que son de sentido común ni debería ser noticia el hecho, pero tristement­e lo es porque hay muchos que no lo tienen claro. El viaje a la política que muchas personas realizan ha de tener billete abierto para la vuelta a la vida ‘civil’ porque, de lo contrario, se pervierte la propia política y se confunde vocación de servicio con oficio y beneficio.

En muchas ocasiones no sólo se suben las escaleras de tres en tres peldaños sino

que se utilizan ascensores sociales para subir cuanto más alto en el menor tiempo posible. No es muy habitual ver políticos que después de haber ostentado una responsabi­lidad regresan a su lugar de origen laboralmen­te hablando. Claro que, para que sea posible, primero hay que contar con ese lugar y no todo el mundo puede presumir de ello. Es aquello del miedo a bajar del coche oficial o volver a coger la ‘tiza’.

Ahora que se produce un relevo en la Junta de Andalucía después de cuatro décadas de poder en manos de los socialista­s se plantea la cuestión de los cargos cesantes. Muchos no tienen a dónde volver porque se iniciaron en política y no han conocido otro trabajo que no sea estar bajo el paraguas de unas siglas. Esto no es exclusivo del PSOE, por supuesto. En cuanto un partido toca poder, por pequeño que sea, acuden a él decenas, cientos, miles de personas que tratan de obtener un cargo, naturalmen­te remunerado, para vivir de la

política. Cuanto mayor es el tiempo en el poder, mayor es el entramado y, en consecuenc­ia, mayor el número de cargos (y sueldos) a repartir.

Tal vez por ello se perciben tantas resistenci­as en estos momentos en los que a un partido le toca desalojar el poder en Andalucía. Cuestionar el juego democrátic­o, en unos casos u otros, es una falta de respeto a los votantes y, como apuntaba Crisol en su carta, suena poco democrátic­o.

El nuevo gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla, en el que posiblemen­te veamos mañana a algún jerezano o jerezana, tiene ante sí muchos retos. Uno de los principale­s, si no el primero, es devolver la confianza de los ciudadanos en la clase política y hacerles ver que no estamos ante un quítate tú para ponerme yo y hacer lo mismo con los míos. Ese es el mejor camino para que, cuando los ciudadanos decidan, los nuevos gobernante­s puedan bajar esas escaleras con la cabeza bien alta.

En tiempos de relevo en el Gobierno andaluz conviene recordar que en los cargos públicos se está de paso

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