Diario de Cadiz

Carlos Villoslada “Caba”, unas notas frescas sobre las olas de la playa de La Caleta

El Centro Cultural de Unicaja acogió el concierto inaugural del Festival Jazzcádiz, en una sala con mucho público y una noche repleta de emociones

- ENRIQUE BARTOLOMÉ

Crítica de Música

“CABA” DOUBLE GUITAR QUARTET

El Festival Jazzcádiz 2024, en su 17 edición, abrió edición y acogió la noche del viernes, en el Centro Cultural Fundación Unicaja de Cádiz a Carlos Villoslada “Caba”double Guitar Quartet. Villoslada interpretó, con su batería, sus propias composicio­nes, acompañado depablo García (bajo eléctrico) y Roberto García (guitarra eléctrica).bien es cierto que el cuarteto se quedo en trio (por enfermedad del guitarrist­a Nicolás Alvear). Y no paso nada. Todo lo contrario. También en carnavalha­y cuartetos de tres. Ya saben aquello que dice: “¡Esto es Cádi, y en Cádi hay que mamar!”.

De este “entrante musical” calidad y cantidad. Músicos y público –que llenaba la sala, desde una hora antes del concierto–, vivieron in situ una tarde con mucha complicida­d. Los jóvenes instrument­istas, convertido­s en maduros contadores de historias musicales, transmitie­ron notas frescas. Como esas olas cargadas de sal y repletas de historias de ida y vuelta en el horizonte –siempre cercanas–, de La Caleta.

En la organizaci­ón de Jazzcádiz –doy fe–, se toman en serio eso de aportar a este balcón de la Bahía, no solo el mejor jazz, sino el aprendizaj­e del lenguaje que se percibe por el oído. El vuelo, mágico y pausado de las gaviotas, el musitar del agua entre los guijarros de un río de Cantabria. Una península, un jardín o un puente.

Carlos Villoslada “Caba” (1998, Cádiz) estudió percusión en el conservato­rio Manuel de Falla a los diez años de edad. En 2014, en la Escuela de Música Moderna y Jazz de la UCA, recibió clases del baterista Juan Sainz. En 2016 en el Centro de Artes y Música de Málaga, el Maestro Puyana y los bateristas Sergio Díaz y Juanma Nieto pulen sus aristas y en 2020 culmina sus estudios, grado de Batería Jazz, en el Centro Superior de Música del País Vasco, (Musikene) de la mano de Jo Krause, el pianista Roger Más y los compositor­es y arreglista­s Miguen Blanco y Miguel Ángel López.

Entre las composicio­nes de la otra tarde –lleno de matices, de cordura y de locura–, temas como: Península del Llanto, Ciudad Jardín, Harka, La casa de los esqueletos, Puente Arce, Freya, Lágrimas Cerúleas, Pesar y Chisqueru, pudimos adivinar que tras la exultante juventud de Carlos, Pablo y Roberto, hay mucha madera. Las caracterís­ticas del Jazz se desnudaron y atraparon a un público expectante de principio a fin. Ya decía el batería y cantante británico Phil Collins que hasta cierto punto, la música ya no es mía, es tuya. Y nada menos que eso consiguier­on.

Los timbres instrument­ales insólitos (marca Jazz), se instalaron en la sala sin tocar el suelo; el uso de la síncopa, la insistenci­a rítmica, la improvisac­ión calculada y libre a la vez. Ese totum revolutum que engancha. El alma del Jazz se abrió en canal. Y allí estuvimos más de una hora pululando, como por arte de magia, sobre esas partituras invisibles a la vista, pero muy presentes en el resto de los sentidos. Esa que el Jazz tiene por esencia. La que prevalece.

De vuelta a casa, por las callejas de Cádiz, el buen hacer de Carlos Villoslada “Caba” Double Guitar Quartet, de futuro cierto, nos hizo el camino más llevadero. La noche más eterna, la luna casi llena, la marea casi alta. Y me acordé de aquello que decía Platón a sus discípulos: el ritmo y la armonía encuentran su camino hacia el interior del alma. Pues eso.

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Carlos, Pablo y Roberto durante su actuación.

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