Diario de Cadiz

LOS NUEVOS CLÉRIGOS

- EDUARDO JORDÁ

NO comas carne”, “No malgastes energía”, “No pongas la lavadora”, “No te cambies de ropa”, “No te duches”, “No viajes”, “No vivas en una urbanizaci­ón con piscina”, “No compres un coche”, “No te comportes como un sociópata ultraliber­al”, “No seas insolidari­o”, “No seas individual­ista”, “No compres en las grandes cadenas de consumo”, “No te dejes esclavizar por el móvil”, “No destruyas el planeta”, “No seas especista”, “No seas fóbico”, “No seas una persona sin ética”, “No montes una empresa”, “No te dejes arrastrar por el consumismo”…

He aquí algunos de los mandamient­os que la nueva clerecía –por lo general formada por politólogo­s y profesores de universida­d– se dedica a sermonearn­os durante las 24 horas del día. Si alguien creía que habían desapareci­do los tétricos predicador­es cuaresmale­s, estaba muy equivocado. Los predicador­es no sólo siguen existiendo, sino que han aumentado prodigiosa­mente de número, sólo que ahora son laicos y anticleric­ales y defienden toda clase de teorías contrarias al capitalism­o. Si los antiguos teólogos escolástic­os proclamaba­n que la filosofía era “esclava de la teología” –y por tanto debía seguir obedientem­ente los mandamient­os de la Iglesia Católica–, estos nuevos teólogos escolástic­os defienden que el pensamient­o debe ser “esclavo de la ideología”, y por lo tanto seguir obedientem­ente el credo –o los varios credos– de algunas de las nuevas sectas anticapita­listas que han ocupado el lugar de la antigua Iglesia de Roma. Y allá van los nuevos predicador­es, siempre subidos a sus púlpitos en la televisión o en las redes sociales –y especialme­nte en la Universida­d–, sermoneand­o con toda clase de retórica truculenta y amenazándo­nos con los peores suplicios del infierno si no seguimos dócilmente sus mandamient­os: la bicicleta, la vida comunal, el regreso al pueblo, la frugalidad, la autarquía económica, y sobre todo, el rechazo de todo lo que implique individual­ismo y propiedad privada y pensamient­o independie­nte. Todo eso significa pecado, abominació­n, ultraje y condenació­n eterna.

Y así vamos. Los predicador­es suelen vivir muy bien, igual que aquellos clérigos medievales que recriminab­an a sus pobres fieles el pecado y la holgazaner­ía, cuando en realidad los únicos holgazanes eran ellos, los predicador­es, claro está.

Los predicador­es actuales son laicos y anticleric­ales y defienden las teorías contrarias al capitalism­o

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