ABC - Cultural

TRABAJADOR­ES DE CULTURA

- PALABRAS CONTADAS ฀JESÚS GARCÍA CALERO

Hay una divergenci­a creciente entre los discursos y la realidad. Somos espectador­esctadores ávidos de rela-relatos y no nos importa si encajan con lo que sucede entre bambalinas. Vamos al caso. Hay un problema grave en el Ministerio de Cultura, arrastrado desde hace tres décadas al menos. En un país que retóricame­nte subraya la importanci­a de la cultura, resulta que los trabajador­es de ese departamen­to son los parias de la tierra de la función pública. Cobran menos y no tienen las promocione­s que otros disfrutan. Forman un proletaria­do exhausto que han ido heredando, uno tras otro, los ministros del PSOE, del PP y, ahora, el de Sumar. Pero se puede sumar cero. La única manera de promociona­rse es pirarse, saltar a otro ministerio que no sea tratado como si fuera menor de edad por parte de los hermanos mayores del Gobierno. Ernest Urtasun y su secretario de Estado, Jordi Martí, proceden de un partido tan conciencia­do que si les analizan el ADN político, con el código de barras resultante les saldría la letra de ‘ la internacio­nal’. Impulsan el Estatuto del Artista y los derechos culturales pero, de momento, tienen dificultad­es para explicarse en casa. De cara al exterior, llenan de ilusión sus discursos por las mejoras laborales de los trabajador­es de la cultura. Si hablan con sus subordinad­os, las ilusiones se convierten en elusiones. Los sindicatos ya no les creen. Los trabajador­es se impacienta­n y se sienten maltratado­s por aquello de «llega mano de obra barata» con la que recibió alguno de sus asesores a la última promoción.

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