ABC - Cultural

FELIZ, FELIZ NO CUMPLEAÑOS

Los contratiem­pos pandémicos impiden a ARCO celebrar con una sección especial sus 40 ediciones hasta la fecha. Diferentes agentes artísticos la construyen aquí desde sus recuerdos

- JAVIER DÍAZ-GUARDIOLA

s posible que el ARCO que comienza el miércoles no escriba las mejores páginas de su historia: una edición golpeada por el coronaviru­s (el contagio le llegó en 2020, el ingreso en UCI en febrero de 2021, con su aplazamien­to, y el alta, ya veremos si la semana que viene); desubicada (por primera vez se celebra en verano); adelgazada (dejándose por el camino más de cien galerías, algunas pesos pesados como Hauser & Wirth o Continua); y desmemoria­da (que renuncia a celebrar los 40).

Sin embargo, la entrega de 2021 será la 40ª de la feria, motivo ya más que suficiente para no caer en el olvido. Cuatro décadas en las que se agolpan los recuerdos, las anécdotas, también los malos rollos y los cabreos de todos los que han escrito la historia del salón de Ifema como partes implicadas.

Como han podido ya leer, entre los de su fundadora y primera directora, Juana de Aizpuru, está el que la feria, hoy, no se llamara ARCOmadrid, sino ARCObarcel­ona, pues la Ciudad Condal fue el primer escenario que se barajó. Para la responsabl­e actual, Maribel López, tomar conscienci­a de que toda su vida profesiona­l ha estado ligada a esta cita: Con 20 años la visitó por primera vez con amigas, «un auténtico viaje» en el que «la inquietud por no entender allí casi nada fue el motor para seguir investigan­do en el arte».

LOS ARTISTAS RECUERDAN SU ESTRENO EXPONIENDO.

LOS COMISARIOS, LOS CONTACTOS REALIZADOS

«¿Quién mejor?»

A ARCO volvería después como galerista, primero con Estranyde la Mota, más tarde con su propia firma, que fundó en Berlín. En su organigram­a se fue insertando antes como comisaria de la sección ‘Opening’ en 2011, como subdirecto­ra en 2012. «Cuando en 2019, Carlos Urroz me pasó el testigo, revisé toda esa historia personal, lo que me ayudó a darme cuenta de que quién mejor para dirigirla. Había visto ARCO desde muchos ángulos, me había quejado de mil cosas como trabajador­a de galería, de otras tantas como galerista, había allanado a muchas el camino y estaba orgullosa de la feria que habíamos conseguido».

Si se le pregunta a los artistas, lo lógico es que sus mejores experienci­as aquí estén vinculadas a los momentos en los que se estrenaban exhibiendo en sus pasillos. En el caso de Eugenio Ampudia, aquello sucedió en 1993, con Rafael Ortiz y Jorge Bravo (ahora etHall): «Presenté una instalació­n, ‘Guerra fría’, con 1.200 serigrafía­s. Cuando un coleccioni­sta adquiría una, era sustituida por su retrato en polaroid. María Corral, que por entonces dirigía el Museo Reina Sofía, compró la primera. Andrés Mengs, la segunda... Costaban 1.000 pesetas. Vendí 970. Así conocí a, hoy, grandes amigos». Para Isabel Muñoz, la entrada en la feria llegó

del arte. Se consiguió. Todavía el arte valía para protestar, reflexiona­r, pensar y dar explicacio­nes sobre la existencia. Todo aquello fue evoluciona­ndo hacia el circo, un mal circo».

Lo normal es que, si la pregunta se lanza a un agente del arte, la respuesta se dirija hacia las relaciones profesiona­les a las que la feria dio pie. Para Nuria Enguita, directora del IVAM, ARCO es «punto de encuentro con el sector, sobre todo desde que abandoné Madrid en 1991». A Ferran Barenblit, a punto de salir del MACBA, le facilitó trabajar con su equipo en 2014 en el desembarco de la Colección Fundación ARCO en el CA2M. Para Manuel Borja-Villel, responsabl­e del Reina Sofía, que escenifica sus compras anuales en estas tablas, es el lugar en el que Kynston McShine, histórico conservado­r del MoMA, le invitó a participar en unas charlas: «La experienci­a me hizo reconsider­ar ARCO no solo como feria, sino también como lugar de debate». Estos mismos aspectos son destacados desde el CAAC por Juan Antonio Álvarez Reyes: «También convertirs­e en una especie de celebració­n del arte contemporá­neo. Son dos de los logros que la feria consiguió casi desde los inicios. Y encontrarn­os y celebrar el arte son, en estos momentos de pandemia, dos de las cuestiones más necesarias».

ARCO es esa feria a la que muchos han acudido por primera vez (y en la que, como Inma Prieto, de Es Baluard, señala, caímos en cosas tan obvias de las que reírse ahora, «como que te puedes pasar esperando a una amiga en un sitio distinto más de una hora al pensar que un artista solo puede estar representa­do por una galería»); un espacio emocional en el que «los recuerdos se amontonan como las obras –apunta el comisario David Barro–, en el que se da un juego serendípic­o de accidentes y donde reinan las casualidad­es». Él conoció allí, en 2004, al comisario brasileño Paulo Reis. Hoy, su hijo se llama así: Paulo.

«ARCO’21 se entiende a sí mismo como una oportunida­d, un espacio en el que las galerías recojan los frutos del trabajo de un último año muy duro y en el que los artistas sean vistos por personas que pueden representa­r un cambio absoluto en sus carreras», concluye López. Ese es su reto. Y el inicio de un montón de nuevas anécdotas.

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Concha Jeréz, artista y Premio Nacional
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FIN DE DESTINO. A la izquierda, Maribel López, actual directora de la feria. Sobre estas líneas, el estand de ABC Cultural en la entrega de 1997
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 ??  ?? HACER MEMORIA. Sobre estas líneas, la feria en 1996. Arriba, la fotógrafa Isabel Muñoz. A la izquierda, una imagen de la edición de 2020, en la que ya irrumpiero­n las mascarilla­s, con una obra de Olafur Eliasson
HACER MEMORIA. Sobre estas líneas, la feria en 1996. Arriba, la fotógrafa Isabel Muñoz. A la izquierda, una imagen de la edición de 2020, en la que ya irrumpiero­n las mascarilla­s, con una obra de Olafur Eliasson

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