Una locura nada transitoria
De cómo la muestra sobre esta década del Guggenheim nos hace enloquecer por desear recorrerla una y otra vez
Entrar en las salas del Guggenheim para ser espectador de la exposición ‘Los Locos Años Veinte’ es, sin duda, una experiencia altamente nutriente y esperanzadora. A nivel artístico, las comisarias Cathérine Hug y Petra Joos la convierten en algo transformador. La forma en la que se nos conduce por el itinerario que se ha preparado, con la firma de Calixto Bieito, director artístico del Teatro Arriaga, es realmente sublime. Comenzamos fundidos en negro, con una proyección del ‘Ballet mecánico’, así como con obras pictóricas que ya sugieren en qué momento de las vanguardias estamos ubicados. Los años veinte del pasado siglo no son sólo una década de progreso, sino un decenio de absoluto cambio, movimiento, dinamismo y aliento fresco como reacción a la gran lucha de la sociedad tras la I Guerra Mundial (y la ‘gripe española’). Esto se aprecia claramente cuando avanzamos y tenemos proyectada la película ‘Berlín, Sinfonía de una ciudad’ (W. Ruttmann) en la que pasamos de unas calles vacías, siniestras, a un fulgor y movimiento casi alocado y difícil de controlar.
No hay que ser extremadamente sensible para analizar cómo un siglo después nos encontramos en un momento similar. El cuestionamiento de los roles sociales, de las experiencias humanas, de las posibilidades económicas, así como las estructuras políticas y culturales, se encuentran ahora en un paralelismo tan cercano que abruma avanzar en el recorrido y comprender que, casi del mismo modo, pasaremos por experiencias similares, aunque, eso sí, el apogeo económico de los Locos Años Veinte no es, ni por asomo, similar al que vivimos en nuestros días.
Es fácil asimilar en este contexto que movimientos como la Bauhaus, el Dadaísmo o la Nueva Objetividad florecieran de un modo tan incontenible. También que sea el momento en el que algunos elementos, ya icónicos, del diseño, la arquitectura o la moda se dieran entonces.
Recordemos ese periodo de entreguerras, que lo es de
explosión económica abrumadora y de ganas de vida que la sociedad europea tenía. A lo largo de la propuesta, todo va viendo la luz, perfectamente ubicado en las salas, que pasan a teñirse de otro color, luminoso, esperanzador, en lo que vamos viendo como un diálogo integral entre la tesis curatorial, las obras y el espectador.
La exposición no sólo recorre ciudades como Berlín, París, Viena y Zúrich, sino que acoge, en el intenso montaje, todos los medios que se convierten en referencia en ese momento: la pintura, la escultura, el dibujo, hasta la fotografía, el cine, el ‘collage’ y el diseño de objetos (recordemos el auge del cristal y los estudios sobre el dinamismo, el movimiento… Podríamos abrir un debate extenso sobre el avance del diseño industrial); también de mobiliario, de la producción en cadena, de la utilidad y el buen diseño que primaba en la época.
En las salas del Guggenheim de Bilbao se ubican unas 300 piezas que se reparten en siete capítulos narrativos, a los que, de un modo tremendamente lúcido, se añaden nombres contemporáneos que utilizan de una manera evidente el lenguaje formal o los temas que han forjado los años veinte, conectándolos con el momento actual y sus similitudes, más allá de la pandemia y la crisis económica. Quizás, que la exposición haya tenido a un dramaturgo y director operístico (el mencionado Bieito) implicado en el montaje expositivo de las comisarías tenga que ver en la grandiosa sensación que termina traspasándonos entre estancias de cómo está escenografiado todo; en las luces, los contrastes, que están perfectamente medidos para aglutinar esa explosión de libertad ideológica, sexual, de liberación de traumas, y que nos hace experimentar la exposición más allá del mero placer estético o de reflexión que pueda suscitar.
Sin duda, ‘Los Locos Años Veinte’ es una muestra sensorial, artística, reflexiva y, sobre todo, y a pesar de los momentos concretos que circunscribe, atemporal. Es tanto el estímulo y el contenido de la exposición que el visitante mínimamente conocedor de la Historia contemporánea, el arte o el diseño se queda con la sensación de querer volver para, en monodosis, disfrutar de los siete epígrafes que la componen y que explotan en nuestra cabeza.
Los Locos Años Veinte Colectiva Museo Guggenheim. Bilbao. Avenida de Abandoibarra, 2. Comisarias: Cathérine Hug y Petra Joos. Diseño: Calixto Bieito. Hasta el 19 de septiembre