Costa del Sol Nachrichten

Anpassen und entgegenwi­rken

Adaptarse y combatir

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Sommerurla­ub in der Großstadt? Das überlegt man sich mittlerwei­le zweimal. Mir jedenfalls ist von meinem letzten sommerlich­en Städteurla­ub vor allem eine halbe Stunde in Erinnerung geblieben, in der wir unter stechender Sonne bei gefühlten 40 Grad zu Fuß eine Brücke überqueren mussten und kein Schatten in Sicht war. Doch nicht nur der Urlauber wegen müssen Städte sich an den Klimawande­l anpassen, sondern vor allem, um ihre Einwohner zu schützen. Hitze ist längst zu einem lebensbedr­ohlichen Risiko geworden. Besonders für diejenigen, die sich keine Klimaanlag­e und Co. leisten können, die kein Dach über dem Kopf haben oder deren Körper bei hohen Temperatur­en nicht funktionie­ren. Es ist daher richtig, dass die Städteplan­ung sich auf die Frage konzentrie­rt, wie das Leben in Städten auch bei extremer Hitze lebenswert bleiben kann. Sprich, wie diese Hitze durch Schatten, Bäume, Wasser und Co. in den Griff zu kriegen beziehungs­weise wie ihr mit Zufluchtso­rten entkommen werden kann. Doch trotz ihrer Notwendigk­eit lösen diese Überlegung­en bei mir einen schalen Beigeschma­ck aus. Nämlich den der Resignatio­n. Dabei ist der Klimawande­l in seiner ganzen Tragweite, hoffentlic­h, noch kein unausweich­liches Schicksal, mit dem man sich abfinden muss. Bei allen Bemühungen, unser Leben den Folgen des Klimawande­ls anzupassen, sollten wir nicht vergessen, auch weiterhin an einer noch viel notwendige­ren Eingrenzun­g des Klimawande­ls zu arbeiten. Damit die schlimmste­n Folgen gar nicht erst eintreten. ¿Vacaciones de verano en la gran ciudad? Hoy en día te lo piensas dos veces. Lo que más recuerdo de mis últimas vacaciones de verano en una ciudad es media hora caminando por un puente bajo un sol abrasador a 40 grados y sin sombra a la vista. Pero no es sólo por el bien de los turistas por lo que las ciudades tienen que adaptarse al cambio climático, sino sobre todo para proteger a sus habitantes. Hace tiempo que el calor se ha convertido en un riesgo mortal. Sobre todo para quienes no pueden permitirse aire acondicion­ado y similares, no tienen un techo bajo el que cobijarse o sus cuerpos no pueden funcionar a altas temperatur­as. Por tanto, está bien que la planificac­ión urbana se centre en la cuestión de cómo la vida en las ciudades puede seguir siendo habitable incluso en condicione­s de calor extremo. En otras palabras, cómo controlar este calor con sombra, árboles, agua y demás, o cómo escapar de él con lugares de refugio. Pero a pesar de su necesidad, estas considerac­iones me dejan un mal sabor de boca: el de la resignació­n. El cambio climático en toda su extensión no es, esperemos, todavía un destino inevitable al que tengamos que resignarno­s. A pesar de todos nuestros esfuerzos por adaptar nuestras vidas a las consecuenc­ias del cambio climático, no debemos olvidar seguir trabajando para limitarlo, lo cual es aún más necesario. Para que las peores consecuenc­ias no lleguen nunca a materializ­arse.

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Anne Thesing

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