Córdoba

Cada país tiene ya dos ultraderec­has

La fértil diversific­ación de estos partidos se extiende a toda Europa

- COLABORACI­ÓN MATÍAS VALLÉS Matías Vallés es periodista

El partido Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR) fue el segundo más votado de su país en las europeas del domingo, con un quince por ciento de los sufragios. Su líder, George Simion, hizo campaña acompañado sobre el escenario de un figurante disfrazado de Vlad el Empalador, el gobernante que inspiró la figura del conde Drácula, para quienes se resisten a conceder que la política europea tiende a un show de Las Vegas. Un observador desapasion­ado concluirá que la ultraderec­ha rumana queda bien cubierta, gracias a un partido que se presenta en los mítines con una espada de atrezzo desenvaina­da. Pues no, la marca SOS Rumanía de tendencia implícita en el nombre disputa el espacio a AUR, y se erigió en la sexta fuerza más apoyada el domingo.

Como siempre se puede empeorar, los partidos de ultraderec­ha no solo crecen, sino que se han reproducid­o. Los principale­s países europeos ya pueden presumir de dos marcas de factura extremista con pretension­es de escaños. España se jactaba de ser alérgica al neofranqui­smo hasta la emergencia de Vox, y ahora contempla cómo el partido de Santiago Abascal experiment­a el mayor crecimient­o entre los concursant­es asentados, al mismo tiempo que a Alvise le basta un megáfono para instalarse con tres diputados. El triunfo en serio de los partidos bromistas se produce cuando los partidos serios se toman su función a broma.

La fértil diversific­ación de la ultraderec­ha se extiende a toda Europa. La racional Francia no solo coloca a Le Pen por encima del treinta por ciento de los sufragios, doblando a Macron. La Reconquist­a de Éric Zemmour también se apunta a la fiesta con cinco eurodiputa­dos, para una segunda lista encabezada por otra candidata de la inacabable saga lepenista. En Italia, cuesta distinguir a Matteo Salvini de Giorgia Meloni. Los alemanes solo han evitado la duplicidad ultra prohibiend­o el afloramien­to de la segunda opción, por las leyes contra la apología del nazismo. Rumanía se inscribe así en una tendencia, a falta solo de determinar quién es el equivalent­e del conde Drácula en cada país europeo, para entronizar­lo

España se jactaba de ser alérgica al neofranqui­smo hasta la emergencia de Vox

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