Córdoba

Marsé, recuerdo íntimo

Un grupo de allegados explican su relación con el autor de ‘Últimas tardes con Teresa’

- JUAN CRUZ cultura@cordoba.elperiodic­o.com MADRID

He aquí un grupo de amigos que explican su relación, literaria y afectiva, con Juan Marsé cuando Lumen vuelve a publicar libros de su mejor biblioteca. La primera tanda de títulos comprende Últimas tardes con Teresa, Rabos de Lagartija, Si te dicen que caí, El embrujo de Shangai y Colección particular.

Joan Manuel Serrat fue un gran amigo de Marsé, su lector. Cuando murió Manuel Vázquez Montalbán, se sentaron juntos en el velatorio. Vi a Serrat llorar. Ahora habla de sus lecturas de la obra de quien tan amigo fue. «Leí primero Últimas tardes con Teresa… Siempre me ha movido el mundo de Marsé… Aquella figura del Pijoaparte, el personaje de Teresa Serrat, a la que conocí más adelante… Lo conocí en Bocaccio, en torno a 1968... No fue una amistad inmediata, fue un afecto que fue creciendo con los años. Nos precedía un mundo común, el barrio, la posguerra, ¡incluso llegamos a escribir juntos una canción, Los fantasmas del Roxy! La obra que prefiero de él es El embrujo de Shangai y, claro, Si te dicen que caí... Que su obra siga en las estantería­s significa no sólo aprecio, sino interés».

RESERVADO»/ «TÍMIDO Y Uno de sus grandes lectores, compilador de obras suyas, prologuist­a, por ejemplo, de Colección particular y editor de sus confesione­s finales, Notas para una memoria que nunca escribiré, es Ignacio Echevarría. «Con mi mala memoria», dice al respecto de su primera lectura de Marsé, «me es imposible responder con precisión a esta pregunta pero sería bastante pronto, en la raya de los veinte años, si no antes... La primera novela, de eso sí me acuerdo, fue sin duda Últimas tardes con Teresa...». Trabajar con su obra «fue un sueño o más bien una fantasía cumplida... Si alguien me hubiera dicho, de estudiante de filología, que algún día me ocuparía de una obra suya, no lo hubiera creído... Su mundo narrativo es tan compacto, su universo moral y sentimenta­l tan caracterís­tico, y está tan trenzado a mi propia historia moral y sentimenta­l como lector, que trabajar con sus textos fue como ingresar en un ámbito familiar». ¿Y convivir con él? «Era tímido y más bien reservado. Tuve el honor de ocuparme de dos de sus libros, uno de ellos -sus diarios y apuntes- de manera póstuma. El otro es una compilació­n de su narrativa breve. Me manifestó su confianza y me dejó hacer. Él ya estaba enfermo y bastante cansado. Le gustaba conversar y contar viejas anécdotas... Conectábam­os a través del humor, sobre todo...».

EL PORVENIR DE SU OBRA «Marsé es un autor que resiste al olvido por el encanto y la coherencia de su mundo narrativo. Que éste se halle enclavado en un territorio muy particular -los barrios de la zona norte de Barcelona- y en una época concreta la posguerra española- no impide que, más allá de estas marcas espaconfia­nza,

ciales y temporales, su obra atraiga a las nuevas generacion­es de lectores en la medida en que construye un marco propio, autónomo, que gira alrededor de unos pocos temas esenciales: la infancia, los sueños rotos, el heroísmo, la derrota».

¿Qué mantiene esa vigencia? «El humor es un buen conservant­e. Y Marsé lo emplea en abundancia. Se educó como escritor en la lectura atenta de narradores como Stevenson, de los que aprendió el gusto y el arte de contar, y de hacerlo con este otro gran conservant­e de la narración, esa categoría tan difícil de precisar como de conseguir, el encanto».

INFANCIA/ LAS LIBRETAS Y LA Emili Manzano, con Berta, ha rebuscado en la memoria escrita, dispersa, en cajones y en gavetas, de la memoria que cabe en el cuarto de Marsé. Periodista, escritor, mallorquín, ha tenido el privilegio de «contar con su con su generosida­d en tiempos difíciles. Para mí fue la persona intachable, un amigo que salta la diferencia de edad. Lo conocí más hojeando esas libretas suyas que empiezan en su infancia. Berta y yo descubrimo­s su primer diario íntimo. Aun en el hospital seguía llevando la libretita... Es el autor que admiro y la persona a la que conocí buscando en esos recuerdos de cuando se estaba formando como escritor. Hemos encontrado y compartido un patrimonio que ojalá llequisa

gué a ser de todo el mundo. Sus diarios de juventud, los cuadernos que escribía en Ceuta, las cartas con aquella amiga a la que le decía que él quería ser escritor. Aquella voluntad del hombre que quiere ser escritor y que sabe que no está formado para ello... Era gruñón en público, por timidez, y le gustaba estar con los amigos tranquilos tomándose un whisky los sábados por la tarde... Ahí están, en sus recuerdos, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Castellet, empujando su talento y su fuerza... Todo eso es lo que se encuentra en esos cuadernito­s que hemos rescatado».

JAUME/

ANDREU Editor, escritor, recibió un encargo imposible: encontrar un texto sobre la Andalucía de la posguerra que Marsé escribió con seudónimo para Ruedo Ibérico. ¿Y qué seudónimo? En Suiza estaba guardado bajo un anonimato paradójico. Él rebuscó hasta que Marsé, ya en los últimos años de su vida, recordó, dice Andreu Jaume, aquel nombre que era un escondrijo: Manolo Reyes, que fue como se llamó el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa.

El título del libro sería Andalucía mon amour, que no le gustaba a su autor, pero así debía estar registrado en el Instituto de Estudios Sociales donde había sido depositado, inédito, en Ámsterdam. No aparecía tampoco con ese título. Jaume halló el manuscrito y ya se sabe que esa publicació­n fue una de las últimas alegrías de Marsé.

«A Marsé yo empecé leyéndolo desde que comencé a leer. Venía de Mallorca, estudié aquí, entré a trabajar en Lumen, con Esther Tusquets, y como tal editor pude trabajar con él en la época en que estaba terminando Rabos de lagartija... Le acompañaba en las promocione­s, tenía una relación muy cercana con él y para mí eso fue un verdadero privilegio...». «La suya fue, como escritor de su tiempo», dice Jaume, «la denuncia de la memoria estafada, de la tergiversa­ción oficial del franquismo y, en general, de todos los poderes... Él tiene el signo indeleble de los grandes novelistas, que es la capacidad de conferir dignidad a todos los personajes derrotados. Es una mirada implacable frente a la realidad. La generosida­d de su mirada la comparte con Dickens o Balzac. Eso está latente en aquel libro, Viaje al Sur, resultado de aquella pesen busca de un manuscrito escrito por Juan en 1962 y extraviado en Ámsterdam».

TERESA/ EMPEZAR POR Este es Josep María Cuenca. Biógrafo de Marsé, su lector. Su libro sobre el autor de Últimas tardes con Teresa (Mientras llega la felicidad, Anagrama, 2015) es la explicació­n apasionada de cómo descubrió a su autor leyendo aquel deslumbram­iento. «Me quedé fascinado». Era «el punto de vista de los perdedores» y él era de esa partida. Con él «había una afinidad social, temática, previa a la lectura... Pero además descubrí a un grandísimo escritor... Lo leí por primera vez con ojos muy ingenuos. Y luego, ya más a fondo, leí todos sus libros. En cuanto a la recepción que hubo aquí de Si te dicen que caí, tan aclamada en México, en 1973: se llegó a decir que era un libro sobre la Falange. No lo es y él no lo pretendió en absoluto. Quienes hemos leído la novela sabemos que sobre todo se trata de la recreación de la infancia en un país como el nuestro. En aquellos barrios obreros en los que yo he vivido había puntos en común con lo que narra Marsé. Durante tiempo aquí nadie la leyó, o la leyó mal. Rafael Conte decía que, superadas las primeras cuarenta páginas de Si te dicen que caí, ya no había problema de lectura. ¡Yo diría que incluso menos! Otros libros preferidos: La prima Montse, Últimas tardes con Teresa, Rabos de Lagartija... Nadie sabe qué va a pasar con el futuro de su obra, ni de la de nadie, pero creo que muchos escritores de cuarenta años que no pertenecen lo consideran un autor de otro momento... Eso tiene que ver con la tentación de utilizar las sillas vacías que dejan atrás escritores así de consistent­es... Cuando murió hubo una reacción espontánea que llevó a escribir en las paredes la leyenda Marsé vive... El grupo marseniano es muy fiel, muy combativo, defendiend­o el legado de Juan. Esta reedición de Lumen, su editorial, no se hubiera hecho sin tener constancia de la viabilidad de las respectiva­s ediciones. No conozco ningún caso en que la muerte de un autor supusiera una reacción popular como esta de pintar las paredes de las calles con su recuerdo. Yo, que me siento comprometi­do como amigo y como biógrafo de Juan, me alegro de cualquier iniciativa creativa para intentar mantener la llama de su obra viva. La obra de Marsé merece y merecerá ser leída durante mucho tiempo. Del mismo modo que para conocer el París del XIX hay que pasar por Balzac, para saber de la posguerra española leer a Marsé es imprescind­ible».

 ?? ALBERT BERTRÁN ?? El escritor Juan Marsé, en una imagen de archivo de 2016.
ALBERT BERTRÁN El escritor Juan Marsé, en una imagen de archivo de 2016.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain