Córdoba

Tejados y las fachadas de las casas están como encendidos, tocados por la luz de mayo, cuando Córdoba enseña sus patios»

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antes una plaza que era parada central de autobuses urbanos, donde se venía de los pueblos a comer bocatas de calamares a La Malagueña y bajo la sombra de la encina de la esquina de la Telefónica quedaban estudiante­s con estudianta­s y reclutas del Muriano con niñeras de los pueblos. Espacio sagrado este donde Antonio Jaén Morente (hijo maldito y luego predilecto de Córdoba), gobernador, que fue diputado de 1931 a 1933 con Derecha Liberal Republican­a y con Izquierda Republican­a del 36 al 39, proclamó el 14 de abril de 1931 la II República y los cordobeses, para festejarlo, tararearon La Marsellesa y el Gran Capitán lució gorro frigio y ondeó la bandera tricolor. Y donde la XVII Bienal de Fotografía ha expuesto a todas las miradas esa nueva ciudad que se ha creado a la vista como el Hotel Oxidao (Eurostar Palace) y el C3A, las estaciones de trenes y autobuses, la Ciudad de la Justicia, el Vial Norte, el Centro de Recepción de Visitantes, el Puente de Andalucía o el Hospital Quirón. Abandonamo­s el mundanal ruido y caminamos hacia el recogimien­to conventual de Santa Marta. Son las siete de la tarde y suenan con la cadencia de una salmodia las voces enclaustra­das de las monjas cantando vísperas. Miras desde el patio y piensas que has retrocedid­o en el tiempo, cuando la belleza de la música y de la arquitectu­ra solo habitaba en los espacios religiosos y la sociedad se sustentaba sobre los siervos de la gleba, el fundamento de la economía medieval.

El tiempo de señores, guerreros y clero, cuando había que ser cura, militar o monja para vivir y no ser esclavos. Por aquí la historia se ha dejado ver. Estamos junto al antiguo circo romano, cerca del templo de la calle Claudio Marcelo y detrás del Fuenseca, un cine de verano que cuenta historias en su pantalla, como esta de las monjitas de un convento que en sus celdas, quizá sin saberlo, han escrito la historia de una Córdoba en la que cuidaban el agua y salían en el No-do. Por donde transcurri­ó la historia del Corral de los Cárdenas y de la Casa del Agua, cuando sus patios llegaban hasta la muralla de la calle Alfaros, donde se levantó un hotel. El convento de las jerónimas nos invita a pensar... y la terraza del patio de Cristina Bendala, exconcejal­a de Anguita, a contemplar las torres de las iglesias.

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FRANCISCO GONZÁLEZ Suenan con la cadencia de una salmodia las voces enclaustra­das de las monjas cantando vísperas.

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