Bajo el yugo de los relojes
Los hosteleros cordobeses muestran su descontento con una relajación de restricciones que consideran «insuficiente» Los comerciantes, sin embargo, reciben con satisfacción la ampliación de horarios
En plena Capitulares, Miguel podría cerrar su cafetería a las 21.30. Pero, a las 16.30, el cerrojo del San Pablo Café está echado. Si antes eran cuatro quienes atendían la terraza frente al Ayuntamiento, ahora él solo cubre las necesidades de los pocos clientes que ha dejado esta pandemia de coronavirus. Ampliar el horario supondría un gasto de personal y recursos que, en su opinión, no compensa. Córdoba ha amanecido este viernes en un nivel 2 de alerta. Sobre el papel, se relajan las restricciones para hostelería y comercio, pero para los hosteleros cordobeses no se refleja en mejoría alguna.
El ecosistema de establecimientos cordobés es complejo. Hay quien, como Beatriz, lleva en la cara la alegría de poder resurgir del cierre de las 18.00 con esperanza y cautela. Desde este viernes, cerrará su tienda de ropa, Dímelo Hilando, a las 20.30. «Ten en cuenta que la gente hasta las 18.00 no sale», dice. «Entonces muy bien, con vistas a la primavera. También muy cautos, porque ya mismo nos encierran otra vez», precisa con una risa que esconde una preocupación. «Ahora lo que hace falta es que compren». Porque también hay otro problema. ¿Cuál? «El susto», advierte. El susto para Beatriz es el reflejo de la crisis económica en la gente. «El hecho de abrir a los pueblos ya se ha notado», asegura, aunque si cesa el cierre interprovincial se va a notar aún más. «Pero claro, abres la movilidad y luego empiezan otra vez. No sabes qué es mejor. Tiene que ser paulatino».
Tras sobrevivir a las campañas de Navidad y de rebajas, los comerciantes muestran su satisfacción ante unas medidas que les van a permitir desarrollar su trabajo con una cierta normalidad. Como señala Rafael Bados, presidente de la Federación Provincial de Empresarios y Autónomos del Comercio de Córdoba, la esperanza está puesta en la primavera y en la inmunidad de rebaño con las vacunas. A pesar de la ilusión que asegura percibir en el sector, no descarta nuevos encierros. Y, si sucede, pide a la Junta que no incluya en la misma valoración a pequeños comercios y grandes espacios.
Cenas y movilidad
Desde su pequeño refugio comercial en la calle Cruz Conde, Beatriz intuye la herida sin paliativos de otro sector. «Para la
▶▶Más hostelería, los pobres, hasta las 21.30 es una faena». Y, de ello, Francisco de la Torre, presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería (Hostecor), no tiene la menor duda. Para los hosteleros, las medidas resultan «insuficientes totalmente». «No vienen a sufragar la situación tan dramática que vivimos», avisa. Las cervezas brillan al mediodía en la Corredera. «¿Quién va a cenar a las ocho y pico? Mientras te sientas,
▷ eliges…», se pregunta retóricamente Luisa, encargada de La Despensa. Para ella, la única ganancia de cerrar a las 21.30 se encuentra en el brindis prematuro de alguna copa o en los almuerzos prolongados de los fines de semana al sol.
De la Torre trasladó el reclamo de quienes mantienen con vida los restaurantes cordobeses. Sin el soporte de una columna imprescindible: las cenas. «Habíamos pedido a la Junta hasta las 22.30 o las 23.00». «Esperamos que se amplíe el toque de queda», dice el representante de los hosteleros. Pero, ante las expectativas, advierte: «Hasta después de Semana Santa no va a haber un cambio sustancial». El camino parece sin fin. Casi un año después, los hosteleros resisten «abandonados» la desolación. «Sin ayudas de ningún tipo» y con requisitos «muy exigentes».
El goteo por el que se derrama el sector supone, como dice De la Torre, «un caudal». Y, cuando uno se acerca al casco histórico, desciende hacia la realidad más cruda de un patrimonio sin turistas ni personas que lo contemplen. «¿Quién va a pasear por aquí ahora?», cuestiona Laura Roda, de la Asociación de Empresarios, Comerciantes y Hosteleros de la Judería. El cordobés siente «una tristeza muy grande». Y para que la pandemia no arrastre la identidad del barrio, insiste en el amparo de la Administración a sus hosteleros, que, según la representante, registran una caída del 83% de facturación. «El 59,3%, además, lleva desde marzo cerrado». Y la nueva normativa «no ha cambiado nada». Como el resto de compañeros, pone la esperanza en la movilidad. Porque, como destaca Roda, el aforo no sirve sin personas. «Nos sobra», asegura.
Banquetes en el limbo
La primavera debería oler a comuniones y bodas, pero la incertidumbre pone en pausa las campanadas y las bendiciones. Para Rafael San Miguel, presidente de la Asociación Empresarial de Catering de Andalucía (Aecat), «poca cosa» cambia con esta relajación de las restricciones. Y expectativas, ninguna. Porque una boda, como dice, no se organiza en una semana. Después de hasta tres cancelaciones en algunos casos, la gente ya está «muy cansada». Por ello, San Miguel envió una reclamación a la delegación provincial, a la consejería de Salud y al Parlamento andaluz, donde pide prolongar horarios -hasta las 23.00-, mesas más amplias -de 10 personasy un aforo superior. El presidente no entiende cómo «teniendo los espacios más grandes que el resto de restaurantes», su aforo se limita a 100 personas en interior y 150 en exterior.
¿Quién duerme en los hoteles?
Tras 11 meses, Félix Serrano, presidente de la Asociación de Empresarios de Hospedaje de Córdoba (Aehcor), no ve «ningún atisbo de preocupación» en los dirigentes. Intenta vislumbrar los «brotes verdes». Nada. «No ha cambiado para nada», opina. «Seguimos siendo el sector más castigado». Y las expectativas no son positivas. «Después de un año estamos peor que nunca, muchísimo peor que el año pasado». Los empresarios del hospedaje viven en una «incertidumbre total», a pesar de que, como insiste, «durante un año no ha habido ningún contagio» en sus negocios y los protocolos anti-covid son «tremendos». El cierre interprovincial tampoco les beneficia.
Miguel aguardaba ayer en el San Pablo Café. La ausencia de oficinistas, funcionarios y turistas que deberían ocupar sus mesas se cruza cuando mira a la terraza. La actividad ha descendido «una barbaridad». «Nosotros necesitamos movilidad», dice. «Pero lo que pasa es que la hostelería somos tantos y tan variados que a algunos les vendrá de lujo cerrar a las 21.30». A pesar de todo, el optimismo aflora en su rostro. Y lo expresa: «Yo creo que el verano va a ser bueno».
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Francisco de la Torre: «No vienen a sufragar la situación tan dramática que vivimos»