Córdoba

El Espejo de Marco Aurelio

Acerca del congreso internacio­nal que la localidad ucubitana ha dedicado a su hijo más ilustre

- * Profesor y escritor ALBERTO Monterroso *

Espejo no es solo la localidad cordobesa de donde era originaria la familia del emperador romano Marco Aurelio: ese sabio, quizá el mejor gobernante de la Historia, que iluminó al mundo y que aún puede iluminarno­s hoy, tan necesitado­s como estamos de soluciones inteligent­es, éticas y valientes en medio de un mundo zafio y estúpido donde se escucha al que más vocifera y no al que habla desde la inteligenc­ia y el corazón, como hacía Marco Aurelio.

El Ayuntamien­to de Espejo ha organizado este fin de semana pasado el segundo congreso internacio­nal sobre la figura de su hijo más ilustre, Marco Aurelio, emperador y filósofo, un modelo de ética y política que nos demuestra que ambas pueden ir unidas y que no todos los políticos ni los emperadore­s son iguales. La apuesta de esta localidad y de sus gobernante­s nos engrandece a todos, porque apostar por la cultura es el mejor servicio que se puede hacer a la ciudadanía en estos tiempos de desinforma­ción vertiginos­a, cortinas de humo, posverdade­s y hermosas mentiras.

Este fin de semana pasado, en Espejo, nos hemos podido mirar en el espejo de Marco Aurelio. Han intervenid­o diez expertos pertenecie­ntes a cinco universida­des distintas, españolas y extranjera­s. Se ha abordado la época desde la filosofía, la psicología, la política, el urbanismo, el cine y la literatura. Se ha hablado de este emperador y del legado de los antoninos, aquella valiosa estirpe a la que perteneció y que garantizó un siglo de prosperida­d a Roma. Pero no solo miramos al pasado. Y si lo miramos es para ganar el mañana. El emperador filósofo dejó un ejemplo de vida y gobierno, un legado que puede inspirar a los políticos de hoy y del futuro. Y en su vida no lo tuvo fácil. En la vertiente económica sufrió una crisis que no fue responsabi­lidad suya sino de las guerras que él no inició y de la peste que vino de Persia. Guerras, peste, bancarrota o traiciones no le hicieron rendirse. A pesar de las dificultad­es se preocupó por promover medidas sociales y económicas que protegiera­n a las capas más necesitada­s de la población, se empeñó siempre en garantizar la libertad y los derechos de todos los ciudadanos del Imperio.

Promovió iniciativa­s administra­tivas, económicas y legales que contribuye­ron a convertir al Estado en un organismo más eficiente y solidario. Dotó de medios a la justicia y le dio más independen­cia. Incrementó el número de procurador­es y otorgó a la Asamblea más poderes.

Marco Aurelio siempre quiso compartir el poder, consensuar sus decisiones y delegar otras. Eligió a sus colaborado­res más cercanos escrupulos­amente. Los méritos para acceder al cargo fueron la ética, inteligenc­ia, honestidad, espíritu de sacrificio y lealtad. Todos los elegidos tenían autoridad moral reconocida, ninguno lo defraudó.

Marco Aurelio mejoró la condición social y legal de mujeres y esclavos. Creó hospitales y otros edificios destinados a asistir a quienes habían caído presa de los sucesivos azotes de la peste. Fundó escuelas, orfanatos, hospitales. Humanizó el derecho civil y penal.

Pero de poco sirve la ética en las élites y en la política si la moralidad no cala también en los ciudadanos. Por eso Marco Aurelio quiso educar a la ciudadanía promoviend­o un programa cultural basado en la ética estoica, una filosofía que ha dado excelentes frutos a lo largo de la Historia. Igual que Chaucer decía «lee a Séneca», hoy podemos decir «lee a Marco Aurelio», porque el emperador filósofo también escribió un libro sobre sus pensamient­os que se titula Meditacion­es.

Ningún emperador que vino después tuvo la suficiente capacidad para afrontar los problemas sociales desde la inteligenc­ia y el respeto a las libertades; ninguno supo resolver la crisis económica con medidas adecuadas; ninguno tuvo la suficiente sensibilid­ad social como para atender a las necesidade­s de los ciudadanos; ninguno tuvo el valor suficiente ni la autoridad moral adecuada para imponerse a la soberbia del ejército; ninguno tuvo el prestigio moral ni supo dar el ejemplo ético que contuviera a todos aquellos generales levantisco­s y ambiciosos de poder, que siempre pensaron y siguen pensando, en su ignorancia, que las cosas se resuelven dando un puñetazo sobre la mesa. No. El camino no es la violencia sino la ética y la inteligenc­ia.

Esa lección de política y ética puede considerar­se hoy el mejor legado de Marco Aurelio.

«Pero no solo miramos el pasado. Y si lo miramos es para ganar el mañana»

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