De ciclista a masajista

"¡Les digo 'mis chavales' y alguno es mayor que yo!". No lleva ni un año retirado y ya se ha adaptado a la perfección a su nueva vida. Javier Aramendia tuvo que bajarse de la bicicleta por un problema de circulación en su pierna izquierda. Sus arterias eran más estrechas de lo normal y la pierna no oxigenaba bien, lo que le producía un dolor que ni pasando dos veces por quirófano logró mitigar. Así que colgó la bici pero no ha dejado el ciclismo, ni tampoco el Caja Rural-Seguros RGA: ahora es masajista del equipo. "Empecé en los Campeonatos de España". De ahí hasta La Vuelta, su primera grande al otro lado de la barrera. "Es un mundo parecido aunque diferente; ahora compruebo todo lo que trabajaban cuando era ciclista. No digo que no lo valorara, pero no lo veía. Hoy además lo sufro". Con la mayoría de ciclistas tiene un trato especial, no en vano ha sido compañero hasta hace unos meses. "Me suelen preguntar qué tal lo veo desde este otro lado y a veces se confiesan conmigo. Igual abusan un poco de la confianza, pero les entiendo. Se desahogan. Me dicen que se nota que he sido ciclista, me involucro un poco más. A veces les digo que por qué no se han metido al sprint o en la fuga y contestan que muy pronto se me olvida que fui ciclista", bromea. Asegura que no lo echa de menos. "Me dan envidia los diez primeros que llegan a meta. Pero los demás, aún tengo ese sentimiento fresco de entrar en meta desplomado". Está feliz en su rol. "Disfruto mucho. Intento devolverle al ciclismo y al equipo todo lo que me dieron a mí".