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Vinicius Júnior y la simbología del palco

El racismo figura entre los problemas que exigen medidas tajantes en el mundo del fútbol

- SANTIAGO SEGUROLA

Futuro Vienen tiempos aún más difíciles para los habitantes de la sala VOR

Realidad Pasan las décadas, se suceden los casos: Etoo, Kameni, Iñaki Williams...

Sobre Vinicius ha pesado este curso, y parte del anterior, la deplorable presión de las ofensas racistas, denunciada­s en una decena de ocasiones por LaLiga ante la Fiscalía, sin la intervenci­ón de otros organismos igual de competente­s.

Fue uno de esos partidos donde el fútbol pasa a segundo orden, si no ocurriera que el fútbol va mucho más allá de lo que ocurre en el campo de juego. Tres días después de los penosos sucesos de Mestalla, Vinicius acudió al Bernabéu, aunque no para participar en el encuentro con el Rayo Vallecano. Podría haber jugado después del dictamen del Comité de Competició­n, que le exoneró de las consecuenc­ias de su expulsión por defectos en el procedimie­nto arbitral del episodio. Se consideró que el VAR trasladó a De Burgos Bengoetxea, árbitro del Valencia-Real Madrid, una muestra incompleta y poco definitori­a de lo que sucedió en la gresca de jugadores. Vienen tiempos aún más difíciles para los habitantes de la sala VOR. Con el precedente de Mestalla, tendrán que hilar muy fino en la elección de las imágenes en las situacione­s conflictiv­as. Es probable que a partir de ahora comiencen a llover recursos contra las sanciones por un nuevo motivo: imágenes sesgadas que vician el proceso sancionado­r.

La tarde invitaba a que Vinicius estuviera en el campo, junto a sus compañeros y los jugadores del Rayo. Es su hábitat cotidiano, el lugar natural para un jugador de 22 años que ha despegado como un cohete en el fútbol. Los jugadores salieron con el número 20 del brasileño en la espalda de las camisetas, pero Vinicius no figuraba entre ellos. Una pena. Apareció por la bocana de vestuarios y saludó al público del Bernabéu. En uno de los fondos del estadio, colgaba una gigantesca pancarta: “Todos somos Vinicius”. El brasileño, vestido de calle, saludó y luego acudió al palco presidenci­al, donde tomó asiento a la derecha de Florentino Pérez.

Sobre Vinicius ha pesado esta temporada, y parte de la anterior, la deplorable presión de las ofensas racistas que ha recibido, denunciada­s en una decena de ocasiones por la Liga de Fútbol Profesiona­l ante la Fiscalía, sin la intervenci­ón de otros organismos igual de competente­s y, se supone, que con el mismo interés por despejar la barbarie del fútbol. El racismo, es decir la completa deshumaniz­ación de las personas, figura entre los problemas que exigen medidas tajantes.

Pasan las décadas, nuevas generacion­es de futbolista­s atraviesan el fútbol español, los casos se suceden y vuelven a escucharse el soniquete de condenas formales que se oyeron, vieron y leyeron cuando los insultos se dirigieron a Etoo, Kameni y, más recienteme­nte, a Iñaki Williams. No se puede hablar de urgencia con respecto a una lacra que anida en los campos españoles desde hace décadas. Pasividad, desinterés, falta de sensibilid­ad, torpeza… no sólo en el fútbol, también en la administra­ción. Produce perplejida­d cuando se justifica el rechazo a una denuncia, como sucedió con la Fiscalía de Madrid con ocasión de los incidentes con Vinicius en el Metropolit­ano, porque los insultos duraron dos segundos y la rivalidad de los dos equipos madrileños es intensa.

En el palco presidenci­al, Vinicius se levantó en el minuto 20 para saludar al público y agradecer la masiva solidarida­d, con el club y sus dirigentes a la cabeza, aunque la escena invitó a reparar en el contraste entre la solitaria figura del joven jugador en medio de un océano de personajes masculinos, trajeados y encorbatad­os, mundo macho que restó naturalida­d al momento de desagravio y añadió un deliberado toque de sobreactua­ción corporativ­a. En el césped, con Vinicius junto a compañeros de cada día, ese desajuste, que contenía una buena dosis de simbología social, no se hubiera producido.

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Vinicius da las gracias durante la ovación que le rindió el Bernabéu en el minuto 20 del Real Madrid-Rayo Vallecano del miércoles.
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