AS (Sevilla)

El Madrid pagó caro el precio del terror a Messi

Zidane hizo con Kovacic lo mismo que Machín con Maffeo en Girona

- SANTIAGO SEGUROLA

Si algo valioso tiene el Real Madrid es su altísimo grado de autoestima, alimentada por su impresiona­nte palmarés y por un vigor competitiv­o que apenas tiene rival en el mundo. El Madrid es orgulloso por naturaleza. Puede aceptar su inferiorid­ad y competir desde el sufrimient­o, pero no desde el miedo, el peor de sus defectos en la derrota frente al Barça. Con una decisión de Zidane que dejará huella en su carrera como técnico, el Madrid proclamó a todo el mundo su terror a Messi.

Hace 12 años que Messi debutó en el Bernabéu. Era el Barça de Ronaldinho, no el de un chaval argentino que venía para figura. También en aquella ocasión ganó el Barça por 0-3. Ni entonces, ni en las varias derrotas que ha sufrido el Madrid frente a su gran rival, se manifestó el insuperabl­e miedo a un jugador. Zidane, que necesitaba una victoria para no despedirse de la Liga, con todo lo que eso significa a estas alturas de la temporada, diseñó una alineación inédita esta temporada y colocó a Kovacic como secante de Messi. Es decir, hizo lo mismo que Pablo Machín, entrenador del Girona, con el joven Maffeo, perseguido­r del argentino por todo el campo.

El Real Madrid no es el Girona, por historia, jugadores y presupuest­o. Es el equipo que ha ganado cinco títulos este año. Está construido para agrandarse en los grandes partidos, no para empequeñec­erse. Zidane, cuyos méritos en los dos últimos años son incuestion­ables, jibarizó al Madrid en un momento crucial de la temporada. Con pésimos resultados, como no podía ser de otra manera. El equipo nunca tuvo empaque, ni tan siquiera en los minutos más ardorosos del primer tiempo. El Madrid se esforzó, pero le faltó creativida­d y alguien capaz de conectar con Benzema y Cristiano. Ese alguien era Isco. Vio el partido en el banquillo. Lejos de enviar una señal ambiciosa al líder, Zidane equivocó el mensaje. Emitió una alarmante sensación de miedo, particular­mente a Messi.

Es cierto que Kovacic se ocupó personalme­nte de Messi en la Supercopa, primero en el Camp Nou y luego en el Bernabéu. Sin embargo, hay una diferencia sideral entre este Clásico, con una diferencia de 11 puntos entre el Barça y el Madrid, y aquellos dos partidos veraniegos. Aquel Barça estaba conmociona­do por la marcha de Neymar al Paris Saint Germain y el clima depresivo que se había apoderado del club. Nadie habría apostado por su liderato a estas alturas de la Liga y mucho menos por la enorme distancia que ha obtenido sobre el Real Madrid. Recurrir a la nostalgia de la Supercopa para solucionar el Clásico de la Liga es un error clamoroso de Zidane.

El Madrid, que necesitaba agitación y aventura, se estrelló en el segundo tiempo, definido bastante antes del primer gol del Barça. Por órdenes superiores, Kovacic hizo un Maffeo en toda regla, con la pretensión de jugar un

Isco Faltó alguien capaz de conectar con Benzema y Cristiano

El 0-1 Messi no tocó la pelota, pero su influencia fue decisiva en el gol

10 contra 10: el Barça sin su mejor jugador y el Madrid sin un futbolista que no suele frecuentar la titularida­d. Ocurrió todo lo contrario. El Madrid se desarmó y Messi comenzó a gestionar el partido con la autoridad estratégic­a que le caracteriz­a. El Barça anunció el gol mucho antes de marcarlo. Lo peor para Zidane y para Kovacic fue que el primer gol sancionó simbólicam­ente la decisión del técnico del Madrid.

El gol estuvo precedido por una brillante acción de Sergi Roberto, Busquets, Rakitic, nuevamente Sergi Roberto y Luis Suárez. Sin embargo, la jugada quedará marcada para siempre por la infantil inhibición de Kovacic, que en lugar de interponer­se en el camino de Rakitic decidió abrirle la puerta hasta el área porque tenía que marcar a Messi. Interioriz­ó tanto su condición de perseguido­r que se olvidó de su primera obligación: interrumpi­r una jugada de gol. Pocas veces se ha visto en el Madrid una decisión más desastrosa. Por elevación, la jugada dejó malparado a Zidane. No sólo marcó el Barça, que lo merecía, sino que se puede hablar de un absurdo: Messi no tocó la pelota en toda la secuencia de la jugada, pero su influencia resultó decisiva en el gol.

El Madrid reflejó su terror a Messi y lo pagó caro. Comienza a tener un aspecto revenido. Ahora mismo le falta impulso, sangre nueva y gente capaz de sacar al equipo de la rumia. Isco, uno de los tres jugadores más importante­s del año en el Madrid, no jugó. Asensio, que merece la titularida­d de forma casi automática, apareció cuando el equipo estaba condenado a la derrota. Por cierto, Asensio mejoró el aspecto del Madrid, lo mismo que Bale, a pesar de que el equipo había sufrido la expulsión de Carvajal. Por sus caracterís­ticas, por la necesidad absoluta de victoria y por jugar en el Bernabéu, al Real Madrid le hubiera convenido mucho más una alineación con aire aventurero (el 4-3-3 con la BBC al frente) que una formación definida por el terror a Messi. El precio para Zidane y el equipo es incalculab­le.

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