Jacinto Elá “Si no soy el mejor, no me quiero sentir futbolista”
‘Fútbol B: lo que me habría gustado saber cuando era futbolista, y nadie me contó’ es el título del primer libro de Jacinto Elá. Proclamado mejor jugador del mundo a los 14 años, siendo infantil del Espanyol, mantuvo una suculenta charla con AS sobre su carrera y el voraz mundo del fútbol.
¿Qué le impulsó a escribir el libro ‘Fútbol B’? —Se trataba de explicar mi experiencia. Sería inútil haber estado tantos años jugando a fútbol sin sacar nada en claro. Puede ser útil para cualquier familia, porque en casi todas las casas hay alguien que juega a fútbol, y es difícil comprenderlo. Que la gente vea que lo que sale en la televisión es solo un uno por ciento del fútbol real. —Usted defiende que el futbolista profesional no solo es el de Primera y Segunda. —El de Segunda B, Tercera… es más profesional incluso, porque saca tiempo de la nada para entrenarse igual o más que uno de Primera. No llamarles profesionales es un insulto. —Hay que ser profesional hasta para retirarse. Usted lo hizo con 26 años. —No existe una fórmula matemática, pero cualquier futbolista decide su retirada dos años antes, para hacerse a la idea. Y aun así es complicado cuando llega el momento, darte cuenta de que no vas a llegar a más. —¿Cómo se digiere ser considerado el mejor del mundo a los 14 años? —No me cambió en especial, porque conseguí que mi hermano y yo vistiéramos ropa de marca cuando nunca antes la habíamos tenido. Mi problema era el miedo a que mis compañeros tuvieran envidia. Destacar por eso no está bien. En el instituto me llamaban el chico Nike y me decían que era un pijo, cuando hasta entonces había llevado unas botas del Pryca. Pero no me cambió porque siempre vi cómo se curraba en mi casa. Incluso estando en el Espanyol B, los sábados me iba unas horas a echar una mano a mi madre con el locutorio, el día antes de los partidos. —¿Se sentía diferente al resto de compañeros? —Diferente, no sé, pero yo llegué a Barcelona con nueve años desde las Canarias, y en el colegio donde iba, casi todos eran hijos de inmigrantes. Mi entorno no era como el de mis compañeros. Yo me entrenaba con ellos, pero no iba a sus fiestas de cumpleaños ni ellos a las mías. Eso se mantuvo hasta el Espanyol B: ellos iban al Puerto Olímpico y yo, al Jamboree. Si te juntas solo con futbolistas, tiendes a gastar mucho más dinero. ¿Y qué hubiera dicho mi madre si me dejaba 60 euros en cenas con 19 años? —En la Residencia, compartió vivencias con jugadores que venían de fuera… —Como sabía lo que es llegar nuevo a los sitios, intentaba que no se sintieran solos. Por ejemplo, en los ejercicios con parejas. O yendo en el Metro, con ellos. Las residencias me parecen durísimas, a mi hijo no le llevaría a ninguna hasta los 16 ó 17 años. Viviendo solo claro que creces, pero no sé si vale la pena renunciar a gran parte de tu infancia por un sueño incierto. Cuanto más pronto te vas a un Barcelona, Madrid o Espanyol más difícil es llegar: si a mí me llegan a nombrar mejor jugador del mundo con 19 años en lugar de con 14, seguro que llego a Primera. —Usted asegura que el mejor en realidad era Albert Crusat.
—Uno es consciente de lo que quiere ser y de lo que es. En aquel equipo, los demás estaban pendientes de lo que haría Jacinto. Pero yo en cada jugada me fijaba en qué haría Albert. —Jugó también con Moisés Hurtado, David García, Lopo…
—Son jugadores de largo recorrido, diésel, que tienen claro que su función en el fútbol es convertirlo en su profesión. La mía era emocionar e ilusionar a la gente, como si estuviera haciendo una película en cada partido. Que vinieran y dijeran: me lo he pasado bien. Jugaba para que la gente se divirtiera por encima de todo. Quizá había que ser más práctico, pero no se me da bien serlo en la vida.
Mejor del mundo
“Con 14 años, pasé de llevar siempre botas del Pryca a ser el chico Nike”
Racismo
“Avanzó mucho. Yo, con 12 años, me iba antes de Sarrià para que no me gritaran”
Misión futbolera
“Solo quería divertir, hacer una película en cada partido; no sé ser práctico”
—¿Eso es lo que bautiza como el ‘espíritu Arnal Llibert’? —Él celebraba los goles en los entrenamientos y nos reíamos, cuando en los partidos marcaba un compañero también los festejaba como si fueran suyos. Era todo pasión. Cuando me fui al Southampton, me quedaba solo a tirar faltas, los árboles eran mis únicos testigos, y celebraba los aciertos más que los goles en los partidos, porque mejoraba. Me acordaba de Arnal: aunque no te esté mirando nadie, hazlo bien. En el fútbol y en todo. —Hablaba de su marcha al Southampton desde el Espanyol B, no exenta de polémica. —Mire, a todos los sitios he ido perdiendo dinero, por ser poco práctico, por romántico e idealista utópico. En el Southampton gané, pero comparado con lo que había pactado con el Espanyol, era poco. Me fui porque me ofrecían tres años de contrato, y eso siendo juvenil era porque confiaban en mí, mientras que aquí no me dejaban ir a la pretemporada, que era lo único que pedía. Decían que reclamaba 100 millones, el que se inventó eso es porque creyó que los merecía. Y quería ser pionero en Inglaterra, algo goloso pero peligroso: tú eres el que va desactivando las bombas. —En Southampton, llega y le cambian al entrenador.
—Llegó un entrenador (Gordon Strachan) que dos años antes me había probado para el Coventry, con el que había estado comiendo y hasta me regaló una camiseta. Pero hacía ver como si no me conociera. —Y decidió irse al Hércules.
—Me fui cobrando menos de la mitad que en el Southampton, pero es que me encontraba tan bien físicamente que necesitaba que alguien me viera jugar. Para los representantes, es importante que un jugador se mueva, es lo que genera negocio, aunque luego nos llamen mercenarios. —¿Se arrepiente de algo?
—Ni mucho menos, porque me divertí mucho. Después de lesionarme la rodilla, tuve que luchar contra todo el mundo. Me decían que no volvería a jugar, que ya no sería el mismo. ¡Nadie es el mismo siempre! Pero eso no quiere decir que estuviera inválido para el fútbol. —Sin embargo, en el Racing de Santander lo creyeron así.
—Cuando fui al Racing, firmé por la mañana, pasé la revisión por la tarde y por la noche me dijeron que mi rodilla estaba rota. Me volví en medio de un diluvio universal, era un síntoma, como si estuviera llorando mi alma. Así que decidí irme a Escocia, a un sitio donde no me conocieran para empezar de nuevo. Es curioso que ése había sido mi problema en el Southampton, que en Inglaterra no me conocía nadie, y años más tarde sería mi solución. —Mencionaba a los representantes. ¿Cómo debe relacionarse el futbolista con ellos? —Viene como anillo al dedo, viendo el caso de Ronaldo y todos los presuntos defraudadores. Tú dejas a todo el mundo que gestione tus cosas, pero cuando llegan los marrones eres el que ha firmado. Está bien que te elijan la ropa, o la casa, pero con temas que te pueden llevar a la cárcel te debes involucrar más. No puedes decir que tienes tanto dinero que ni sabes cuánto es. No digo que vayas a Harvard a estudiar Economía, pero algo tienes que preguntar. Y si no, te aguantas y punto. Cualquier
persona que no es futbolista tiene responsabilidad: un futbolista de 29 años es un chaval, dicen, pero un carpintero a esa misma edad es un hombre. —En el libro habla también de las mujeres de futbolistas…
—Casi siempre están calladas, pero mientras miras la tele piensan: “¿Tú no tienes nada más que hacer?”. Te lo dicen más adelante, cuando ya no vales nada, pero mientras tanto callan porque te ofendes. Piensan en qué vas a hacer, y te conviertes en esos jubilados que dan vueltas por casa, molestando un montón. Cuando dejas el fútbol, o te metes en algo enseguida o tu mujer te deja. —No debe de ser fácil viniendo de donde vienen.
—Cuanto más cobras, más te respetan. La gente se pliega ante la gente millonaria, o que sale en la tele, como si les fueran a dar su dinero. En los vestuarios, también te respetan más en función de lo que ganas. Pero no hay que olvidar que, en el fútbol, si tú cobras mucho es porque hay alguien por encima que ingresa muchísimo más gracias a ti. Y si te pagan ese dinero es porque están comprando tu vida, porque te van a juzgar, criticar e incluso insultar. —¿Cree que el futbolista sabe encajar las críticas?
—El futbolista suele ser vulnerable. Los mismos jugadores que vemos en anuncios con armaduras, con abdominales de Photoshop y vestidos de héroes son los que caen al suelo y dan vueltas por un golpe. Lo mismo les sucede con las críticas. Y no lo entiendo, porque uno ya sabe cuándo ha jugado bien o mal. —¿Y así son un modelo?
—Si tú no quieres ser un ejemplo para la sociedad, no te expongas ante millones de personas. Cualquier futbolista ha empezado siéndolo de niño, y fijándose en ídolos más que en sus padres, así que no puede rehuir de ello cuando crece y es profesional. Luego te haces fotos en los hospitales, en los Campus, y quedan muy bonitas... —Usted tiene muy presente la ética. ¿Por eso no cree en el rearbitraje? —Es que primero hay que trabajar la ética. Nos han educado para estar a mil revoluciones: incluso cuando has hecho falta, protestas para engañar al árbitro… ¡Si hay cantidad de futbolistas que ni se saben las reglas! Si muchas veces después de diez repeticiones no queda clara una acción, ¿cómo solventamos el rearbitraje? ¿Analizando imágenes durante horas? No le veo sentido, esto no es fútbol americano. Si los que manejan el fútbol lo hacen, es simplemente porque hay negocio. —Y las reglas de las redes sociales, ¿las manejan bien?
—Cada vez que escribes algo tienes que pensar si se puede volver en tu contra. No es un grifo del que cae agua. Una vez lo publicas, ya no es tuyo. El futbolista no puede poner las mismas cosas que sus amigos anónimos. Ni mostrar el lujo, así no se genera empatía. Mira lo que le pasó a Terry: publicó que estaba en la nieve y aprovecharon para entrar a robar en su casa. Para ser futbolista, tienes que renunciar a cosas. —Como futbolista negro que lo sufrió, ¿cree que se ha avanzado con la lacra del racismo? —Una barbaridad. Con 12 años, iba a ver los partidos del Espanyol en Sarrià y me tenía que ir 15 minutos antes para no cruzarme con los Brigadas, porque me gritaban ‘uh, uh, uh’. Ahora cuando lo hacen unos pocos se nota mucho, porque ya no se ve como algo normal. —¿Sucede lo mismo con las lamentables peleas entre padres en fútbol formativo?
—Antes pasaba más, pero había menos cámaras. Ahora lo podemos denunciar. Lamentablemente, siempre ha sido así. —¿Es el fútbol, como apunta en el libro, un alargue de la infancia? —Empiezas jugando y cuando te das cuenta, ya te están pagando por hacer lo que habías hecho siempre. Pero el éxito real es conseguir trabajo fuera del fútbol. Cuando con veintitantos años conseguí empleo, como tripulante de tren, iba por los vagones silbando, feliz. Eran 13 horas de trabajo y los compañeros me miraban como a un bicho raro. ¡Es que para mí era un éxito rotundo ganarme la vida sin el balón! —Ahora es educador social.
—Soy menos que eso, pero me creo el más importante del colegio porque soy como el camarero, el que toca las manos de los clientes. Están el director, el jefe de estudios, los profesores… Y luego estoy yo, con los niños, en sus mesas. La relación directa la tienen conmigo. Debo ser impecable con ellos porque les dejaré huella. Por eso me lo debo tomar con lo más importante del mundo. Si no, no sirve para nada. —Afirma también que está empachado de fútbol...
—Juego de vez en cuando, pero el fútbol no es un deporte sano. Cualquiera que se haya retirado se lo dirá: artrosis, rodillas destrozadas, caderas hechas polvo, la espalda… El cuerpo no me lo pide, porque yo jugaba para ser el mejor, salvo en Segunda Regional (Levante Las Planas), cuando lo hice para pasar el rato y me encantó; me pagaban 60 euros y me parecía una fortuna. Si no soy el mejor, no quiero sentirme futbolista. Quiero dejar esa etapa y que me vean como otra cosa. He editado un libro, así que soy un futbolista que escribe. Estoy preparando el segundo, a ver si me ven como un escritor que jugó al fútbol.
Los sueldazos
“Si te pagan ese dinero es porque compran tu vida”
Representantes
“Que te elijan la ropa, pero no temas que te llevarían a prisión”
Factura del fútbol
“No es un deporte sano: artrosis, rodillas, espalda...”
Arbitrajes...
“Hay jugadores que ni siquiera se saben las reglas”
...Y rearbitraje
“No le veo sentido, esto no es fútbol americano”
Residencias
“No renunciaría a la infancia por un sueño incierto”
La retirada
“O te metes en algo enseguida, o tu mujer te dejará”