Simulador vs. automovilismo
Los pilotos profesionales entran en la competición virtual. Lucas Ordóñez: “Es una herramienta que suma”
La tendencia es que cada vez más pilotos profesionales participen en competiciones virtuales durante el confinamiento. IndyCar o Nascar corren en iRacing, igual que la F1 emula los grandes premios suspendidos a través del videojuego oficial. Eso despierta una pregunta: ¿el simracing puede considerarse automovilismo?
AS se lo plantea a varios pilotos. Lando Norris dice que “es igual que pilotar pero sin sensaciones” y que, en su caso, “el 20% de lo necesario para llegar a la F1” lo extrajo del simulador. Carlos Sainz, que hoy se estrena en el GP virtual de China, lo usa “más como divertimento que como entrenamiento”. “Hay juegos espectaculares en gráficos y reglajes, pero cuando te subes a un F1 necesitas una forma y unas habilidades, y existen riesgos que no encuentras en una silla”, apunta.
En este sentido, el experto es el piloto Lucas Ordóñez, que se hizo un hueco en el motor profesional (en GT o Le Mans) a través del Gran
Turismo, videojuego de PlayStation. “Los simuladores se pueden analizar por físicas y grafismos. El GT Sport es accesible pero muy preciso, yo mismo comprobé pilotando en Nurburgring la precisión de los datos de puesta a punto”, avanza. “Puedes marcarte un entrenamiento concreto como harías en un kart: un ritmo constante durante una hora manteniendo la concentración, vueltas al ataque con gomas nuevas… no resta, para mí suma. Yo lo utilizo como una herramienta más, igual que se utiliza el gimnasio”, opina como piloto sobre su función.
¿Pero por qué un adolescente con horas de experiencia puede ganar a un Alonso? “Es la gran diferencia entre el coche y el simulador, que mejoras con las horas que le echas”.
En un simulador se eliminan los enormes costes del automovilismo, aunque… cada vez menos. Lucas admite que un set-up básico para correr en GT Sport es asequible, “hay volantes desde 250 euros con los que te puedes defender”, pero los pros van a otra velocidad: “Estoy en un grupo de WhatsApp con gente como Da Costa, Verstappen o Norris y algunos están comprando pedales hidráulicos de 1.500 euros, volantes de 2.000 o simuladores de hasta 10.000. El realismo es bestial hasta el punto de que un golpe de volante te puede partir la muñeca”.