AS (Aragon)

“Salté al campo en la Liga de 1973: era tan joven entonces...”

Javier Rioyo rememora con AS

- PATRICIA CAZÓN EL REPORTAJE

Tan sólo han pasado unas horas, pero aquí está de nuevo Javier Rioyo (Madrid, 1952), ante el Vicente Calderón. Y en la voz se le nota: de ella aún prende la emoción del día anterior, del adiós oficial del Atleti al viejo estadio. “Un lugar donde vivimos qué es la épica. Torres lo remató a lo grande (con un doblete), que pudo ser grandísimo (casi un hat-trick)”, explica y debajo de las gafas de sol, uno de sus ojos busca la fachada del estadio. Director del instituto Cervantes en Lisboa, director de cine, escritor, este final no podía perdérselo.

Su principio fueron unos cromos, aquellos que colecciona­ba, de niño. Que salieran Collar, Adelardo o Peiró era fiesta. “No tenía genes, historia familiar, en clase casi todos eran del Madrid, pero me gustaba ese escudo, ya el Atleti”. Le hacía sentir algo especial. Su primera vez en el campo fue en el Metropolit­ano. La mano, la de su tío. No recuerda el partido (“era muy pequeño”), sí a la afición, cómo olvidarla.

DESDE LUIS AL CHOLO SIMEONE

Mudanzas.

“Recuerdo sus gritos, su emoción”, como si fuera ayer. Y también que el traslado de Cuatro Caminos al Manzanares fue traumático. “Mi tío tenía un disgusto tan grande... Vivía por allí y, yo no sé si fue por esto, pero se cambió de barrio”, ríe. El nuevo estaba lejos de la Universida­d y pegado al río: “Aquí cerca se vino sí...”.

Javier nunca olvidará aquel Atleti, el de los primeros años “Fue una alegría escuchar decir al Cholo que se queda. Jugadorazo como Luis, tienen historias paralelas: capaces de transforma­r este club desde dentro”.

del Calderón (hasta 1972, llamado Manzanares). “Recuerdo que una vez Iñaki Gabilondo me dijo: ‘A vosotros es que os gusta la estética del perdedor’. ‘¡De eso nada!: en los 60, 70 ganábamos siempre, estábamos en todas’, repliqué yo”.

Lo que jamás olvidará de entonces es a Gárate, su jugador favorito (“era distinto, delicado, elegante, emocionaba”). Tampoco la Liga ganada al Depor, en la última jornada de 1973. “Fue lo que más pudo emocionarm­e en este estadio. Hubo invasión de campo. Y yo salté claro... Éramos jóvenes entonces...”. Y mientras los años fueron pasando también llenaron su piel de recuerdos rojiblanco­s, todos con fondo Calderón. “La remontada al Barça, el doblete, llenar el campo en Segunda... Salir de casa (en Madrid, La Latina), Torres, ver el Paseo de Melancólic­os de camisetas rojiblanca­s, Futre, Forlán, Kiko...”. Y de nuevo, por supuesto, Gárate.

En la final de Lisboa, recuerda, estuvo. Y de la mano se llevó a su sobrino, de 14 años. “Nos ofrecieron 3.000 euros por las entradas...”. Pero no las vendieron, no. Al descanso, una conversaci­ón con Garci. “Esta vez sí, esta vez lo veo... Y lo vimos, hasta aquel minuto... ¡No le perdonaré a Joaquín Prat hijo el salto que pegó en el gol de Ramos!”.

Ni al Calderón que se vaya. “No voy a venir a la piqueta. No, no eso, no quiero ver cómo lo derruyen”, dice, y de nuevo, sus ojos buscan el estadio bajo las gafas, hoy que aún sigue en pie.

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