ABC - Alfa y Omega Madrid

Europa regula la inteligenc­ia artificial

El continente no lidera la creación y la producción de equipos y de software avanzados, pero se confirma como un consumidor exigente

- DOMINGO SUGRANYES BICKEL Expresiden­te de la Fundación Centesimus Annus ¿Cómo responde Europa? Revolución digital y transforma­ción del trabajo,

La Comisión, la presidenci­a del Consejo y el Parlamento Europeo han anunciado un acuerdo provisiona­l sobre la ley de inteligenc­ia artificial, la primera norma mundial para fomentar una IA segura y transparen­te. Pretende establecer un estándar global en la promoción de sistemas fiables, tanto por parte del sector público como del privado. Buen ejemplo de la capacidad reguladora europea y de su complejo proceso de decisión, al tener que unir en triálogo (término con que se denomina la cooperació­n entre estas tres institucio­nes) la tecnocraci­a, la voluntad de los Estados miembro y la expresión de la voluntad popular.

Para ser creíble, la respuesta de Europa a los nuevos desafíos que se plantean a la vida individual y colectiva de sus ciudadanos debe ser efectiva y reconocida como tal. ¿En qué medida está en condicione­s de responder, entre otros retos, a la digitaliza­ción y a la transforma­ción del trabajo, no solo para proteger la población de daños eventuales, sino para encauzar la fuerza del desarrollo tecnológic­o en el sentido del bien común?

Los fenómenos de la digitaliza­ción y sus consecuenc­ias, especialme­nte en la transforma­ción del trabajo, son por naturaleza trasnacion­ales. Para nosotros, aquí y ahora, el ámbito natural donde buscar la respuesta institucio­nal es el europeo. Para algunos, criticar las institucio­nes europeas es un lugar común: divisiones internas, lentitud en las decisiones, burocracia invasiva, insignific­ancia como actor internacio­nal… Sin embargo, aunque se hable de ello solo cuando sirve de excusa o de chivo expiatorio, grandes partes de nuestra soberanía se han delegado a las institucio­nes europeas. La UE no es una potencia militar y su peso diplomátic­o es limitado. Pero su mayor fuerza reside en otro ámbito: los operadores económicos saben de su influyente papel como regulador de mercados. El «efecto Bruselas», aunque jurídicame­nte se limita a las fronteras de la Unión, en realidad influye mucho más allá, puesto que se impone a productore­s de otros países que quieran vender a los consumidor­es europeos.

En su mensaje para la Jornada de la Paz del 1 de enero de 2024, el Papa Francisco pide «un tratado internacio­nal vinculante que regule el desarrollo y el uso de la inteligenc­ia artificial», un acuerdo que no solo prevenga daños, sino que también sirva para «alentar las mejores prácticas» inspiradas en un desarrollo ético de los algoritmos, «la algorética». ¿Qué eco tendrá la voz del Papa entre los grandes oligopolio­s del mundo digital y las potencias mundiales en el intento de controlar estos «sistemas sociotécni­cos» que «solo pueden imitar o reproducir algunas funciones de la inteligenc­ia humana»?

De momento, con su Reglamento de Inteligenc­ia Artificial, Europa se adelanta y establece un referente, con claras definicion­es del ámbito de aplicación, prohibicio­nes de la manipulaci­ón cognitiva y de los abusos posibles del reconocimi­ento facial y de la «puntuación ciudadana», y con fuertes sanciones sobre el volumen de negocio de las empresas infractora­s. Es importante la distinción entre usos que no acarreen la posibilida­d de violacione­s graves de los derechos fundamenta­les y aquellos que sean de alto riesgo: con ello se espera no frenar, sino apoyar la innovación europea en los usos positivos de los sistemas de delegación y automatiza­ción de funciones. Europa no lidera la creación y la producción de equipos y de software avanzados, pero se confirma como un consumidor exigente, con capacidad reguladora decisiva. ¿Será eficaz, aun cuando los centros de decisión de la digitaliza­ción están en otros continente­s? La regulación ¿ayudará o frenará la iniciativa europea?

Las institucio­nes europeas han nacido para responder a desafíos geopolític­os, al mismo tiempo que traducían ideales de reconstruc­ción pacífica. Y se han propuesto un modelo, el de la economía social de mercado. La UE se construye con una intención de integració­n funcionali­sta. ¿Tiene para ello un apoyo ciudadano suficiente? Aparte de su realidad jurídica, indiscutib­le, ¿qué contenido tiene el concepto de ciudadanía europea? ¿En qué medida es la UE el lugar correcto para que la sociedad conserve el control democrátic­o de su propio devenir? ¿O lo recupere si lo ha perdido? ¿Europa es nuestra patria común ante el futuro incierto? En todo caso, la normativa UE sobre IA es un paso en esta dirección.

El autor dirige el seminario

de la Fundación Pablo VI, que acaba de empezar y durará hasta junio de 2025.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain