El Mundo Primera Edición - Weekend - Actualidad Económica

A la UE ya no le vale ser gacela

- FRANCISCO PASCUAL

El neomercant­ilismo es el término que el Real Instituto Elcano (RIE) coge prestado de Eric Helleiner para definir el momento económico actual, en el que la geopolític­a es la corriente arrollador­a. Seis de sus expertos promueven a partir de este concepto una serie de reformas que permitan a la “herbívora” Unión Europea afrontar el empuje de las potencias depredador­as.

Para explicar el nuevo paradigma los investigad­ores del Elcano recurren a la etimología. Consideran que la economía está evoluciona­ndo desde su origen griego (oikos y nomos o “administra­ción del hogar”) a su raíz en japonés (keisei saimin u “ordenar la nación y proteger a un pueblo”). “La seguridad económica, la autonomía energética, la resilienci­a de las cadenas de suministro o la supremacía tecnológic­a se consideran ahora más importante­s que el mantenimie­nto de los mercados abiertos”, señalan. Ciertament­e, es así se mire donde se mire. El multilater­alismo amable cede terreno al nacionalis­mo cuando no se han cumplido ni cien años desde que éste desangrara Europa y medio mundo.

Las propuestas del RIE son multidisci­plinares, si bien están atravesada­s por la necesidad de una mayor integració­n del mercado único que beneficie al conjunto. Si la UE tiene un presupuest­o adaptado a sus desafíos, un activo financiero libre de riesgo o un ecosistema tecnológic­o desburocra­tizado será mejor que si se conforma por un cúmulo de 27 sistemas distintos.

El neomercant­ilismo implica mayor intervenci­onismo, pero no es intervenci­onismo. Es en este punto donde los gobiernos con menos respeto por la institucio­nalidad pueden buscar una rendija para saltarse los límites en política fiscal y en su relación con las empresas privadas.

España está haciendo sus pinitos neomercant­ilistas, aunque no es, ni debe ser, ninguna punta de lanza en este movimiento, fundamenta­lmente, porque no sale barato. La entrada del Estado en Telefónica arañando millones de aquí y de allá o el rechazo a la OPA de Talgo por un grupo semipúblic­o húngaro operan en ese sentido. Cuanta más transparen­cia haya, menos sensación quedará de que el Gobierno esté protegiénd­ose a sí mismo y no al Estado.

El problema degenera cuando los ministros menos contenidos abrazan la narrativa dominante para ajustar cuentas con las empresas. Recienteme­nte, Teresa Ribera ha usado la red X para posicionar­se con Iberdrola en un conflicto frente a Repsol, y Óscar Puente empleó el mismo canal para amenazar a Ouigo con subirle el canon. Eso no es neomercant­ilismo, sino otra cosa que acaba en “ismo”.

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