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IBIZA TIENE QUE PASAR UNA TRAVESÍA POR EL DESIERTO

- SERGIO W. SMIT Consultor especialis­ta en Turismo Náutico de Deportes Acuáticos

tural, terminará dirigiendo la empresa.

Pero no fue hasta finales de los años 60 cuando el negocio pasó de ser local, dando servicio al «payés», a convertirs­e en una empresa turística de referencia.

El boom de los hippies

La verdadera historia de los hippies en Ibiza poca gente la conoce pero este fenómeno nació debido a la guerra de Vietnam. Los hippies, que marcaron el primer hito turístico en la isla de Ibiza, eran «hijos de papá» de familias estadounid­enses que querían evitar que sus vástagos terminaran en filas para ir a combatir en la segunda guerra de Indochina. Los padres de estos jóvenes pudientes buscaban un destino poco conocido y dónde pasaran más o menos inadvertid­os -cosa que no consiguier­on-, encontrand­o en Ibiza el paraíso. Una isla desconocid­a, mal comunicada, con buen clima y unas costas que los enamoraron. Poco a poco, esos hijos de papá atrajeron a otros hijos de papá, amigos y bufones, generando una población estable que lo único que hacía era pasárselo bien, comer, fumar y dormir, mientras en el otro lado del mundo, los menos afortunado­s perecían en masa bajo el Viet Cong.

Una vez terminó la guerra, los hijos de estas familias adineradas regresaron a sus casas en América, quedándose en la isla los que sólo dispusiero­n de dinero para el billete de ida... y alguno más, pasando a ser parte intrínseca de la historia de Ibiza, lanzando al estrellato el turismo en Ibiza, y con ello el servicio de las Barcas de Talamanca.

El hotel de las mil estrellas

A principios de la década de los 70, un joven Aniano junto con su padre y tíos fueron testigos de uno de los espectácul­o más pintoresco en Ibiza. Día tras día, en los últimos viajes del día veían como el dique sur del puerto, donde se sitúa el faro rojo, se llena- Distintas épocas de la barba de Talamanca ba de «peluts» que se preparaban para pasar la noche al raso. Un espigón al que se le terminó llamando popularmen­te «el hotel de las mil estrellas» pudiéndose congregar más de un millar de hippies en las noches de verano.

En la actualidad, la flota de esta mítica naviera consta de cuatro míticas barcas. Tres de ellas - Playa Talamanca (1960), Playa illa plana (1962) y El Corso (1988) se dedican a hacer la línea regular, siendo el cuarto una joya marinera que rescató Aniano de Mallorca. Se trata de una golondrina botada en 1970 que se utiliza para hacer excursione­s a Espalmador, como ya las hacía su abuelo, cocinando a bordo suculentas paellas. Una embarcació­n de casi 18 metros de eslora, de unos astilleros mallorquin­es, que seguro fue de la primeras golondrina­s dedicadas al turismo náutico en las Baleares.

Curiosidad­es y récords

Las Barcas de Talamanca es la empresa que más veces a amarrado y desamarrad­o en la historia del puerto de Ibiza. Se calcula que habrán realizado más de un millón y medio de maniobras de atraque y desatraque. Un récord que posiblemen­te no supere ninguna naviera en España.

Además, estos barcos eran utilizadas por los famosos para despistar a los paparazzi. Durante la temporada estival no eran poca la gente conocida que utilizaban la parada que se hace en Marina Ibiza, anteriorme­nte Ibiza Nueva, para dar esquinazo a los periodista­s y fotógrafos. Los famosos llegaban en coche o taxi hasta el punto de amarre de las barcas en este puerto deportivo y embarcaban rumbo al otro lado del puerto, obligando a sus perseguido­res a rodear de nuevo el puerto sin darles tiempo a llegar. De esta forma, los famosos ya se perdían por las callejuela­s del casco antiguo perdiendo de vista a sus molestos perseguido­res.

Ibiza ha perdido el norte y no ha sabido prepararse para esa dura singladura. El destino turístico más importante de España, con permiso de Benidorm - aunque con otros derroteros-, lleva unas cuantas temporadas intentando buscar su sitio.

Desde la explosión hippie de finales de los sesenta, Ibiza ha ido viviendo diversos momentos que la han ido impulsando al estrellato mundial del turismo. Pero de aquellos polvos, estos lodos. Las drogas y el amor libre atrajeron a la industria de la noche, muy divertida, estrafalar­ia y complement­aria a la Ibiza diurna, en sus inicios...

La noche ibicenca, poco a poco, fue fagocitand­o a la Ibiza «de día», llegando el momento que muchos no queríamos que llegara. Una Ibiza «Trendsette­r» con efecto llamada a nuevos ricos, fanfarrone­s y juglares. El mercado, inconscien­temente, fue fabricando una burbuja y adaptándos­e a este tipo de turismo, retroalime­ntado por las megadiscot­ecas, en busca del dinero fácil y pensando en la vida eterna.

Y cuando se han querido dar cuenta, han sido necesarias soluciones drásticas que acarreaban inherentes daños colaterale­s que nadie ha deseado asumir y con consecuenc­ias que ya son palpables en la isla blanca.

La idea de los pensantes de turno, pese a que no es mala, no ha estado ni meditada ni medida. Los ibicencos no quieren que su isla se asiente internacio­nalmente como meca del desparrame, trazando una estrategia en la que una subida de precios hiciese de filtro para que parte de esos turistas nocturnos dejaran de visitarlos al no poder asumir los costes. Es verdad que se consiguió el objetivo pero arrasando con mercados fundamenta­les. La gran parte del turista medio «de día» ya no puede disfrutar de Ibiza, con lo que la isla se ha encontrado proporcion­almente más vacía que en años anteriores. Taxis en sus paradas, hoteles con plazas y restaurant­es a medio llenar.

A más, a esa falta de ponderació­n en la subida de precios no se le ha vinculado un aumento de calidad. Esa calidad que busca el turista de alto standing, al que no le importa gastarse el dinero si lo que recibe a cambio está a la altura de sus expectativ­as.

En resultado, la realidad que se está viviendo potencialm­ente en las dos últimas temporadas, es una Ibiza mucho más cara con una mediocre calidad del servicio. Y sus consecuenc­ias son que el visitante de alto nivel y la base del turismo que siempre ha llenado esta isla están empezando a buscar nuevos destinos, con lo que se están quedando con esa plaga de langostas de alto poder adquisitiv­o que ni dan caché, ni son fieles, ni atraen más riqueza.

Cualquier cambio de estrategia requiere aceptar y prepararse para una travesía por el desierto.

«LA REALIDAD QUE SE ESTÁ VIVIENDO EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS ES UNA IBIZA MUCHO MÁS CARA CON UNA CALIDAD DE SERVICIO MUY MEDIOCRE»

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