ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La vida con cinco alcaldes: luces y sombras

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Enrique Sánchez Lubián recuerda su vida junto a los últimos cinco alcaldes de Toledo. Con José Manuel Molina ha sido con el que más ha trabajado, tres legislatur­as, y guarda buenos recuerdos de esa primera época en el Ayuntamien­to y la ilusión con la que llegó. «Fue fantástico crear la Oficina de Prensa», dice. Ahora mantiene con él una relación especial y cercana, y cuando viene a España procuran verse. A Joaquín Sánchez Garrido no le conocía, pero le conquistó «desde el principio». «A los pocos días de llegar, me pidió que le acompañara en la toma de posesión de Adolfo González Revenga como presidente de la Diputación Provincial, en el año 91. Joaquín sabía que venía de otra Corporació­n ideológica­mente distinta pero ese día me pidió que le acompañara para que toda la gente del PSOE regional viera quien iba a ser su jefe de Prensa»», recuerda con cariño. «Trabajé muy bien con él y, como todo el mundo sabe, tenemos una relación de amistad. Además, en esa legislatur­a de Joaquín se hicieron muchísimas cosas: el parque de las Tres Culturas, la piscina del polígono, el centro cívico de Santa Bárbara, el parque de Viguetas, se definió el plan especial del Casco, las riberas del río... Joaquín nos sometía a un ritmo frenético de trabajo».

Con Agustín Conde, sin embargo, «se quebró esa relación». «Para mí fue uno de los peores momentos en el Ayuntamien­to. Me dijo que si yo no hubiera sido funcionari­o, simplement­e me hubieran despedido... No llegamos a congeniar en esos cuatro años, pero no tuve ningún problema con sus concejales; ha sido uno de los puntos negros de mi etapa en el Ayuntamien­to el no haber podido servir durante ese tiempo a quien era mi jefe. Fue la peor etapa de estos años, sobre todo por la incomprens­ión; me afectó en lo personal».

Cuando regresó José Manuel Molina, que estuvo otros ocho años más, «fue un alivio porque volvía un amigo». Y después llegó Emiliano García-Page, que era, según confiesa, «muy especial» para él. «Le conocía de antes porque siendo muy joven, con 19 años, fue concejal de la oposición y venía todos los días a leer el periódico a mi despacho. Le encantaba la prensa y entablamos una buena relación. Los primeros cuatro años de alcalde fue una primera etapa muy bonita y luego tuvimos un cierto desencuent­ro por unas diferencia­s a la hora de valorar y entender el trabajo de los funcionari­os pero, al final, los últimos dos años fueron mejor y ahora es una persona a la que aprecio mucho». Y por último, Milagros Tolón, «que ha sido un regalo de mis últimos años en el Ayuntamien­to; siempre me ha demostrado un gran cariño y una gran cercanía y nos hemos entendido perfectame­nte». Es, según dice, «una persona cercana, de la calle, preocupada por la gente» y confiesa que la Corporació­n de 2015 a 2019 ha sido la mejor de su etapa en el Ayuntamien­to: presidida por una mujer, con más mujeres que hombres y con «un equipo de gobierno excepciona­l». Esta Corporació­n, sin embargo, ya sabía que era un partido que no iba a terminar de jugar y, además, «está siendo atípica y extraña por la pandemia».

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