ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
ENTRE TAHÚRES
El separatismo ha saboteado a Illa para demostrar a Sánchez que siempre puede haber un ventajista mayor en la timba
EL problema de los tahúres es que siempre puede aparecer en la mesa un tramposo mayor. Es lo que le ha pasado a Sánchez con Junqueras y compañía: que ha encontrado a gente capaz de competir con sus intrigas y convertir la política española en un desafío de ventajistas. ERC ya le había fastidiado la partida dos veces antes de sabotear la «operación Illa». Primero cuando tumbó los Presupuestos de 2018, forzando el adelanto electoral para convertirse en árbitro de la nueva mayoría, y luego al bloquear el paso de Iceta a la Presidencia del Senado con una maniobra obstruccionista. La tercera zancadilla, la de la fecha de los comicios en Cataluña, deja claro que el separatismo le tiene tomada la medida y está dispuesto a disputarle el liderazgo de la fullería. Sobre todo cuando se juega con sus cartas y en su propia timba.
Sólo en una sociedad tan políticamente anómala como la catalana es posible que el responsable del fracaso ante el Covid pase por un buen candidato. Cuando los principales adversarios son dos delincuentes, uno preso y otro fugado, tiene su lógica que un incompetente ofrezca cierta esperanza, siquiera de mal menor, a muchos votantes pragmáticos, hartos del iluminismo sedicioso o decepcionados del espectáculo escapista y confuso de Ciudadanos. Pero el truco de Moncloa se basa en un efectismo precario cuya eficacia necesita un desenlace rápido. Y entre trileros no hay modo de escamotear el garbanzo sin que te levanten el cubilete de un manotazo.
El aplazamiento deja a Illa malparado. Él era el primero que debía conocer, porque maneja los datos, las malas perspectivas del contagio. Su negativa a dimitir y en su defecto a adoptar medidas más duras deja abierta la sospecha de que estaba tratando de favorecer su conveniencia, bien por evitar la moratoria o bien por no verse salpicado por la nueva escalada de la pandemia. De una u otra manera queda en una posición bastante expuesta y se le puede hacer muy larga la carrera una vez disipado el factor sorpresa. Además, los republicanos ganan tiempo para exigir al Gobierno el indulto a Junqueras, al que para frenar a Puigdemont quieren colocar al frente de su papeleta. Esta vez al presidente le ha fallado la brillante estrategia diseñada por sus gurús de cabecera. No todo son encuestas.
Por supuesto que la situación sanitaria alegada por los independentistas es sólo un pretexto. Y no se molestan demasiado en esconderlo. Pero no mucho menos oportunista que el de mantener al candidato gubernamental al frente del Ministerio encargado de controlar el riesgo. A unos tipos que han organizado una sedición y se declaran dispuestos a volver a hacerlo poco le van a importar unas vulgares martingalas de logrero. Del jefe del Ejecutivo de la nación, en cambio, y habiendo una delicada cuestión de salud pública por medio, sí cabía esperar algo más de respeto por las reglas del juego.