ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Música religiosa en Cuenca y Toledo
Una Semana Santa más en que la enseña nacional ha vuelto a ondear a media asta en los cuarteles del ejército, suspirando por lo que dice la letra de la Constitución: sola teoría del Estado como ente laico, aconfesional, no confesional. Pues esas banderas han ondeado a media asta no ofreciendo homenaje a algún caído en misión internacional o terrorismo, sino sólo rememorando el deceso del hombre-mito inserto en una extendidísima leyenda englobada en la religión.
El más hermoso emblema del cristianismo en estas fechas no son las procesiones, sino la música alusiva a la Pasión de Cristo. En un pequeño periplo regional he podo asistir a tres buenos conciertos; los dos primeros, las dos Pasiones de Bach, la de San Mateo y la de San Juan, en el Auditorio de Cuenca, dentro de la 57ª edición de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, y el tercero, con los preciosos Stabat Mater de Vivaldi y Pergolesi, en el Teatro de Rojas de Toledo.
Independientemente del genio indiscutible de Bach, la belleza tan asequi-Semana ble de sus obras cantadas viene dada, en gran medida, por el carácter del cristianismo luterano, guiando al compositor, como señala el crítico musical José Luis García del Busto, «por la vía del humanismo» y no tratando «de alumbrar la fe sobrenatural, sino conmover al espíritu humano». Lutero promovió la utilización de la liturgia en lengua vernácula, sustituyó los dogmas por la búsqueda de la verdad partiendo del interior del hombre, y subrayó la importancia de la música, en el fundamento religioso, hasta el punto de afirmar que cantar es rezar doblemente. Las cantatas religiosas de Bach se asemejan a gráciles canciones campesinas, y la sublime aria «Erbarme dich, mein Gott», de la segunda parte de la Pasión según San Mateo, puede parecernos una bellísima melodía nupcial.
Sin embargo, en el ámbito católico, la cuestión es bien diferente. El latín, utilizado en los textos, ciertamente creó distancia en el corazón del oyente, y al existir una férrea jerarquía el fiel estuvo obligado a asumir lo que la jerarquía dictaminaba. Músicas grandes de grandes músicos católicos (Couperin, Messiaen, Penderecki…), por supuesto los cantos gregorianos, suenan muchas veces como ahormadas en sones venidos de ultratumba, lo que no ocurre con la graciosa y terrenal música protestante. La Iglesia, recelosa de la belleza libre, puso en tela de juicio esa suprema belleza sinuosa del Stabat Mater de Pergolesi, tildándola de voluptuosa, y por tanto contaminada de una incitación pecaminosa para el feligrés que tuviera la suerte de escucharla.