Si Mikel fuera de Los Palacios
LOS casi cuarenta mil vecinos de Los Palacios y Villafranca no saben ya cómo demostrar el orgullo que para este municipio supone que dos de sus mejores hijos (tres de no ser por la lesión de Gavi) hayan vuelto a llevar su nombre por el Viejo Continente, protagonizando otra página de oro para el fútbol patrio. Navas y Fabián cuentan con el innato don del balompié, pero no negocian el esfuerzo y el sacrificio, no olvidan la humildad de sus raíces ni las enseñanzas aprendidas bajo el techo familiar. Esto le has llevado a alcanzar las cumbres más altas en sus carreras, especialmente en el caso de Jesús. A todo esto hay que sumarle que tienen la dicha de haber nacido en una tierra donde son profetas, sin imposturas, sin necesidad de reclamar homenajes. El nombre de Los Palacios lleva inherente para siempre el de sus dos leyendas.
Ayer los palaciegos recibieron el reconocimiento de los suyos, de los de casa, de los de siempre. Es su suerte. La misma que correrían otros futbolistas que han formado parte de la Selección Española de Fútbol si hubieran nacido en este rincón de Sevilla o en otro de España que no quisiera rasgarse la roja y gualda de su piel. Mientras Navas y Fabián eran esperados ayer como héroes, a Oyarzabal y Merino lo tachan de «traidores» en un pequeño pueblo vasco de poco más de siete mil habitantes. En Elorrio nació la madre del futbolista que llevó a España a la gloria doce años después. A la vista de las pintadas que dejaron los cobardes cachorros de la izquierda abertzale, allí no esperan al hombre del gol en la final con los brazos abiertos ni para regalarle su peso en tomate. Allí la huerta está muerta.
Al mensaje de bienvenida se unió un ataque a España, como en la plaza de toros de Pamplona durante los Sanfermines. Va a ser verdad que la bandera de la izquierda progresista y defensora de las libertades se extiende sin frenos. Esas pintadas de Elorrio o las palabras de Otegui, además de verter odio, dan un tufo a rabia. La España futbolera que vuelve a encumbrar al mundo cuenta con media docena de futbolistas de su tierra. Y eso les corroe más si cabe.
Si Mikel Oyarzabal fuera de Los Palacios, ayer podría haber brindado con sus vecinos y amigos de toda la vida en el bar de la esquina por el gol que hizo feliz a todo un país. Seguro que puede hacerlo, pero no en su casa. Y lo peor es que quienes se esconden en estas pintadas contra los futbolistas, contra la selección y contra todo un país, son los socios del partido que dirige las riendas de nuestra nación. Ahí es nada.
SEVILLA AL DÍA