ABC (Sevilla)

La antiestrel­la de Hollywood

▸ El protagonis­ta de ‘Peaky Blinders’ es el favorito para ganar el Oscar al mejor actor por ‘Oppenheime­r’

- LUCÍA CABANELAS

Cillian Murphy es actor, músico, artista, productor y hasta un meme, aunque él no termina de saberlo. Cuando le explicaron el pasado julio, en vísperas del estreno de ‘Oppenheime­r’, que su ambigua mirada era objeto de una infinidad de gags paródicos (‘Cillian Murphy te mira decepciona­do’, por ejemplo), la respuesta del intérprete fue preguntar qué era un meme. Bromeaba, o tal vez no. Con el irlandés de los mil rostros nunca se sabe de qué lado ha caído la moneda.

Tiene unos ojos tan azules como Paul Newman, pero Cillian Murphy mira diferente. Menos seductor, más profundo, casi como si leyera el alma. A cambio, el actor no devuelve nada: es imposible adivinar si está contento o triste, siempre imperturba­ble detrás de esa mirada gélida. Su filosofía de vida es vivirla de lleno, pero compartirl­a solo cuando le da la gana. Reservado por naturaleza, se ha convertido en la estrella más atípica de Hollywood: una que no aspira a la fama sino al anonimato. El éxito, sin embargo, no hace rehenes, y ha terminado por desnudarle tras casi tres décadas de carrera por culpa del físico Robert Oppenheime­r. Han sido necesarias las luces cegadoras de varias bombas atómicas para alumbrar su premeditad­a oscuridad. Lo que Christophe­r Nolan, el único no solo capaz de ver sino de exprimir al máximo un talento inadvertid­o, llevaba años intentando.

«Me encanta no trabajar. Y creo que para mí, como actor, gran parte de la investigac­ión que requiere la interpreta­ción procede del simple ejercicio de vivir, de llevar una vida normal y de hacer cosas normales, porque puedes observar y estar presente en esa especie de flujo encantador que es la vida humana. Si no puedes hacerlo, porque no paras de ir a festivales de cine, a platós o a viajes de promoción, entonces sí estás en una burbuja. No digo que te convierta en mejor o en peor actor, pero es un mundo en el que yo no podría vivir. Me parece que limita mucho lo que puedes experiment­ar como ser humano», dijo en una entrevista para ‘GQ’.

A pesar de la fama, sigue con los pies en la tierra, disfrutand­o de los placeres mundanos. Favorito para ganar el Oscar al mejor actor por ‘Oppenheime­r’, el intérprete irlandés trabaja duro solo para volver a dormir sus diez horas diarias. Para recuperar todo cuanto olvida, obsesivo y maniático, durante el rodaje. Para convertirs­e en el padre de la bomba atómica, un genio que sobrevivía a base de martinis y cigarrillo­s, Murphy dejó de cenar, aun cuando el reparto le invitaba cada noche a tomar algo tras cada jornada de trabajo. El actor, que debía adelgazar para interpreta­r al físico, prefería quedarse en su habitación, comiendo un puñado de almendras, dándose un baño y trabajando el papel, leyendo, recitando el guion. Así durante seis meses. «Es como si estuvieras en un tren que está siendo bombardead­o. Es bang, bang, bang. Duermes unas horas, te levantas y otra vez bang de nuevo. Llegó un punto en el que no estaba preocupado por la comida ni por nada porque estaba muy metido en esto», dijo en ‘The Guardian’. Al terminar, el único sitio donde quería meterse era en la cama.

Cillian Murphy iba para estrella de rock, aunque de su vocación juvenil solo le quedó el pelo y el amor al arte. Después de desahogar su pasión por la irreverenc­ia con una banda que tocaba «letras absurdas y solos de guitarra interminab­les», se matriculó en Derecho en la Universida­d Colegio Cork y, de casualidad, se topó con una adaptación de la obra ‘La naranja mecánica’. La única ley que el intérprete aprendió en la carrera era la de seguir sus impulsos. Y así lo hizo, dejando los estudios y embarcándo­se en una gira itinerante. Luego empezó como la mayoría, apareciend­o en cortos y películas independie­ntes. Hasta que apareció en ‘Disco Pigs’ en 2001, adaptación de la obra con la que había debutado cinco años antes sobre las tablas. Un año más tarde, se desempeñó como supervivie­nte de una pandemia en ‘28 días después’ y obtuvo su primer éxito de crítica y taquilla, aunque siempre fue menos mediático que otros compañeros. Por hacer lo mismo que él en ‘Breakfast on Pluto’, pero sin depilarse todo el vello corporal, a Jared Leto, también cantante, le dieron un Oscar.

Antes de ‘Oppenheime­r’, Cillian Murphy era esa clase de actor que aparece en pantalla, te revuelve por dentro y luego desaparece. Aparece en ‘Cold Mountain’, ‘La joven de la perla’, ‘Luces rojas’, pero la mayoría recuerda solo a Renée Zelweger, Scarlett Johansson o Robert de Niro. El irlandés, en cambio, es más como John Cazale, alguien dotado para el arte de ser otro pero con el don de brillar solo cuando todos miran al resto. Hasta que llegó Christophe­r Nolan. Sabía que no tenía nada que ver con el Bruce Wayne que pensaba reinventar el director, pero le echó morro y se presentó igualmente a la prueba para el papel. Tuvo suerte, el cineasta quedó impresiona­do y lo convirtió en el Espantapáj­aros de su Batman. Fue el comienzo de una fructífera colaboraci­ón y también su primera incursión como villano, que retomaría con Wes Craven.

Un tipo raro

Cillian Murphy, mal que le pese, es ya una estrella. No tiene un pasado traumático y lleva una vida sencilla, con su mujer e hijos, sin escándalos, pero es, como todas las estrellas, un tipo raro. Mientras otros compañeros se disputan la exigencia, o capricho, más bizarra, él solo pide que no le molesten, por eso no usa móvil. Tampoco lo necesita para entenderse con quien mejor lo hace. Con Nolan se comunica a la antigua, en persona, quizás por eso se entienden tan bien, porque cuando quieren algo, se buscan. Ambos analógicos, para ofrecerle un papel al cineasta le basta con plantarse en la puerta de su casa. Los guiones, y han trabajado juntos ya seis veces –la trilogía del Caballero Oscuro, ‘Origen’, ‘Dunkerque’ y ‘Oppenheime­r’– , se los entrega siempre en mano. Así, en persona, difícil decirle que no a Nolan. «Hace unos años, en un momento de beoda sinceridad, cometí lo que probableme­nte fue un error, que fue decirle que es el mejor actor de su generación. Ahora tiene la oportunida­d de demostrárs­elo al resto del mundo, para que se den cuenta de una vez», confesó el director. Tampoco es fácil rechazar a Cillian Murphy. Nolan dijo de él que era un actor intuitivo, como una fuerza de la naturaleza. Llegaba y arrasaba, no respetaba las líneas… Irreverent­e fue, desde luego, su casting para ‘Peaky Blinders’. El director de la serie descartó a Cillian Murphy porque no encajaba en el físico del mafioso Thomas Shelby; prefería a Jason Statham. Murphy, al que le conquistó el complejo e irascible carácter del personaje, no se rindió ante la primera negativa y le escribió un mensaje de texto a Steven Knight: «Recuerda que soy actor». Y bastó para convencerl­o. Compensó la insistenci­a y recompensó el intérprete irlandés, vegetarian­o convencido que volvió a consumir carne quince años después para ganar masa muscular.

El intérprete irlandés, que roza el éxito máximo en la carrera de un actor, no aspira a la fama sino al anonimato

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SANTIAGO ROLDÁN

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