Ridículo empate del Barcelona
▸Pese al tanto de Lewandowski, los azulgranas acaban sufriendo ante el peor Nápoles de todos los tiempos
Mientras Mbappé daba despacho a una mariscada en Botafumeiro, de esas que hay mucho de todo y de nada en concreto, para que los nuevos ricos sientan que son alguien, el pobre De Jong se enfadaba artificialmente con la prensa, haciendo ver cínicamente que no sabe que la directiva le intenta vender al mejor postor. Un Madrid sobrado ha fichado a uno que se cree más listo de lo que es y un Barça arruinado intenta desprenderse de otro que lo es menos de lo que hace falta.
El Barça empezó como si tuviera el talento de otros tiempos, arrollando al Nápoles, que parecía tan huérfano como es. El control azulgrana parecía total pero el gol no llegaba, los italianos despertaron a partir del minuto 10 presionando arriba. Lamine Yamal, protagonista, pero estéril. Gundogan, brillante en las recuperaciones y todo lo que pasaba por él mejoraba. No es que el partido se fuera equilibrando pero sí que iba cuajando la sensación de que los ataques del Barça, tan punzantes, podían resultar a la postre retóricos a pesar de que el Nápoles era un muñeco de trapo a la merced de lo que quisieran hacer de él. La superioridad visitante era tan total como inquietante su incapacidad para transformarla en ventaja en el marcador.
Nunca el Barça –ni ningún otro equipo– se encontrará a un rival tan flojo como el Nápoles, tan desamparado, tan parecido a la nada. Como un animal herido que busca una caricia, era conmovedor ver a los italianos divagar sin rumbo cierto, y daba un poco de vergüenza ajena escuchar a los narradores radiofónicos catalanes celebrando el juego del Barça como si una revolución en el equipo hubiera tenido lugar, cuando la única realidad era la manifiesta incomparecencia local.
El Nápoles agradecía que el reloj corriera y el Barça lo lamentaba. Xavi hacía que no con la cabeza, frustrado porque el marcador no se hubiera movido, en parte gracias a las buenas paradas de Meret. A partir de la media hora los italianos crecieron, y aunque el Barça no se desordenó en defensa cedió el control del partido y la posesión. Que ni siquiera frente a un rival tan frágil el Barcelona fuera capaz de realizar su superioridad era mucho más su demérito que un logro del pundonor napolitano.
La impresión de la superioridad azulgrana continuó en la reanudación, pero con la misma impotencia pese a las intimidaciones continuadas. Era provinciano creer que el espectáculo era un salto cualitativo en el juego del equipo, pero ¿hay realmente algo en el Barça que no sea provinciano, salvo los amigos comisionistas del presidente? El Nápoles no se rendía y que mantuviera el empate a cero era una humillación hasta para un Barça tan arrasado como el de Xavi.
El partido era tenso, vistoso, agradable de ver, pero aunque el Barça parecía cerca del gol, no acababa de llegar, hasta que Lewandowski en el 58, con todas las facilidades de la defensa local, consiguió marcar de un disparo ajustado raso. Buen gol pese a las concesiones defensivas. Brillante asistencia de Pedri. Lo celebraron los hermanos Hernández con un encomiable júbilo colegial. Los italianos parecían las plañideras de la primera escena de El Padrino 2, pero no sucumbían al mordiente visitante y no era descabellada la idea de pensar que en cualquier distracción de la defensa de Xavi pudiera llegar el empate. Viendo el partido, la idea era que sólo una catástrofe podía dejar al Barcelona fuera de los cuartos, pero era igualmente cierto que la tal catástrofe no podía totalmente descartarse.
Gol de Osimhen
El fantasma tomó forma en el 74, Osimhen mediante, y el empate no fue justo ni injusto sino una bofetada de realidad de lo que hoy es y representa el Barça en Europa. No es que el Nápoles empatara, sino que el Barça se dejó alcanzar por el rival más menor y desamparado de la competición. Los italianos se adueñaron del partido y era divertido pensar en las frases que iba a decir Xavi en la rueda de prensa para hacer ver que lo que todos vimos no había sucedido.
El Barça acabó sufriendo para mantener un empate que ante el Nápoles más huérfano de todos los tiempos fue la sombra mediocre de una derrota.