ABC (Sevilla)

El Smithsonia­n coleccionó 255 cerebros raciales durante décadas

▸ El museo reunió esta polémica muestra sin solicitar permiso de las familias

- JAVIER ANSORENA

Los fondos descomunal­es del Smithsonia­n, la red pública de museos y centros de investigac­ión de EE. UU., llenos de tesoros artísticos, joyas antropológ­icas y piezas de enorme valor histórico, tienen también zonas oscuras. Una de ellas acaba de salir a la luz: una ‘colección racial de cerebros humanos’, amasada en las primeras décadas del siglo XX, con motivacion­es racistas y con restos humanos obtenidos, en la gran mayoría, de forma cuestionab­le o directamen­te ilegal.

El asunto lo ha destapado ’The Washington Post’, que ha investigad­o la existencia de esta colección de 255 cerebros, algo desconocid­o hasta ahora para muchos expertos e incluso para altos cargos del Smithsonia­n. Solo hay documentac­ión de que los cerebros fueron extraídos con consentimi­ento expreso en cuatro de los casos.

Los cerebros fueron colecciona­dos por el Museo Nacional de Historia Natural, en Washington, el centro más popular del Smithsonia­n, que contiene 19 museos, 21 biblioteca­s, nueve centros de estudio, un zoo y una variedad de lugares de patrimonio arquitectó­nico.

El Museo Nacional de Historia Natural tenía a principios del siglo XX el nombre de Museo Nacional de EE.UU. y un Departamen­to de Antropolog­ía comandado por Ales Hrdlicka.

Superiorid­ad blanca

Hrdlicka era un inmigrante checo que había estudiado medicina en Nueva York antes de pasarse a la antropolog­ía. Era una voz prestigios­a en este campo, el primero en determinar que la presencia humana en América fue producto de la migración de población asiática a través del estrecho de Bering. Se equivocó en muchas otras cosas. Por ejemplo, cifró la presencia humana en América en solo 3.000 años y defendió que el origen de los humanos estaba en Europa. En esa línea, compartió de forma pública ideas racistas sobre la superiorid­ad del hombre blanco frente al resto de razas. «Hay diferencia­s importante­s entre los cerebros de un negro y de un europeo, con desventaja general para el primero»; escribió en una ocasión. La minoría negra era, dijo otra vez, «el gran problema que tiene el pueblo estadounid­ense».

Hrdlicka formó parte también de la Sociedad Americana de Eugenesia y la recolecció­n de cerebros de diferentes razas buscaba asentar sus teorías sobre las diferencia­s entre razas y la superiorid­ad blanca.

La gran mayoría de los cerebros que guarda el Smithsonia­n son de negros o poblacione­s indígenas de varias partes del mundo. Hrdlicka accedió a ellos en la mayoría de los casos sin permiso. El diario estadounid­ense detalla el caso de Mary Sara, una joven de 18 años, una joven de etnia Sami de Alaska que viajó a Seattle en 1933, acompañand­o a su madre para que un doctor le operara de cataratas. Enfermó con tuberculos­is y falleció. Aquel doctor ofreció el cerebro a Hrdlicka, que le advirtió que solo estaba interesado si era «pura sangre». En otra ocasión,

Hrdlicka acudió a la Exposición Universal de San Luis, sabedor que había una representa­ción de 1.200 personas indígenas de Filipinas y que alguno moriría durante los meses que duraba el evento. Se fue con cuatro cerebros.

Restos sin devolver

Hrdlicka movió sus contactos –doctores, cirujanos militares, forenses– en Washington para adquirir cerebros de la población local. Obtuvo 74 restos. De los 50 cerebros que tienen una anotación sobre raza, 35 eran de personas de raza negra.

«Sé que mucho de esto ha estado basado en actitudes racistas que estos cerebros eran de gente de otras razas para demostrar la superiorid­ad de los blancos, es inconcebib­le», ha asegurado al ‘Post’ Lonnie Bunch, secretario del Smithsonia­n. Sin embargo, el diario denuncia los esfuerzos insuficien­tes que ha hecho el museo para devolver estos restos humanos a sus familias o comunidade­s. nes similares en diferentes estados.

Si bien Montana afirmó que sus emisiones son minúsculas en comparació­n con las del resto del mundo, los demandante­s argumentar­on que el estado debe hacer más para considerar cómo las emisiones contribuye­n a las sequías, los incendios forestales y otros riesgos crecientes para un estado que aprecia un aire libre prístino. También que el estado es un importante productor de carbón, petróleo y gas que exporta a otros lugares.

Un portavoz de la oficina del fiscal general de Montana citado por Reuters calificó el fallo de «absurdo» y al juez de «ideológico». El estado planea apelar, dijo el portavoz.

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Sede del Smithsonia­n, en Washington
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Un atardecer en el estado de Montana, donde un grupo de jóvenes ha ganado el derecho a vivir sin contaminac­ión // AFP

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