ABC (Sevilla)

Fabuloso Ventura en la despedida con honores de Nazarí

▸ El número uno del rejoneo sale por la Puerta Grande por decimoctav­a vez

- ROSARIO PÉREZ

Caían lágrimas en la arena, se desbordaba la emoción en el tendido. Eran las lágrimas del hombre que susurra a los caballos. Por sorpresa, Diego Ventura cortaba la coleta a Nazarí. Una despedida de héroe para uno de los imprescind­ibles de un siglo ecuestre que no se entiende sin este castaño lusitano. De repente, no había más crines que las de Nazarí, más mirada de nobleza que la de un torero –sí, torero– capaz de lidiar al toro malo y potenciar las virtudes del bueno hasta hacerlo superbueno. Su exquisito temple y su poderío se verían por última vez frente a Andarín, de Carmen Lorenzo. Qué suerte la de este toro.

A portagayol­a se había marchado Ventura, garrocha en mano, en una imagen muy campera mientras encelaba a Andarín con el regatón. Tras un único rejón de castigo, una luz creció a través del túnel donde la cuadra aguarda en el banquillo. Por allí apareció un titular que ha ganado Ligas y Champions. Con su belleza de siempre. Con esa elegancia inmarcesib­le. Con esa naturalida­d que cautivaba ya de potro. Con el poso de veteranía que dan dos décadas acariciand­o embestidas. Entre banderilla­s que citaban al pitón contrario, el más clásico de los toreos a dos pistas y estatuas apoyadas sobre los cuartos traseros mientras las patas delanteras dibujaban lances al aire, arrancó un fandango desde el repleto tendido. Lloraban las cuerdas imaginaria­s de una guitarra flamenca que anunciaba el adiós de uno de los más grandes. Sin tristezas, por alegrías, que por allí andaba su joven heredero, Nómada, apa

MONUMENTAL DE LAS VENTAS.

Sábado, 20 de mayo. Décima corrida. 22.464 espectador­es. Toros de Los Espartales (1º y 5º), Carmen Lorenzo (2º, 3º y 4º) y El Capea (6º); destacaron 2º, 4º y 6º.

rejón contrario (dos orejas); rejón (oreja con fuerte petición de otra y bronca al palco).

DIEGO VENTURA: LEONARDO HERNÁNDEZ:

pinchazo y rejón en dos tiempos (saludos); pinchazo, rejón muy trasero y varios descabello­s (silencio tras aviso).

DUARTE FERNANDES:

pinchazo trasero y medio contrario (saludos); pinchazo, rejón y varios descabello­s (silencio tras dos avisos).

bullante y encajado con los palos. Cerró faena Diego con el careto As de Oros, un espectácul­o cuatralbo de botines blancos. Se caía el graderío con versos de Peralta, un trébol de rosas. El rejón final, que tantas veces se le resiste, entró a la primera y se desató una pañolada rotunda. A sus pies Madrid, mientras el presidente le negaba la segunda oreja y arreciaba la bronca... Y de pronto, entre los gestos de asombro, apareció de nuevo Nazarí. De todos su arreos lo despojó Ventura. Fuera chismes: sin montura, sin cincha ni riendas, sin estribos ni bocado, dejó libre por el ruedo capital a un corcel al que no volverá a montar. Una despedida con honores al Nazarí de la torería y las diabluras, el ‘culpable’ de muchas de las dieciocho Puertas Grandes del número 1 del rejoneo.

Dos orejas había cortado a su primero, un extraordin­ario ejemplar de Carmen Lorenzo, cuya corrida fue remendada con dos de Los Espartales. Qué poso tuvo aquella faena. Como el vino añejo, el color de su chaquetill­a. De ley, como los botones de plata del señorío a caballo. Sobre Joselito, galopando a mano izquierda, paró a este Montecillo. Pero el toreo de fábula llegaría a lomos de Fabuloso. Qué temple tan exquisito, qué trincheraz­o por los adentros. Cómo se encajó en las hermosinas hasta clavar un par de poder a poder mientras lo provocaba al hilo de las tablas. Y otra más con el toro en los medios, dándole todas las ventajas. Y de Fabuloso a Bronce, ese prodigio que hace un arco con el cuello y pone las orejas en puntas, desafiante, con una expresión descomunal. Diego, el caballero que galopa a orillas del Guadalquiv­ir, tiró la cabezada y colocó un valentísim­o par antes de que Guadiana caracoleas­e en los violines y tumbase a Montecillo en la hora de la verdad. No importó que el acero no cayese en lo alto: aquella enésima lección ya valía la salida a hombros.

Ventura había ejercido de padrino de Duarte Fernandes, que ilusionó por su frescura y seguridad, empañada con el rejón decisivo. El testigo, Leonardo, pechó con el lote más deslucido y pinchó tras poner en el asador toda su fibra. La tarde era de un ‘Fabuloso’ Ventura, que rindió merecidos honores a Nazarí. Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un caballo como él.

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Diego Ventura da la vuelta al ruedo con Nazarí en el adiós por sorpresa de un caballo inalcanzab­le // PLAZA1

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