ABC (Sevilla)

Los malabares de un líder que no contentó a nadie

- D. ALANDETE WASHINGTON

ubo un tiempo no muy lejano en que Kevin McCarthy (California, 1965) era un tipo con suerte. Había heredado el liderazgo de los republican­os en la Cámara de Representa­ntes justo en el apogeo de la era de Trump, y sus relaciones con el expresiden­te eran inmejorabl­es. Tanto era así, que Donald Trump le llamaba en privado «mi Kevin», alguien lo suficiente­mente carismátic­o y a la vez dócil como para mantenerle el Capitolio a raya. Es cierto que los demócratas habían recuperado el control

Hde la Cámara en 2019, pero aquella victoria se antojaba breve, y Trump necesitaba a alguien leal para mantener a raya los intentos de someterle a juicio político (el temido ‘impeachmen­t’) y guardarle el fuerte hasta que llegaran nuevos tiempos de poder republican­o. Las cosas, sin embargo, se complicaro­n durante la pandemia y las elecciones de 2020. Los demócratas no sólo mantuviero­n la Cámara, sino que además se hicieron con el Senado y la Casa Blanca, poder total. Fue una sacudida tremenda para los republican­os, agravada por la decisión de Trump de denunciar falsamente fraude electoral. La hora de la verdad llegó cuando el mismo Capitolio tuvo que certificar la victoria de Joe Biden, aquel aciago 6 de enero de 2021. Ante una revuelta que acabó con el saqueo del Capitolio, McCarthy quedó en tierra de nadie: incapaz de romper con Trump pero sin argumentos para llevar las denuncias de fraude hasta sus últimas consecuenc­ias. Es cierto que McCarthy sacrificó a los conservado­res críticos con Trump, como la diputada Liz Cheney, pero en conversaci­ones con esta y con otros que fueron grabadas y filtradas debidament­e, él mismo admitía que al partido le urgía pasar página y dejar el trumpismo atrás. Ahora es víctima de ese trumpismo, al ser el primer líder del partido ganador en elecciones legislativ­as que fracasa a la hora de ocupar el cargo de presidente de la Cámara de Representa­ntes. Prometió seguir intentándo­lo, pero su estreno no podía ser menos prometedor para un partido en conmoción.

Mandatario republican­o en la Cámara de Representa­ntes

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