La pandemia intensificó las tentativas suicidas de las mujeres maltratadas
La ‘nueva normalidad’ fue contraproducente y agosto de 2020 fue el mes más negro, con ocho asesinatos machistas
La ONU la llamó «la pandemia en la sombra», y aún se viven los coletazos de sacarla a la luz. El hecho de que las mujeres víctimas de malos tratos estuviesen acorraladas durante semanas por sus agresores, con la libertad de movimientos aplacada, intensificó el dominio invisible que ellos ejercían sobre ellas con nuevos mecanismos que hicieron más difícil identificarlos. También multiplicó la sensación de aislamiento absoluta en estas mujeres y se dispararon los pensamientos suicidas durante el encierro por el estado de alarma, de cuya declaración se cumplieron ayer justo dos años en España.
Las tres consecuencias directas de la pandemia sobre la violencia de género que se notificaron entre marzo y junio de 2020 fueron: una disminución notable en el número de denuncias, ante la imposibilidad de interponerlas; el aumento sobresaliente de llamadas al 016 (25.667 en un trimestre, máximo histórico) como el único recurso disponible al que accedían las víctimas para contar su situación; y un descenso de los asesinatos machistas. Hubo cuatro en España, la cifra más baja de toda la serie histórica analizada desde 2003.
Justo lo opuesto sucedió en agosto de 2020. Resultó contraproducente la apertura a la llamada ‘nueva normalidad’: en solo un mes se registraron en el país ocho crímenes, la cifra más negra de la misma serie computada.
¿A qué se debe el rebote en agosto? La ruptura del ‘efecto arrastre’ de las semanas de control y la sensación de impunidad por parte del agresor, al levantarse las limitaciones y acrecentarse la pérdida de hegemonía sobre las víctimas, se tradujo en tragedia, lo que no deja de ser una situación «habitual» que se ha examinado después de otras emergencias y desastres, tales como el tsunami de Japón, la ola de incendios de Australia y el terremoto de Haití. Esta es una de las deducciones que hace el equipo de la Universidad de Granada que ha elaborado el estudio ‘Impacto de la pandemia por Covid-19 en la violencia de género en España’, que se presentó ayer en el Ministerio de Igualdad.
Menos denuncias
El autor principal del estudio es Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género entre 2008 y 2011, quien desgranó parte del trabajo realizado junto a Juan de Dios Luna, Miguel Ángel Montero y Marta Badenes. Lorente reafirmó que, en evidencia, en el año principal de la pandemia –2020– se produjo un descenso de un 10% en el volumen de denuncias, de acuerdo con los datos facilitados por el Consejo General del Poder Judicial, rompiendo así la «evolución creciente» que se registraba año tras año. Solo en el trimestre del confinamiento ese dato cayó un 14,6%.
Cabría la tentación de pensar que fue un año más liviano en cuanto a la lacra. Pero todo lo contrario. El doctor Lorente subrayó que «la violencia de género es un problema estructural que se readapta a las nuevas circunstancias, en este caso, las derivadas del Covid» y, como en los otros grandes desastres, su impacto y sus secuelas pueden ser más a largo plazo que la foto fija de 2020. La crisis social sí derivó en un aumento en el consumo de ansiolíticos y tranquilizantes mayor entre las mujeres, también entre las maltratadas. En términos globales, el consumo femenino de hipnóticos fue de un 27,4%, frente al 15,9% de los hombres.
Y lo mismo en cuanto a las tentativas autolíticas. Según el profesor de Medicina Legal (quien recopiló datos de la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer), un 4,6% de las mujeres mayores de 14 años tienen alguna vez en su vida una ideación suicida, mientras el porcentaje se eleva hasta un 18,5% entre las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia. La sensación de no hallar otra salida se multiplica hasta por cinco veces si se es víctima de violencia física o sexual por parte de una pareja, calibró Lorente en la presentación (con una tasa del 25,5% en estos casos).
A su vez, en este informe, que compara los datos de 2020 con los de 2019 y también con los del quinquenio anterior, se remarca un dato inexplorado: la tasa de suicidios masculinos es anualmente más alta que la tasa femenina, pero esa distancia se estrechó en 2020. El indicador del suicidio femenino por 100.000 habitantes creció un 12,1% en 2020 respecto a 2019, por un 5,7% de los hombres; el número de suicidios aumentó un 12,3% entre ellas (pasó de 900 en 2019 a 1.011 en 2020) por un 5,7% de ellos (de 2.771 a 2.930).