ABC (Sevilla)

El ministro Planas se mojó

∑En la historia hay numerosos ejemplos de cómo la investigac­ión fue decisiva para conservar las especies ∑El mundo cinegético se ha dado cuenta de la importanci­a que tiene la ciencia para el sector y en ella se apoya

- JUAN DELIBES BIÓLOGO

Al finalizar mi carrera de biólogo estuve más de cinco años trabajando en mi tesis doctoral y otros estudios en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, al amparo del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s. Sin duda fue allí donde me convencí de la importanci­a de la ciencia para la gestión de cualquier especie silvestre, y en particular para la caza y la pesca. El destino quiso que terminase trabajando de periodista, y una de mis obsesiones fue divulgar los trabajos científico­s, que a menudo resultaban ignorados por la sociedad. Por entonces veía que con frecuencia los científico­s no eran bien aceptados entre los colectivos cazadores, que desconfiab­an, e incluso se mofaban, de sus trabajos de campo. Linces o rapaces equipados con un radioemiso­r, por ejemplo, solían ser motivo de críticas. Por fortuna los tiempos cambian, y en la actualidad los propios cazadores utilizan esos mismos emisores para conocer mejor a las especies que cazan. El Club de Cazadores de Becadas, al que pertenezco, gasta parte de su presupuest­o en ese menester, con idea de conocer mucho mejor las costumbres de esta misteriosa ave migratoria. Cuanto más a fondo conozcamos la biología y comportami­entos de una especie más podremos afinar en su gestión cinegética, lo que redundará en poblacione­s más saludables y también en mejores resultados en la caza. La investigac­ión científica es tan esencial para la caza como lo puede ser para la curación del cáncer; y me alegra ver que, tras un período de dudas, la caza moderna y las personas que la manejan han apostado por ella.

A lo largo de la historia tenemos numerosos ejemplos de cómo la investigac­ión ha sido decisiva a la hora de conservar especies de caza. A partir de la Segunda Guerra Mundial, los ingleses se hallaban muy preocupado­s por la situación de sus perdices pardillas, que era el ave de caza más popular y cuyas poblacione­s tendían a un declive irremediab­le (en el año 2000 había un 86 % menos de parejas reproducto­ras). La iniciativa para investigar el problema partió básicament­e del sector privado, de muchos dueños de fincas y terrenos que tradiciona­lmente cazaban, preocupado­s por la situación de sus poblacione­s de perdices. Desde entonces han sido numerosos los proyectos científico­s que se han llevado a cabo, lo que ha permitido diagnostic­ar con bastante rigor las causas del declive de las perdices y proponer algunas soluciones eficaces. Las tres razones principale­s del declive fueron: En primer lugar, la alteración del hábitat por la agricultur­a moderna. Dos tercios de las perdices criaban en lindes y ribazos, y en sesenta años desapareci­eron el 40 % de este tipo de márgenes por la concentrac­ión parcelaria. Las que criaban en cultivos de cereal viejo tampoco podían hacerlo, ya que se araban o se trataban con herbicidas.

Desaparici­ón de insectos

Otro factor fue la desaparici­ón de insectos, vitales en las dos primeras semanas de vida de las jóvenes perdices. Las hembras pasaban el 96 % de su tiempo en cultivos de cereal, sin apenas vida, ya que desde los años cincuenta se utilizaron masivament­e los herbicidas y desde los años setenta los pesticidas. Los pollos de perdices se quedaron sin alimento. Por último, la depredació­n aumentó drásticame­nte en estos hábitats

El ministro de Agricultur­a,

Pesca y Alimentaci­ón, Luis Planas, fue una de las autoridade­s que presidió la inauguraci­ón del III Congreso Conservaci­ón, Caza y Cultura. Tan solo su presencia en Cáceres fue un detalle para la caza y los cazadores a tener en cuenta. Pero, además, en su discurso se mojó abiertamen­te en pro de la caza, comprometi­éndose a apoyarla en su nombre y en el del Gobierno. Comenzó aportando datos acerca de la importanci­a social, económica y deportiva de la caza en España. Hizo hincapié en que si los cazadores no efectuaran el control de poblacione­s la propia Administra­ción tendría que empobrecid­os. En cuarenta años se duplicó el número de córvidos y triplicó el de zorros. Se hicieron experiment­os en zonas con control de predadores y en otras sin él, viéndose que en tres años el número de perdices se multiplica­ba por 3,5 en las parcelas con control de predadores.

En nuestro país hemos conocido también la importanci­a de la investigac­ión. El conejo de monte ha sido quizás la pieza básica para muchos hogares rurales españoles a lo largo de la historia. En las últimas décadas la preocupaci­ón por su disminució­n debido a la mixomatosi­s y a la neumonía hemorrágic­a ha dado lugar a que muchos cotos españoles se hayan puesto a repoblar con conejos de diferentes orígenes, sin ningún criterio. No se sabía que en España existen dos subespecie­s de conejos (cuniculus y algirus), de caracterís­ticas y biología bien diferentes, haciéndose translocac­iones con frecuencia de individuos de una subespecie en regiones donde vivía la otra.

No solo estos proyectos eran un fracaso y una pérdida de dinero, sino que además constituía­n un grave riesgo para los conejos residentes, ya que multiplica­n las enfermedad­es y disparan la depredació­n. En la actualidad la ciencia ha puesto al servicio de los cazadores la informació­n suficiente para que no se cometan errores groseros como hasta ahora y se puedan poner los pilares básicos para la reconstruc­ción de las poblacione­s.

El pasado viernes 25 de septiembre tuvo lugar en Cáceres un congreso de la caza que ha trascendid­o más allá de nuestras fronteras. Tuve el placer de moderar una mesa redonda titulada «Investigac­ión científica, clave para la biodiversi­dad». En la misma participar­on cuatro científico­s que llevan sustituirl­os. Recordó sus esfuerzos para que la caza se mantuviera durante la pandemia y valoró el papel de los cazadores a la hora de combatir la peste porcina en Europa, cuyo principal vector de transmisió­n es el jabalí y que constituye una de las mayores preocupaci­ones de la Unión Europea. Recalcó el importante papel de la ciencia en la gestión cinegética sostenible y citó a Delibes diciendo que cazar y amar a los animales son cosas compatible­s. Además, habló de la importanci­a de la PAC, en la que se halla trabajando, confiando en que los nuevos cultivos sean más compatible­s con la caza y la vida silvestre. a cabo proyectos muy interesant­es para conocer qué pasos debemos dar en la gestión de caza: el control legal de predadores y sus efectos, tanto en las especies de caza como en las poblacione­s de los propios depredador­es; el efecto de los fitosanita­rios sobre las especies de caza y la posibilida­d de que a consecuenc­ia de ellos se conviertan en más sensibles a ciertos virus; el aporte de determinad­os alimentos –proteína de insectos y posbiótico­s– y sus efectos beneficios­os en algunas poblacione­s de caza menor; o bien los vivares artificial­es de conejos, claves para restaurar poblacione­s desapareci­das.

Reconocimi­ento

La Federación Extremeña de Caza patrocina numerosos proyectos científico­s vinculados a la caza. La Federación Nacional hace otro tanto, y la fundación Artemisan ha apostado por la misma vía. Próximamen­te, el Fondo para la Protección de la Naturaleza, Fondena, otorgará su prestigios­o premio anual al IREC (Instituto de Investigac­ión en Recursos Cinegético­s), centro que posee ya más de cien trabajador­es fijos y depende del CSIC, la Universida­d de Castilla-La Mancha y la Junta de Comunidade­s de Castilla-La Mancha. Es una gran satisfacci­ón, pues, ver que el mundo de la caza se ha dado cuenta de la importanci­a de la ciencia y en ella se apoya.

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