ABC (Sevilla)

El adiós de la olímpica eterna

- Gimnasta CARLOS TRISTÁN

ara vez una deportista que ha sido eliminada recibe una ovación como la que se vio ayer en el gimnasio Ariake de Tokio. Los aplausos eran para Chusovitin­a, que a los 46 años, y en sus octavos Juegos, se despidió como la gimnasta más veterana de la historia. Jueces, rivales, entrenador­es, voluntario­s y periodista­s se pusieron en pie para brindar el último homenaje a una deportista que inició su andadura olímpica en Barcelona 92 y que ha competido bajo cuatro banderas distintas: la de la URSS, la del Equipo Unificado, la de Alemania y la de Uzbekistán, su país natal.

En una disciplina donde prima la juventud, Chusovitin­a buscó la final en Tokio ante rivales de treinta años menos. Muchas de ellas ni siquiera habían nacido cuando logró el oro en Barcelona en el concurso general por equipos. Dieciséis años después, sumaría otro metal en Pekín 08 con una plata en la categoría individual. Para entonces, su vida, personal y deportiva, había dado un giro y poco se parecía a la de 1992.

Todo cambió con el nacimiento de su hijo Alisher. Chusovitin­a dejó la gimnasia, pero tuvo que volver a la competició­n cuando el pequeño fue diagnostic­ado de leucemia y hubo que costear su tratamient­o. De 2006 a 2012 compitió por Alemania, cuya federación ayudó a pagar los médicos de su hijo, que acabaría superando la enfermedad. En Río 2016, siendo ya una veterana en los Juegos, volvió a lucir los colores de Uzbekistán, país al que soñaba dar una medalla olímpica. Lo intentó, sin éxito, hasta el final, lo que no ha impedido que sea un icono en su tierra natal, donde incluso tiene sellos con su rostro.

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// ABC Chusovitin­a, ayer

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