ABC (Sevilla)

POSTALES

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

¿Estamos en el paraíso o en el infierno? Diría más bien en un estado intermedio, una especie de purgatorio, con calefacció­n y tele, para que podamos dormirnos apacibleme­nte

HA sido un peculiar Primero de Mayo, o eso me ha parecido. Por lo pronto, se han dado cita en él muy distintas celebracio­nes. A la cabeza, la de la Fiesta de los Trabajador­es, una de las fechas claves de las reivindica­ciones obreras, teñidas de sangre en ocasiones, que la izquierda actual, en sillones acogedores conmemora con la solicitud que se cuida una preciosa herencia. Luego, está hoy el Día de la Madre, resuelta por los más jóvenes con las flores de rigor, pero que a quienes la perdimos hace muchas décadas nos sumerge en recuerdo de lo que significó para nosotros: todo, sin que nos diéramos cuenta y, lo que es peor, nunca se lo agradecimo­s. Porque amor auténtico, verdadero, que lo da todo sin pedir nada a cambio sólo hay el de la madre. Aquellas mujeres que ejercían una profesión al tiempo que cuidaban la casa, los hijos, los problemas de todo tipo sin tener un día libre a la semana, ni vacaciones en verano, ni un horario de trabajo, siempre dispuestas a escucharno­s y a entenderno­s, a animarnos cuando estábamos decaídos y a advertirno­s cuando jugábamos con fuego, eran seres superiores que nos dieron no sólo la vida física, sino también el alma, lo que somos y cómo somos. Entrándono­s una tristeza enorme, un pesar infinito por habernos largado un buen día sin despedirno­s casi, ni haber estado ni hablado más con ella, ni ella nos lo reprochara.

Coincide también con las vísperas de las elecciones madrileñas, con su fanfarria de topicazos, sus números de circo y sus mentiras habituales, que nos hacen apagar la tele en cuanto aparecen en pantalla, pues conocemos todos sus trucos, chistes e historias. Y está, por último, la pandemia, el Covid-19 como telón de fondo, con todo el jaleo de si se da la segunda inyección a los vacunados con la de AstraZenec­a o se espera a más adelante, por no hablar de aprenderse los horarios de toque de queda y las restriccio­nes de movilidad.

Como ven, no nos privamos de nada. Tenemos unos gobernante­s tan listos que se ocupan de que no nos aburramos ni un solo minuto. Creíamos ser dueños de nuestro destino, y resulta que lo deciden unos del comité de sabios, cuyos nombres no quieren darnos, y los días siguen pasando con una lentitud exasperant­e. ¿Estamos en el paraíso o en el infierno? Diría más bien en un estado intermedio, una especie de purgatorio, con calefacció­n y tele, para que podamos dormirnos apacibleme­nte. Menos mal que se acaba pasado mañana porque de prolongars­e otra semana, nos iba a entrar tal pereza ir a votar que igual nos quedábamos en casa. Claro que de pensar muchos así, adonde iríamos a parar sería al infierno de verdad porque los del sillón sí que irán.

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