Hemos visto mítines, elecciones y manifestaciones con el bicho en apoteosis
CONFORME pasan los días y la tasa de incidencia aumenta, la satisfacción en determinados despachos de la Junta es indescriptible. Se lo explico. El fracaso de las medidas de control tomadas para la Semana Santa, cerrando perimetralmente las provincias, pero permitiendo la movilidad piadosa en colas donde no se tenían escrúpulos en guardar la distancia debida, ha colaborado a disparar los contagios epidémicos. Y estamos a días tan solo, según lo confesado por las autoridades sanitarias autonómicas, de ser castigados con medidas más drásticas. Colijo que, de haber hecho en su día lo que debían, sin complejos ni miedo a gobernar, no habría que sufrir ahora lo que tenemos en lo alto, disfrazado por ese equilibrio imposible entre salud y economía del ocio. Cero pelotero. Ni la economía se salva, ni la salud se defiende. Y así vamos por la cuarta ola. Todas han tenido su arranque coincidiendo con el calendario festivo. Pero en la Junta siguen empeñados en no gobernar ni decidir, tomando medidas incompletas que no dan para acompasar la vacunación con una baja tasa de incidencia. No nos dejaron ir a la playa. Pero parecían encantados con el sobeo que la movilidad provincial practicó con la británica, a la cepa me refiero…
Ese aumento del contagio les decía, ha descargado de tensiones algunos despachos de la Junta que, sobre su mesa, tienen la petición de la Maestranza de celebrar el cartel taurino de abril. Y han de decidir si hay toros en Sevilla o no los hay. En este asunto de tú sí y tú no, los expertos barajan variables la mar de chocantes para desolación ciudadana. La empresa de la Maestranza ha puesto sobre la mesa que mil personas de aforo es un bautizo grande. Y que, con esa rebaja, más allá de la lógica económica, resulta difícil celebrar una fiesta que tiene su complementariedad en el público. No se trata de poner la Maestranza hasta la bandera. Pero sí de que las medidas sean similares para todos, ya sea el aforo de un partido de tenis en un torneo marbellí o la celebración de un concierto de bandas en el teatro Maestranza. En ninguno de esos espacios se guardó la distancia social obligada de metro y medio. Como tampoco se guarda en los aviones, ni en los trenes, ni en los mercadillos. Incluso en el Parlamento, más de una vez, observamos que esa distancia social resulta muy complicada mantener.
La Maestranza ha puesto sobre los despachos más decisorios de la Junta una oferta que debe tener respuesta al concluir esta misma semana. Se les garantiza a las autoridades sanitarias que no entrará un aficionado sin mascarillas homologadas ni sin su test de antígenos que paga la empresa. Hemos visto mítines, elecciones y manifestaciones con el bicho en apoteosis. La Maestranza ofrece lo que nadie hizo. Y a cielo abierto, además. En la Junta se frotan las manos a la espera de que la campana de la tasa de infección los salve, evitando tener que tomar una decisión en Sevilla que les resultaría un engorro tomar a orillas del Mediterráneo…