ABC (Sevilla)

Israel Fernández cantó a las Tres Mil Maravillas del Polígono Sur

- LUIS YBARRA RAMÍREZ

l Día Internacio­nal del Pueblo Gitano estalló ayer dentro de un cilindro estrecho: la garganta quebrada y cristalina de Israel Fernández, chorrito de cariño donde no existe la oscuridad. El cantaor toledano, conversand­o con unos jóvenes de las Tres Mil Viviendas que no podían permitirse el precio de las entradas de sus recitales, decidió cantarle al barrio entero en esta fecha señalada. Un concierto para ellos. El público, en la Factoría Cultural del Polígono Sur, es endémico, no hay otro si quiera que se le asemeje. Aquí los calés no son de postal, sino de carne y experienci­a. Por eso no hay visceralid­ad mayor que la que suena en el patio de butacas. Los jaleos son recíprocos. La fiesta, cometida. El cordón umbilical que ata a los de arriba con los de abajo, recio como el compás que a todos los iguala. La gitanería papita

Een este pequeño auditorio como una luz que se refracta e ilumina una suerte de espejos. Suene entonces libre la música. Se alce genuino el pueblo. Camine alto y natural el arte que entre todos hemos inventado. Por Levante, arranca de cuajo varios oles, pero la magia echa volar y se escapa cuando llega la soleá y el edificio sigue en un suspiro la mano derecha de Diego del Morao, que a contratiem­pos va dictando airoso el tres por cuatro en el que se cuadra. El centro huye con talento del caos. Surge alado de la nada y cabalga por confines mucho más románticos. Hasta levantándo­se de la silla, cerrando el cante lejos del micrófono, Fernández evoca a Camarón, pero por su tamiz también se va filtrando ese oleaje de ecos que desde niño lo trae de idas y vueltas. Los de Pastora y Tomás, por ejemplo, se bambolean a una vez huidizos y elegantes. En los tientos, los tangos y los fandangos, los espectador­es participan. Las bulerías y los cuplés de la Niña de los Peines, directamen­te, se los roban. Sin saberlo, tal vez, este teatro ha batido un récord Guiness de números de palmas a un son. Hay artistas por aquí sin conciencia de ello. Su arte es hábito, pero no profesión. Cruzarse en el compás es pecado. Mentir cantando, también. La vida es un juego. La cultura, alborozo. La reunión, corro. Y la única certeza radica precisamen­te en que todo parte de la verdad. Es su sangre la única protagonis­ta. Los niños que miran con ojos de viejo. Las familias. Todos ellos.

Fue la oportunida­d de disfrutar de los pequeños vinculados a la Fundación Alalá y al proyecto Fuera de Serie, que han grabado un single con aires del Niño Gloria junto a Israel Fernández que aún no se ha publicado. Torombo, Bobote, Juanfra Carrasco y Ezequiel Montoya se subieron después al escenario para golpear linajes en maderas. Los nudillos a plomo proclaman sentencias. Las banderas tienen mil colores, y tres mil maravillas ocultas se reserva en el reverso este barrio enigmático a tres mil leguas de otras realidades de la ciudad. Sevilla tiene dos mundos en una sola calle.

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