ABC (Sevilla)

Rebelión contra el confinamie­nto

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Las imágenes entre festivas y dramáticas del tardío carnaval de Marsella provocaron una suerte de debate nacional, entre la consternac­ión, la inquietud y la mera constataci­ón de un proceso que tiene muchos otros rostros, muy diferentes. Serge Hefez, jefe de los servicios de psiquiatrí­a del hospital parisino de la Pitié-Salpêtrièr­e, considera que «estamos asistiendo a una suerte de ‘burn-out’, un agotamient­o completo de muchos sectores de la población. Hay gente que resiste, como puede. Pero también hay hombres y mujeres que no pueden más. Y estallan». En esa misma línea, Bruno Ventelou, profesor de economía en la Universida­d de Aix-Marsella, agrega: «Ante las restriccio­nes, hay personas que apoyan el modo represivo. Pero hay otras que apoyan la revuelta visible contra el orden policial». Emmanuelle Lallement, antropólog­a, comenta la crisis de este modo: «Las fiestas clandestin­as se han convertido en una cuestión política. Ante esa evidencia, la gente joven responde políticame­nte: y las fiestas salvajes pueden entenderse como una forma de rebelión, resistenci­a, cuando las autoridade­s ejercen el poder a través de la Policía y el Ejército».

A principios de año, unos avispados organizado­res montaron una fiesta gigante, un ‘free-party’, totalmente ilegal, en Lieuron, una diminuta localidad de Ille-et-Vilaine, uno de los cuatro departamen­tos de la Bretaña. Varios millares jóvenes llegados de muchas partes de Francia participar­on en una fiesta salvaje que causó estupor. La Policía intervino de manera expeditiva. Fueron detenidos más de 1.500 participan­tes, muchos de los cuales protestaba­n de manera muy agresiva defendiend­o, decían, su «derecho a la cultura», su «derecho a la fiesta».

Clemencia judicial

La Policía detuvo y la justicia condenó con relativa clemencia a media docena de los organizado­res de la fiesta salvaje de Lieuron. Uno de ellos intentó justificar su comportami­ento, fuera de la ley, de este modo: «La gente joven se angustia, se asfixia y se muere lentamente, sin poder salir, sin lugares donde encontrars­e y poder comunicars­e. Ni el Gobierno ni los partidos políticos ofrecen nada. Solo represión. Todo puede estallar».

La modalidad más amable de la fiesta salvaje francesa quizá sea la ‘merienda’ o el ‘copazo’ entre amigos, al aire libre, en parques, zonas ajardinada­s y muelles de grandes ríos, en condicione­s de legalidad muy aleatoria. El 20 de marzo pasado, entre 300 y 500 jóvenes se reunieron alegrement­e en un muelle del Saona, a su paso por Lyon, tercera ciudad de Francia, convocados por dos hermanos de 22 y 26 años, a través de las redes sociales. La cita tuvo gran éxito inmediato. Las radios locales emitieron programas especiales, las cadenas de televisión propagaron las primeras imágenes de una gran fiesta, con

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AFP El descaro con el que unas 6.500 personas se saltaron todas las normas a finales de marzo en Marsella desencaden­ó un debate nacional
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