El otro itinerario
Eel itinerario sentimental cofrade del sevillano hay una relación de otros templos a frecuentar con regularidad para reponer fuerzas en todos los sentidos. Cada sevillano tendrá su particular nómina. Por ascendencia paterna y por estar enclavado en un cogollo cofradiero de Santa Catalina, mi «otro templo» de cabecera es El Tremendo, meta volante de avituallamiento anual y fija desde el Domingo de Ramos hasta el postrero cerrojazo en Santa Marina. El Tremendo cerró hace un año y creo que su reapertura será el signo inequívoco del fin de la pandemia. Aunque venga Simón con su tapa de almendritas a decir ¡ahí queó!, yo no me creo que la pesadilla haya pasado hasta que vea a Mari de nuevo detrás de la barra frente al cartel del Señor de Pasión y mane la cerveza de sus monumentales tiradores.
Entenderán que en esta segunda Cuaresma de la nostalgia recuerde aquí a mis parejas nombradas del último tramo de la muy antigua cofradía del gremio de los taberneros, que hoy viste el ruan de la negrura de los tiempos. Permitan que lo haga asociando sus nombres a emociones cofrades como si disfrutara otra vez de la ciudad en sus esplendores. Enciendo los cirios de las bodeguitas del Salvador y reservo mesa para la Exaltación de El Rinconcillo. Pido una en La Bodeguita Romero, que sale el Baratillo, y en El Cairo, que llega San Gonzalo. Guardo vigilia en La Moneda; brindo en Morales, quedo en Casablanca y miro las manos del Cautivo en la Flor del Toranzo. Cruzo a Triana con el recuerdo de cuando esperaba al Cachorro en la antigua Casa Cuesta para dejar dos claveles y unas tapas sin pregón en el bar Manolo, y apunto chicotás con tiza sobre la barra de las Golondrinas y la Blanca Paloma. En la Abacería de Ramón, la primera en San Lorenzo; y en la Bodeguita y en el Eslava, que es Buen Fin, y que formen a tres las croquetas en la capilla de fotos de Casa Ricardo. Una por San Benito en el Jota, y otra por Montesión en Vizcaíno, y en Coronado por San Bernardo; en Santa Cruz, la Fresquita. Entrevarales y Entrecárceles, te espero en la esquina de San Isidoro. A las sillas por el Callejón del Cateca, que el incienso lo pone Blanco Cerrillo...
Tendrás otro itinerario. Pero cuídate de que no se apaguen los cirios del tramo de esos otros templos, donde se habla más de cofradías que en los cabildos, porque con ellos va la historia de Sevilla y su memoria. Y que la Esperanza nos encuentre tomando churros en La Centuria cuando por fin amanezca.