Fernando de Guzmán, Príncipe de Tierrafirme y Perú
El sevillano Fernando de Guzmán fue el precursor de todos los separatistas de la historia de España, aunque su reinado amazónico apenas duró cinco meses
Los primeros años de la conquista del Perú fueron más convulsos por las trifulcas, guerras civiles y rebeliones entre los propios conquistadores españoles, que por las revueltas de la población indígena sometida. De hecho, el rebelde Manco Inca se levantó en armas en 1536 y al año se refugió en Vilcabamba, mientras que las guerras entre pizarristas y almagristas, así como las rebeliones de los encomenderos contra la corona, comenzaron en 1537 y no concluyeron hasta 1554. En realidad, el «efecto llamada» del oro incaico había atraído al Perú a tantos cazafortunas, que la misma corona auspició nuevas conquistas para despoblar de aventureros el flamante virreinato. Así fue como partieron de Lima fallidas expediciones en busca de fabulosos reinos imaginarios, como el País de la Canela, el Paititi, las Islas del Rey Salomón o las Regiones Austriales, aunque la más célebre de aquellas descalabradas aventuras fue la que organizó Pedro de Ursúa en pos de El Dorado, famosa por la rebelión de Lope de Aguirre. Y el caso es que entre Ursúa y Lope de Aguirre han generado tanta leyenda, literatura y cine, que casi nadie recuerda al sevillano Fernando de Guzmán, Príncipe Soberano de Tierra Firme y el Perú, del 1 de enero al 22 de mayo de 1561, día en que se lo cargó Lope de Aguirre.
¿No es curioso que apenas existan novelas o producciones cinematográficas acerca de la conquista del Nuevo Mundo y en cambio abunden las narraciones literarias y audiovisuales sobre el traidor Lope de Aguirre? Entre
las novelas tenemos (1913) de Ciro Bayo, El camino de El Dorado (1947) de Uslar Pietri, La aventura equinoccial de Lope de Aguirre
de Ramón J. Sender, Daimón
Abel Posse, Lope de Aguirre, príncipe de la libertad (1979) de Miguel Otero Silva, Adiós a las Amazonas (2004) de Ángela Reyes y hasta una trilogía - (2005), (2008) y
(2012)- de William Ospina. Los dramaturgos también han sucumbido al hechizo de Aguirre, como lo demuestran Lope de Aguirre, crónica dramática de la historia americana
(1941) de Torrente Ballester, El tirano Aguirre o la conquista de El Dorado
(1976) de Luis Britto García, La hija de
(1992) de Sara Joffré y Lope de
(1992) de Sanchis Sinisterra, aunque fue el cine lo que terminó de convertir al siniestro conquistador en una figura universal, gracias a filmes como
(1972) de Herzog y (1988) de Carlos Saura. Reconozco que la historia del gobernador Ursúa, encerrado en su camarote con Inés de Atienza - «la mujer más hermosa del Perú»-, mientras su tripulación murmuraba emponzoñada por un rabioso Aguirre, que iba enloqueciendo a medida que se internaban en la Amazonía, es sin duda fascinante; pero ya que el papel estelar no admite discusión, al menos me gustaría romper una cerbatana por uno de los actores secundarios de la rocambolesca trama: el sevillano Fernando de Guzmán, proclamado Rey del Perú a bordo de un bergantín que surcaba el Marañón.
Según el cronista Francisco Vázquez -autor de la Relación de todo lo que sucedió en la jornada de Omagua y Dorado
FELIPE BENÍTEZ REYES
Renacimiento Sevilla, 2020
Estamos ante uno de los libros más desopilantes que podríamos leer en estas horas tristes, porque Felipe Benítez Reyes ha reunido en una tertulia estrafalaria, todas la teorías delirantes del acervo negacionista y conspiranoide. Así, aquí están los microchips de las vacunas, los chemtrails que nos convertirán en zombis y los sionistas promasónicos, liderados todos por Bill Gates, George Soros y los chinos, porque los enloquecidos tertulianos siguen el blog de Walter Arias, quien ya no es sino un bloguero capaz de dilucidar qué mano negra estuvo detrás de los incendios de las catedrales francesas. Sin embargo, después del asalto al Capitolio en Washington, uno lee
con la mosca detrás de la oreja, porque aquellos mamarrachos disfrazados de búfalos y hobbits, podrían ser Montse, Mangoli, Beltrami, Uriarte y Tomi Guerra, ciegos de conspiraciones y de anís del mono. De hecho, cuando leí la novela me pareció una parodia maravillosa del mundo conspiranoico, pero cuando vi a los terraplanistas y otros mapaches acromegálicos tomando el Capitolio pensé: o Benítez Reyes se ha vuelto escritor distópico o la Cabalgata de Washington fue planeada en un bujío de Cádiz.