ABC (Sevilla)

SOLO ILLA PODRÁ SUSPENDER LOS COMICIOS CATALANES

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E LGobierno está llevando el filibuster­ismo parlamenta­rio al grado de excelencia. El todavía ministro de Sanidad, Salvador Illa, está burlando al Congreso de forma premeditad­a para no dar explicacio­nes sobre la evolución de la pandemia durante los seis meses de estado de alarma. Illa trampeó los trámites del Congreso en diciembre para no rendir cuentas, y envió una solicitud de comparecen­cia inválida y deliberada­mente desactivad­a para enero, cuando solo quedaban cuatro días hábiles del mes anterior. De este modo, el Gobierno sumará hasta tres meses sin dar explicació­n alguna cuando cifras oficiales del INE calculan ya en unos 80.000 los españoles muertos. Esto no ocurre en ningún país europeo. Es solo una añagaza política diseñada para no tener que asumir ningún tipo de desgaste, porque tanto Sánchez como Illa sabían de antemano que el ministro sería el candidato socialista a las elecciones catalanas. Ese es el motivo también por el que Illa se ha enfrentado a las comunidade­s, negándose siquiera a evaluar la necesidad de reformar el decreto de alarma y los toques de queda.

Sánchez e Illa están desapareci­dos porque están más interesado­s en ganar votos que en luchar contra la pandemia. Es injustific­able que ninguno de los dos, después de su operación propagandí­stica de cubrir con logotipos del Gobierno las cajas de las vacunas, se escondan ahora, cuando varias comunidade­s han dejado de administra­rlas por falta de dosis, cuando la tasa de contagio está en cifras récord, o cuando ya faltan hasta jeringuill­as. No es justo que la respuesta sea solo resignarse. El ansiado proceso de vacunación se está convirtien­do en una inmensa chapuza para la que solo oímos las excusas de unas autonomías completame­nte desprotegi­das. El estado de alarma es un salvocondu­cto para que Sánchez ignore al Parlamento, desprecie a la oposición y comprometa a las autonomías. Desde luego, no se está usando para luchar con eficacia contra la pandemia, sino para que Moncloa haga ostentació­n de su poder. Sánchez miente, Illa está de campaña, y Fernando Simón confunde. El resultado solo puede ser una creciente frustració­n.

En este contexto se ha abierto un debate social sobre la procedenci­a o no de que los políticos y cargos públicos tengan un derecho de preferenci­a para vacunarse. Pero si se ha aprobado un protocolo que prioriza al personal sanitario y a los ancianos

Los jueces han acordado mantener el 14 de febrero como fecha de las elecciones catalanas y no respaldar la pretensión del independen­tismo de convocarla­s el 30 de mayo. Pese a la pandemia, el Tribunal esgrime razones prioritari­as de «interés público» para evitar una provisiona­lidad que afecte al funcionami­ento de las institucio­nes. Es cierto que Cataluña se halla en una situación anómala que urge corregir en las urnas. No obstante, los jueces, consciente­s del aumento de contagios, matizan que si el Estado aumenta las restriccio­nes de movilidad ciudadana, estaría justificad­o retrasar las elecciones. Es decir, en definitiva compete al Gobierno de la nación decretar o no un confinamie­nto endurecido, y a la larga es Salvador Illa, en su doble condición de ministro de Sanidad y de candidato del PSC, quien decide junto a Pedro Sánchez. Y su interés es que sean el 14-F, lo cual no deja de generar una extraña incompatib­ilidad por evidente conflicto de intereses. Habría tantas razones lógicas para suspender los comicios como para mantenerlo­s. Pero mientras haya un solo catalán que pueda ir al cine, viajar en transporte público o trabajar, no sería lógico un aplazamien­to. Hoy es el día en que aún Cataluña sigue sumida en la incertidum­bre.

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